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Participantes en el rally Roses des Sables de 2012 forman un lazo en solidaridad con las enfermas de cáncer de mama en el desierto de Marruecos. AFP
Prendido a mil causas

Prendido a mil causas

Hoy es el lazo amarillo, pero antes fueron el rojo, el azul o el rosa. Este símbolo es un prodigio de la economía y el diseño: un trocito de tela que habla por nosotros

INÉS GALLASTEGUI

Miércoles, 2 de mayo 2018, 12:36

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Quiero la independencia de Cataluña». «Apoyo a los enfermos de sida». «Estoy contra la discriminación de las mujeres». «Mi corazón está con las afectadas por el cáncer de mama». «ETA, libera a los secuestrados». Amarillo, rojo, morado, rosa y azul. Un diseño tan simple como económico y un código de colores logran que un trocito de tela hable por nosotros. Detrás hay una larga historia, pero hoy nadie duda de que los lazos asociados a causas sociales o ideológicas son un éxito de la comunicación. «En la política del siglo XXI todo se juega en el terreno de los símbolos y los relatos, no en el de los argumentos racionales», explica el historiador Jordi Canal.

¿Por qué un lazo amarillo? Los soberanistas catalanes aseguran ahora que, aparte de estar en la senyera y la estelada, ese color es su símbolo nacional desde la Guerra de Sucesión española, cuando, al morir sin descendencia el rey Carlos II, estalló el conflicto dinástico entre los partidarios de Felipe de Borbón y los de Carlos de Austria. Los nacionalistas han alimentado el mito de que aquella fue una guerra entre españoles y catalanes -la Diada celebra la caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714- y no han dudado en apropiarse de un emblema de la represión de los vencedores sobre los vencidos: las autoridades vetaron las escarapelas amarillas que los partidarios de los Habsburgo lucían en el sombrero, y aquello propició episodios violentos.

En cualquier caso, el lazo amarillo no es patrimonio de los uniformes del imperio austriaco ni del soberanismo catalán. En realidad, cuando el 17 de octubre decidieron convertirlo en emblema por la liberación de los «presos políticos» lo que estaban haciendo era 'robarles' su símbolo a las organizaciones de apoyo a las enfermas de endometriosis o los afectados de espina bífida.

Una guerra y una canción

Convertir un pedazo de tela en un símbolo es una moda con varios siglos de antigüedad. Hay quien encuentra su origen en la costumbre medieval de entregar a los guerreros que participaban en justas o batallas trozos de vestido de las señoras para desearles buena fortuna. Así habría pasado a formar parte del atuendo militar.

En concreto, los soldados del ejército puritano comandado durante la guerra civil inglesa (1642-1651) por Oliver Cromwell, que instauró la república en Gran Bretaña, vestían una faja amarilla alrededor de la cintura. Los británicos habrían trasladado ese distintivo en sucesivas oleadas migratorias a Norteamérica, y un pañuelo de ese color se incorporó al uniforme de los soldados de Caballería.

En la tradición anglosajona, el poema o canción popular 'She wore a yellow ribbon' (Ella llevaba un lazo amarillo) conoce numerosas versiones, desde melodías folclóricas hasta marchas militares, pasando por algún himno futbolístico (el del Arsenal), pero en todas ellas la cinta simboliza la fidelidad de una mujer que guarda ausencia a un soldado que se encuentra lejos. John Wayne protagonizó la película homónima dirigida por John Ford en 1949, que en España se tituló 'La legión invencible'.

«Los símbolos movilizan emociones y de eso va hoy la política»

Jordi Costa - Historiador

En los setenta en Estados Unidos, atar una banda de ese color en torno al árbol del jardín era una forma de dar la bienvenida a quienes llegaban a casa después de una larga separación -como los presos recién salidos de la cárcel-, tal como reflejaba la canción 'Tie a yellow ribbon round the ole oak tree'. Esta costumbre se hizo especialmente popular durante la crisis de los rehenes en Teherán en noviembre de 1979, cuando 52 norteamericanos permanecieron más de un año retenidos en dependencias diplomáticas por el régimen del ayatolá Jomeini. Se revitalizó a comienzos de los noventa durante la primera Guerra del Golfo, junto al mensaje 'Apoyo a nuestras tropas'. Era una forma de mantener vivo el recuerdo de los soldados desplazados.

Menos es más

Pero las escarapelas, bandas, pañuelos, diademas, fajas militares y perifollos varios no eran aún un símbolo popular. Desde el punto de vista del marketing, el hallazgo fue reducir toda esa tela a la mínima expresión y lograr que un pequeño bucle textil de unos pocos centímetros adherido a la ropa se convirtiese en un manifiesto.

A finales de los ochenta fueron varias las causas que eligieron lazos como vehículo de expresión, pero quien al parecer estandarizó el actual formato y logró convertirlo en un icono global fueron los activistas contra el sida. En la primavera de 1991, artistas pertenecientes al colectivo Visual Aids se inspiraron en la tradición de las cintas amarillas y crearon el lazo rojo como emblema de solidaridad con los afectados por la epidemia. Eligieron el color «por su conexión con la sangre y la idea de pasión». Era importante que fuera fácil y barato de confeccionar y de llevar. Las primeras instrucciones eran «cortar trozos de cinta de 6 pulgadas (15 cm) de longitud -eran algo más grandes que los actuales-, doblar por la mitad formando una V invertida y usar un imperdible para prenderlo a la ropa». A partir de entonces, miembros de asociaciones de apoyo se reunieron para cortar, doblar y pinchar cientos de miles de lazos para distribuirlos por todo el país.

Como estrategia es arriesgado. Los símbolos no son transculturales»

Óscar G. Luengo - Politólogo

Una de sus pruebas de fuego fue la gala de los premios de teatro Tony de aquel año, donde lograron colorear las pecheras de algunas estrellas para concienciar al mundillo del espectáculo de que la epidemia se estaba cebando con músicos, bailarines y actores. «Hoy el lazo rojo es un símbolo internacionalmente reconocido de concienciación sobre el sida y un icono de diseño. Ha abierto camino para otros muchos lazos de colores solidarios», afirman orgullosos los autores, que no lo registraron para favorecer su difusión.

En España el lazo más cargado de contenido político fue el azul, prendido a la causa por la liberación del ingeniero Julio Iglesias Zamora, secuestrado por ETA en 1993. Propuesto por Gesto por la Paz y otras organizaciones pacifistas, al principio tenía forma de A (de 'askatasuna', libertad) y volvió a ser utilizado durante el cautiverio de José María Aldaia, José Antonio Ortega Lara, Cosme Delclaux y Miguel Ángel Blanco.

Significado cambiante

Después vendrían el lazo rosa en solidaridad con el cáncer de mama, el morado de reivindicación feminista, el blanco por la paz y el negro por las víctimas del 11-S. Los pequeños bucles de tela se despegaron de las solapas o las camisas y se adaptaron a las antenas de los coches, se agigantaron para lucirse en las fachadas de edificios o se formaron con personas vestidas de un determinado tono.

El código de colores abarca una amplia gama con decenas de matices, en su mayor parte asociados a la solidaridad con los afectados por enfermedades o injusticias. La polisemia -es decir, un mismo significante para varios significados- es habitual y, así, el lazo amarillo que en Cataluña implica adhesión a la causa independentista es el emblema más utilizado y expresa unas veinte cosas distintas en otros tantos lugares. «Como estrategia de comunicación tiene sus riesgos, especialmente a la hora de la internacionalización, porque los símbolos no son transculturales. No sé cómo se lo habrán tomado en Alemania», advierte Óscar García Luengo, profesor de la Universidad de Granada experto en comunicación política.

«El lazo rojo de concienciación del sida es conocido en todo el mundo» «

Visual Aids Artistas

No solo eso. El significado puede cambiar a lo largo del tiempo o ser usado con intenciones perversas para campañas distintas a la original. En 2007, el PP intentó capitalizar la fama del lazo azul para criticar al Gobierno de Zapatero por atenuar la prisión del etarra De Juana Chaos, lo que enfadó a los promotores.

Algo que también ha ocurrido en Cataluña. «El lazo amarillo empezó siendo un símbolo de solidaridad con los presos, pero poco a poco se ha ido convirtiendo en el símbolo político del independentismo y en los últimos tiempos también en un símbolo de agresión, de exclusión del otro», señala Jordi Canal, autor de 'Historia mínima de Cataluña' (ed Turner, 2015), en alusión a los ataques a sedes del PP, PSOE y Ciutadans o a la casa del juez Llarena.

Los expertos discrepan sobre la eficacia de estos emblemas. «El lazo es una forma barata de difundir la causa entre la gente y mantener la visibilidad en la agenda mediática, sobre todo para la televisión. Tiene un efecto multiplicador, pero no creo que la gente se haga independentista por eso», opina García Luengo.

«Fue una ocurrencia de mesa de café y luego la revistieron de historia», explica Canal, profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. A su juicio, con éxito: «Los símbolos movilizan las emociones y los sentimientos, y de eso estamos hablando en el 'procés', porque argumentos racionales no hay. Inundando todo de lazos amarillos los independentistas están diciendo: 'La calle es nuestra'. Han sabido tocar esa fibra y han ganado».

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