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Una cabra montés junto a un grupo de arruís.
El regreso de los ungulados silvestres

El regreso de los ungulados silvestres

Una de las recuperaciones más espectaculares es la de la cabra montés

JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ ZAPATA Y SERGIO EGUÍA. PROFESOR DE ECOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD MIGUEL HERNÁNDEZ Y GERENTE DE MENDIJOB SL

Martes, 10 de enero 2017, 21:40

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Los ungulados silvestres constituyen un grupo de vertebrados emblemático que comienzan a recuperarse de décadas de persecución humana. En la Región de Murcia este proceso fue particularmente intenso y llevó a la extinción o cuasi extinción de la mayoría de las especies a principios del siglo XX, tal y como describen de forma detallada Miguel Ángel Sánchez y Miguel Ángel Esteve (2000). Desde entonces, se ha venido produciendo un proceso de recuperación que es común en el contexto nacional y europeo.

Una de las recuperaciones más espectaculares es la de la cabra montés. Esta especie era abundante y bien distribuida hasta el siglo XVI, cuando empieza a rarificarse hasta el punto de mantener solo algunos rebaños aislados en el Noroeste de Murcia. Desde entonces, ha ido progresivamente recolonizando las sierras de la Vega Alta y Media del Segura (Molino, Oro, Ricote), las del centro de la Región (Espuña, Cambrón, Burete...), Lorca (Gigante, Almirez), Altiplano (Buey) e incluso las sierras prelitorales.

También ha sido sorprendente la capacidad recolonizadora del jabalí, del que se deja de tener referencia a mediados del siglo XIX y que ha sido capaz de recolonizar prácticamente toda la Región desde la cima de Revolcadores a las playas de Calblanque.

El ciervo llegó a extinguirse a mediados del siglo XIX de sus últimos reductos en los montes de Caravaca y Cehegín. Pero, a finales del siglo XX, comenzó a recuperar parte de su antiguo territorio, aparentemente a partir de individuos escapados de cercados cinegéticos. Ahora es relativamente abundante en algunos enclaves del centro de la Región (Cehegín, Cieza) y más escaso en el Noroeste.

En cambio, el corzo, extinto al inicio del siglo XX, es la única especie que no se ha recuperado todavía, aunque su expansión en buena parte de la Península, incluso en áreas cercanas como Albacete, podría a medio o largo plazo favorecer su recolonización.

Además de estas especies de ungulados autóctonos, la Región acoge otras especies introducidas; algunas como el arruí, con poblaciones importantes y bien distribuidas en el centro de la Región; o el gamo y el muflón con pequeñas poblaciones asociadas a escapes de cercados cinegéticos. Muchas de nuestras montañas las comparten con ungulados domésticos (cabras y ovejas) con las que contribuyen a modelar nuestros paisajes.

Los ecosistemas mediterráneos han evolucionado con la acción de elementos clave como los ungulados silvestres. Son especies de tamaño medio-grande, importantes para el funcionamiento de los ecosistemas. Los ungulados aportan numerosos servicios relacionados con la regulación de la vegetación, el mantenimiento de pastos, la dispersión de semillas, la caza, la observación de la naturaleza... De hecho, lo raro era que durante décadas nuestras montañas careciesen de estas especies y parece que nos habíamos acostumbrado a su ausencia. Tanto es así que a poco que empiezan a recuperarse nos parecen sobreabundantes y fuente interminable de conflictos.

En los últimos meses, nos hemos sorprendido con noticias cada vez más frecuentes sobre los efectos negativos de la fauna sobre la agricultura, la seguridad vial, la salud pública e incluso sobre la conservación de la biodiversidad. Como si ungulados, conejos y hasta abejarucos supusiesen un grave problema para nuestra supervivencia y nuestra naturaleza. Consideramos que estos conflictos requieren de una evaluación científica previa, con el fin de no generar alarmas infundadas más allá de problemas localizados.

Debemos convivir con estas especies que habitaron Murcia antes que nosotros y que únicamente buscan los escasos huecos que les hemos dejado. Y disfrutar del regreso de estos magníficos animales.

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