Secciones
Servicios
Destacamos
Tim Bouquet/ XLSEMANAL
Lunes, 16 de abril 2018, 12:52
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
No hay mucha gente que lleve puesto un chaleco antibalas cuando entra en una Iglesia, pero James Bevan no iba a encontrarse con Dios.
Iba en busca de armamento. Corría el año 2016, y la iglesia católica de San Jorge en Qaraqosh (Siria) había sido saqueada. Las paredes estaban emborronadas con pintadas islamistas. La ciudad acababa de ser liberada por los iraquíes durante su ofensiva contra el Estado Islámico y su bastión en Mosul, a poco más de 20 kilómetros. Bevan, de 40 años, no tardó en localizar el arsenal: una caja con municiones. Fotografió el número de lote del fabricante. «Munición procedente de un país de Europa del Este, fabricada en 2009». Tomó nota de cada cohete, proyectil de mortero y fusil ametralladora. También había armas que Estados Unidos había vendido legalmente a los grupos sirios que luchan contra el presidente Al-Asad; en algún momento habían cambiado de manos y habían ido a parar al ISIS.
¿Cómo se explicaba el fenómeno? Por requisas hechas en el campo de batalla, por combatientes que se habían pasado de bando, por redes contrabandistas…
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.