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F. OLMOS
Jueves, 10 de agosto 2017, 13:12
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La historia nutrió a los diarios y televisiones francesas durante días. Y es que las circunstancias en torno a la muerte de estos dos amigos en el pueblo de Authon-du-Perche eran cuanto menos extrañas. Dos hombres fueron encontrados muertos tras una cena en común sin ningún rastro de violencia ni ninguna pista que pudiese revelar qué pasó.
Olivier Boudin, de 38 años de edad, y Lucien Perot, de 69, decidieron 'pegarse un homenaje' con una buena y copiosa cena en casa de éste último compuesta por una barbacoa, alubias enlatadas, queso camembert y un buen vino. Al día siguiente, una vecina de Perot les vio en la terraza tras amanecer y pensó que estarían durmiendo la borrachera.
La vecina continuó con sus quehaceres pero volvió a verlos en torno al mediodía, por lo que decidió despertarlos para que no sufriesen una insolación ahí tumbados bajo el sol. «Grité el apodo por el que todos conocíamos a Perot, pero no se movían», cuenta la mujer a los medios locales. Fue entonces cuando se acercó y, al tocarlos, se percató de que habían muerto.
Las autoridades locales se enfrentaban entonces a un misterio. Dos muertes simultáneas, sin aparente explicación y sin ninguna prueba visible. Tras las primeras pesquisas la gente del pueblo se mostraba clara: el doble suicidio no parecía una hipótesis a seguir, el asesinato tampoco. ¿Una intoxicación alimenticia?
Sin embargo, el análisis reveló que la comida estaba perfectamente. ¿Entonces? Hubo que esperar a los resultados del forense para revelar la incógnita, y aún así parece digna de un relato de misterio. En la garganta de Perot se encontró un trozo de filete que provocó su asfixia y su amigo Boudin había muerto por un infarto.
Por increíble que parezca, un amigo comenzó a atragantarse con la comida y a asfixiarse, ante lo cual el otro sufrió un infarto por la impresión. Ninguno pudo ayudar al otro y ambos fallecieron en total silencio aquella tranquila noche de cena en la terraza.
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