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Una manada de arruís o muflones del Atlas campan por una escarpada zona del Parque Regional de Sierra Espuña.
La fauna silvestre se 'come' el campo

La fauna silvestre se 'come' el campo

El incremento del número de ungulados y otras especies cinegéticas perjudica a la biodiversidad y causa grandes pérdidas en explotaciones agrícolas de la Región

Pepa García

Martes, 22 de noviembre 2016, 22:51

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Las poblaciones de grandes mamíferos ungulados silvestres -jabalíes, ciervos, gamos, muflones, corzos, arruís y cabras montés- y de medianos mamíferos herbívoros -conejos y liebres- han aumentado de forma considerable en los últimos años. Las causas, apuntan desde la Consejería de Medio Ambiente, son tanto el abandono del medio rural, como el incremento de las masas forestales y, sobre todo, la ausencia de depredadores que ejerzan un control natural sobre las poblaciones de estas especies que, en buena parte, se han asilvestrado tras escaparse de los límites de cotos de caza en los que fueron liberados para llevar a cabo la actividad cinegética.

Paradójicamente, el aumento de las poblaciones de estas especies, en su mayoría autóctonas, lejos de traer beneficios para los ecosistemas agroforestales de la Región, están provocando perjuicios que se agravan con la persistente ausencia de lluvias y la consiguiente disminución de la disponibilidad de alimento. Una conjunción de elementos que está provocando daños a la biodiversidad, pero también y sobre todo a las explotaciones agrícolas de la Región, de las que se han visto afectadas en el último año «unas 14 hectáreas», estiman desde la Dirección General de Desarrollo Rural y Forestal; y, como ya contamos en las páginas de 'La Verdad', también está perjudicando seriamente a la seguridad vial en nuestras carreteras.

Sin un censo oficial que establezca el número de jabalíes que campan a sus anchas por la Región, el director general responsable, Federico García Izquierdo, estima que «teniendo en cuenta estudios realizados para España, la población de la Región está en torno a 34.200 ejemplares de jabalíes». El número «se ha triplicado en la Región», asegura, a lo que contribuye, por un lado, su alta capacidad de reproducción -entre los 8 y 24 meses las hembras son maduras sexualmente y tienen entre 2 y 10 rayones (crías)- y, por otro, las dos temporadas de cría , posibles por la alta disponibilidad de alimento, «en ocasiones suministrado artificialmente en los cotos», detalla Matías García Izquierdo, técnico de Medio Ambiente de la Región en un artículo para la revista 'Foresta'.

Incremento de capturas

La voracidad del jabalí y el hecho de que es una especie omnívora están perjudicando a la fauna y flora silvestre. Todo pese a que en los últimos años también han aumentado las capturas, tanto como práctica deportiva (caza) -4.073 ejemplares en 2013; 4.044, en 2014 y 5.713, en 2015 (un 41% más que el año anterior)- como abatidos por los daños causados en explotaciones agrarias -237, en 2013; 515 en 2014; y 553 fruto de los 284 permisos concedidos en 2015-. «Como se puede ver en los permisos emitidos por daños, el incremento de la población y de los daños ha sido considerable en estos últimos 3 años», aseguran desde Desarrollo Rural y Forestal. Así, entre 2013 y 2015, han crecido un 133% el número de jabalíes abatidos por esta causa en la Región.

«Está provocando daños en la fauna silvestre amenazada y en otras especies cinegéticas», reconocen desde Desarrollo Rural y Forestal. «Su dieta es preferentemente vegetariana, pero también le gusta la carne y aprovecha para comer pequeños vertebrados como anfibios y roedores (ratones, topos,...), gazapos, invertebrados (gusanos, insectos, bivalvos, caracoles,...), huevos de pájaros que nidifican en el suelo, como aves acuáticas y esteparias, y hasta carroña», detalla García Izquierdo.

«El jabalí se dedica a hozar y levantar piedras toda la noche y se come todo lo que le entra por la boca y, como es una plaga sin enemigos naturales, acaba con multitud de pequeños animales como invertebrados, reptiles y anfibios, sobre todo, y también con las tortugas pequeñas y medianas, cuyos caparazones es capaz de triturar con sus mandíbulas», aclara Eduardo Escoriza, presidente de la Asociación Herpetológica Murciana (Ahemur).

En cuanto a la cabra montés, especie considerada autóctona, que tampoco cuenta con depredadores que reduzcan sus poblaciones y tiene una alta capacidad reproductiva, su población «se ha incrementado considerablemente, igual que los daños que provoca, en los últimos dos años», lo que ha llevado a la Dirección General a autorizar la eliminación de ejemplares en 8 casos, con el resultado de 10 cabras abatidas y, «en 2016, se espera conceder un mayor número de permisos», avanzan desde Medio Ambiente. Actualmente, estiman que hay una población de unos 1.200 ejemplares, que se han expandido hasta los montes de Jumilla, Ricote, Sierra Espuña, Burete, Lavia, Cambrón y sierra del Gigante.

Sin tasas

Por el momento, además de estos permisos excepcionales por daños, Desarrollo Rural y Forestal pretende contribuir al mayor control de la población de ungulados con medidas como la autorización para cazar jabalí, «tanto en cotos de caza mayor como en los de caza menor, sin limitación en ninguna modalidad, salvo la de cazar hembras seguidas de rayones; la ampliación de los periodos de caza en las distintas modalidades, en especial, en aguardos o esperas nocturnas (casi todo el año); y la eliminación de las tasas de la modalidad (26,29 euros) y del complemento de matrícula de caza menor a caza mayor (0,46 euros por hectárea del coto)». También frente a la cabra montés se han adoptado medidas especiales, como la de permitir su caza en cotos de menos de 500 hectáreas, «cuando se constata que existen daños en las inmediaciones», y aumentar el cupo de animales que se permite cazar, detalla el director general de Desarrollo Rural y Forestal.

Alimentar a la fauna

Sin duda, los principales perjudicados por el incremento de las poblaciones, tanto de ungulados silvestres como de otras especies cinegéticas como conejos o liebres, son los agricultores. Según los datos de Medio Ambiente, los de Lorca (56 explotaciones), Ricote (36), Cieza (35), Cehegín y Totana (18) son los más perjudicados por las incursiones de la fauna silvestre. «En los años en que los frutos del bosque y la vegetación escasean, tanto los jabalíes como las cabras, los ciervos o los arruis, acuden a los cultivos más próximos para proveerse de alimentos y de agua, ya que es un elemento fundamental en su dieta, porque ingieren gran cantidad de alimentos secos», explica García Izquierdo.

Así, explican Pedro García y Francisco Gil de Coag, las quejas son permanentes en las reuniones que celebran los agricultores. «Se ha convertido en un problema generalizado a nivel nacional y en una pesadilla para los seguros agrarios», apunta Pedro García. De hecho, cuenta Francisco Carreño, presidente de la DO Bullas, que este año ha perdido más del 75% de la producción de sus 15 hectáreas de viñedo ecológico, «unos 40.000 kilos de uva». Una consecuencia del «desequilibrio, alimentado por la desidia y la ignorancia», lo que le ha supuesto la pérdida de «unos 10.000 euros en la cosecha de esta temporada, además de que la uva que ha quedado la he tenido que vender como de segunda, porque los jabalíes la han dejado tocada», explica sobre sus viñedos de la sierra de Burete. Y añade Carreño que no solo se comen las uvas, sino que rompen los brazos de las viñas, que están a pie de tierra. Lo mismo le ocurre a Bartolomé Muñoz: «Alimentamos al conejo y a la perdiz; los jabalíes nos rompen las instalaciones de riego por la necesidad de agua que tienen y ya no es solo en zonas próximas al monte, está ocurriendo a apenas 4 km del núcleo de Jumilla: se comen peras, uvas y almendras», afirma. «Todo lo que pillan».

Las quejas de los agricultores también alcanza a los ciervos, que «golpean los árboles y rayan las cortezas con sus cornamentas para comérselas», añade Francisco Gil, de Coag. Que suma a la fauna que provoca daños en las explotaciones agrícolas las aves. «El abandono de cultivos, unas 20.000 hectáreas según los datos del último estudio realizado por la UMU, y la reducción en los usos de fitosanitarios han aumentado la población de aves, que son muy bonitas pero causan daños. Por ejemplo, el abejaruco, una especie protegida, está esquilmando las colmenas de abejas». Un perjuicio que, asegura, se suma a la crisis apícola por la ausencia de floración a causa de la sequía.

Tampoco es menor el daño que, aseguran, causan los conejos, que acuden a las plantaciones hortofrutícolas de regadío a proveerse de alimento. «Ya no es que se coman el brócoli, es que destrozan las pellas», afirma Gil, que asegura que, en zonas como el Guadalentín, los agricultores tienen que hacer frente a «costes impresionantes» para instalar mallas especiales que les impidan el paso y que deben reponer todos los años.

Responsabilidad compartida

«Hay un denominador común, que son los cotos de caza», advierte Gil, y los datos de que dispone la Dirección General le dan la razón. «La Administración tiene que entrar a tomar medidas. Hace falta un parón para reflexionar», conmina Gil. Y recuerda que la nueva situación de la naturaleza -se refiere a su recuperación- no puede ir a costa de los agricultores. «Solo con la escopeta no se arreglan estos problemas. Tiene que haber un plan de gestión integral, un planteamiento global. Todo el mundo quiere medio ambiente, pero ¿quién paga esos daños?», plantea.

Según explica, se ha puesto sobre la mesa que todos los seguros de responsabilidad civil lleven incorporada una cantidad que haga frente a ese gasto que ahora recae solo en agricultores y apicultores y sirva para compensarlos. «La sociedad tiene que involucrarse. No puede tener un espacio gratuito demandándome a mí -se refiere a todos los agricultores- que lo cuide», considera Gil.

Caso aparte es el del arrui, sobre el que Gil recuerda que su erradicación, a la que la sentencia del Tribunal Supremo obliga, está encima de la mesa de los responsables medioambientales, que deben diseñar un plan para acabar con su presencia en la Región.

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