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ALBERTO FRUTOS
Viernes, 9 de febrero 2018, 01:11
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Su nombre nos impulsa hasta los recuerdos pintados en cuerda de aquella fábrica perdida en California donde la producción de guitarras Fender suena a nostalgia y tradición. Su sonido nos lleva de la mano hacia el pasado y el futuro, musicalizando los horizontes que quedaron por el camino y los destinos que están por llegar. Su discografía resplandece como una carretera lista para ser conquistada, quemar neumático mientras se tararea el golpe de una batería, el rugido de una guitarra o la elegancia de un bajo. Y, por último, aunque probablemente deberíamos haber empezado por este punto, culpa mía, su trayectoria de más de dos décadas nos lanza un mensaje claro y evidente: Los Coronas siempre han tenido claro lo que querían decir y la forma en la que querían decirlo. La banda liderada por Fernando Pardo, una de las grandes figuras del rock español, y David Krahe, un tipo capaz de arrancar el genio de cualquier género que caiga en sus manos, lleva desde comienzos de los noventa apostando con firmeza por un discurso instrumental en el que la palabra brilla por su ausencia de la mejor manera posible, sin que el oyente la eche de menos ni un segundo. Sencillamente, y aunque parezca increíble, los versos funcionan mejor como fantasmas a los que nos toca a nosotros poner nombre que como evidencia literaria a la que agarrarnos para comprender lo que sucede en tres, cuatro o cinco minutos de vida eterna. Porque eso es lo que dura una canción perfecta, algo que existe, y en no pocas cantidades, a lo largo de una discografía en la que resaltar un trabajo por encima de otro cuesta. Y es injusto. Pero, aunque solamente sea por lo contemporáneo del acierto, es obligatorio detenerse en 'Señales de humo', última parada de esta ruta que empezó con ecos de surf y ya está instalada, definitivamente, más allá de lo específico. Todo vale y todo suma en un disco de diecisiete canciones publicado en estos días en los que el tiempo no sabe rimar las prisas con las pausas. Corre más que el de al lado y no mires atrás. Los Coronas, mientras tanto, a otra cosa. A lo suyo. ¿Mejor imposible? Quitemos signos de interrogación. Estamos ante un recorrido apasionante por Latinoamérica, África, Europa y Estados Unidos en el que conviven en son de paz el rock and roll y el vals, la ranchera y la rumba, la selva y el western. Un viaje a gastos pagados en el que, por si fuera poco, terminamos llevándonos casi una veintena de recompensas. Antes de que se suban al escenario de la sala REM junto a La Farándula, banda cartagenera enamorada de los sonidos del mar y la cantina a la que conviene prestar especial atención, charlamos con David Krahe.
Cuándo Viernes 9, a las 22.30 horas
Dónde: Sala REM
Cuánto: 15 /18 euros.
Completa: La Farándula
-Dígame la verdad, un disco tan heterogéneo y variado como 'Señales de humo' es una trampa para que los periodistas nos quedemos sin opción de usar etiqueta alguna cuando hablemos de él, ¿no?
-En realidad es una vía de escape y una forma de alejarte de la fórmula más autocomplaciente, la de las canciones que te salen sin ningún esfuerzo. En términos musicales, el género del surf es tirando a limitado; por eso, desde hace muchos años, nosotros vemos más a Los Coronas como un grupo de rock and roll instrumental. Es un ligero matiz, pero es importante, porque se trabaja con otros ritmos y otras armonías. En 'Señales de humo' también hay canciones con un rollo muy folclórico. De hecho, los estilos que mejor modulan nuestra relación con la música son el folclore hispano y el rock and roll americano más clásico. Una mezcla de ritmos autóctonos y melodías importadas del otro lado del océano.
-Diecisiete temas originales en estos tiempos donde todo va tan rápido y la gente tiene cada vez menos paciencia para sentarse a escuchar tranquilamente un disco, ¿cuánto cree que tiene de temeridad y cuánto de ejercicio sano de ambición artística?
-Tuvimos muchas dudas. Pensamos hacer una selección, pero luego nos dimos cuenta de que si no tirábamos en este momento con la idea del doble, a lo mejor no lo hacíamos nunca. Somos conscientes de que hoy en día la relación con la música se articula de otra manera, pero precisamente por eso sabíamos que, por lo menos, llamaríamos algo más la atención. La ambición temeraria es la más sana de las ambiciones artísticas.
-¿La madurez y la experiencia es el mejor camino para llegar hasta el atrevimiento? ¿Se van perdiendo miedos por el camino?
-Puede ser. Los Coronas al principio éramos pura ortodoxia musical, desde luego. Estuvimos mucho tiempo preocupados exclusivamente por los aspectos más formales del rollo surfero: los instrumentos adecuados, los amplificadores, el tipo de púas, la indumentaria, la imagen... Con el paso del tiempo hemos pasado de la ortodoxia extrema a una heterodoxia mucho más desinhibida. El miedo a hacer algo distinto casi siempre es una consecuencia de la ignorancia.
-Ustedes son una de las pocas bandas que cuentan con la práctica totalidad de los derechos de sus canciones. ¿Hasta qué punto consideran importante que un artista tenga el control de su obra?
-Es muy importante, pero nosotros somos un rara avis. Somos como un grupo bisagra entre dos épocas con maneras muy diferentes de trabajar. Hoy en día es muy complicado para un grupo mantener el control total de los derechos de su obra.
-¿La letra pequeña de los contratos es lo que siempre ha marcado el mercado musical?
-El petardeo es el compás que más se marca en el mercado musical, y el mercadeo de la letra pequeña de los contratos es la imprudencia que esperemos que acabe con los fraudes de la SGAE en los últimos años.
-¿Cómo se convence a la industria para que se atreva a apostar por un disco instrumental de diecisiete temas?
-La clave está en mantener al grupo tocando. La industria musical se construye sobre dos pilares: el marketing y el management. Uno consiste en vender cosas innecesarias a la gente y el otro sirve para mantener operativos a los artistas que no pueden más. A la industria hay que intentar engañarla, decirle que estás dispuesto a plegarte a sus intereses para luego intentar hacer lo que quieras. De ese juego de equilibrismo dependen tu tranquilidad y tu felicidad como artista.
-Por último, desde la publicación de 'Señales de humo', han comentado en alguna ocasión que este disco supone el cierre de una etapa. ¿Si hablamos de despedida nos estaríamos poniendo demasiado melodramáticos?
-Si lo piensas, nuestros dos discos anteriores invitaban a pensar en una despedida: 'El baile final' y 'Adiós Sancho', pero al final nada de nada. Así que basta que este no lleve título apocalíptico para que todo el mundo piense que puede ser el último, quizá porque venimos de un descanso prolongado o porque representa un buen resumen de todo lo que hemos hecho hasta ahora. No sabemos, pero, en cualquier caso, sí es cierto que para nosotros cierra una trilogía.
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