Sueños y fracasos que viajaron por correo

Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellán dan vida a este montaje que volvió a las tablas quince años después del estreno de la obra en la gran pantalla y que ahora continúa tan vivo como cuando A.R. Gurney lo escribiera en 1988.

Y en plena era digital sigue funcionando una historia basada en algo tan obsoleto como las cartas de amor, esas que ya muy pocos románticos escriben, y que otros solo hemos conocido por el relato de nuestros familiares. Quizá esta funcione por evocar aquel placer de abrir el buzón y devorar -o saborear, según el ansia de cada uno- palabras que decían mucho o la confortable sensación de parar por un instante a pensar en el destinatario. Una obra para nostálgicos que quieran revivir el pasado, para que jóvenes traten de ahogar la curiosidad por lo que no han vivido y para amantes de las historias de amor, atracción y cariño que existieron, existen y existirán y se alimentarán de señales de humo, misivas o whatsapps.

Para contar este relato, una sencilla escenografía invita a compartir a los actores un alargado sofá. Ellos, sentados cada uno en un extremo y sin cruzar la mirada en los 90 minutos que dura la función, encarnan a Melissa Gardner y Andrew Makepeace Ladd III. Así leen los manuscritos que recogen toda una vida.

Unidos en su infancia debido a la amistad entre sus familias, su correspondencia comenzó cuando tenían ocho años, con un agradecimiento por una felicitación de cumpleaños.

Con el paso del tiempo, sus caminos se separaron aunque permaneció la conexión por correo mediante postales enviadas desde sus lugares de veraneo. Las cartas se sucedieron y fueron testigo de la atracción entre ambos y también de cómo el destino no quiso juntarlos, al menos durante una gran parte de sus vidas.

Una trayectoria exitosa, la de Andrew, soldado en la guerra, abogado y posteriormente político en el Senado en Estados Unidos, frente a una vida tumultuosa, la de Melissa, con un matrimonio destrozado, que coquetea con el arte y los gigolós, se deja llevar por el alcohol y no mantiene una sencilla relación con sus hijos.

Un ejercicio de imaginación para el espectador será esbozar en sus pensamientos a aquellos que un día fueron tiernos niños y comenzaron una emocionante historia.