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Pedro Cano, en a la acequia del Huerto del Zurdo, en la ribera del Segura (Blanca). GUILLERMO CARRIÓN / AGM
Pedro Cano: «No por tener más somos más felices ni más ricos»

Pedro Cano: «No por tener más somos más felices ni más ricos»

«Sería importante que, en la escuela, a los niños se les diese información de que vivimos en un paraíso», afirma el pintor

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Martes, 22 de mayo 2018, 22:01

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El pintor Pedro Cano (Blanca, 1944) todavía se sorprende de la belleza que encierra la huerta que baña un Segura poderoso y limpio a su paso por Blanca. Tras una semana agotadora que remató el Día Internacional de los Museos 'Pintando el río', una sesión guiada al natural y dirigida a los niños, hoy le acompañamos a su rincón favorito de la Región: el Huerto del Zurdo. Allí pinta sus famosos limones, sus granadas reventonas, sus ostentosas rosas y sus maduros higos.

-El patrimonio cultural es muy importante en su obra, pero también la naturaleza. ¿Por qué le inspira?

-Porque es lo más bello y vivimos en una parte del mundo especial... Yo tengo limones tres veces al año aquí. Esta especie de ciclo continuo de la vida me parece tan bonito, tan importante... Para mí, el hecho de estar esperando a ver cómo maduran los frutos, cómo aparecen las flores que luego serán fruta... es esencial. Además, lo que más me gusta es estar siempre un ojo puesto en el huerto para pintarlo.

-En esta sociedad tan despegada de la naturaleza, ¿qué es lo que más lamenta de lo perdido?

-Fíjate, a mí lo que más pena me da de nuestra Región, y más de la ciudad de Murcia, es que estaba llena de acequias que han desaparecido mientas hay ciudades conocidas, como Venecia o Teherán, llenas de agua y acequias por todos lados. Qué maravilla sería que Murcia hubiera conservado ese patrimonio de estar atravesada por el agua. Yo me acuerdo que, cuando era muy pequeño, en el barrio de San Andrés, en Murcia, a las calles salían los limones y las buganvillas de los patios. Y, poco a poco, en pro de una modernidad que nunca he entendido bien, se han talado los puentes con la naturaleza. Cuando se corta un árbol, no nos damos cuenta de que lo que estamos cortando es respiración, mejor vivir,...

-¿Y cree que hacemos lo suficiente por conservar la naturaleza?

-Yo creo que antes, por una parte, esto era el pan de mucha gente. Por otra, había una relación casi espiritual con el huerto. Eso está completamente descartado. Se ha cambiado la mentalidad de todo. Va a ser muy difícil volver a conquistar ese concepto.

-La entrevista transcurre dando un paseo por el huerto del Zurdo, su abuelo Jesús Cano Carrillo, y sus respuestas se interrumpen a cada paso.

-Mira, allí hay trompetas y una cosa muy divertida, uno de los retretes de toda la vida de la huerta, el agujero. Mira que nisperero [señala mientras pasamos junto a la acequia]. Están buenísimos. Luego os lleváis unas ramas para probarlos, ya veréis.

-Unos pasos más adelante, entre los floridos rosales, el aroma que desprenden le recuerda las limas.

-Venid. Este es un agrio muy especial. Son limas. Mira que aroma. Con la corteza te puedes hacer el mejor té del mundo, fíjate que piel. Ahora solo interesa que sea fruta muy temprana o fruta muy tardía. Yo creo que esto tienen que gastarlo mucho Christian Dior o Hermes, ¿no te recuerda a los perfumes franceses? Y, cuando me voy de aquí, me llevo siempre a Roma ramas de mi laurel. Que sea mío, me gusta mucho.

-Los artistas tenéis una sensibilidad especial. ¿Qué siente cuando ve la degradación del Mar Menor?

-Durante muchísimos siglos las cosas han estado ahí y hemos estado participando de ellas y gozando de ellas. Pero se ha empezado a hacer lo que no tenía que haberse hecho y ha sido tal el volumen..., que mira lo que está pasando en el mundo. Yo, el color más feo del mar lo he visto en la India; para llegar a la Isla Elefantina, el mar es color chocolate, está hecho polvo.

-La imagen le recuerda a sus muchos viajes a la India y comenta la relación tan natural que los habitantes de Benarés tienen con la muerte, y con el Ganges. Asegura que Delhi cada vez le interesa menos. Y recuerda la locura de Bombay, los mercados y los dramáticos burdeles con niñas de pocos años esperando a que llegue un cliente...

-Y hay un mercado, muy interesante, construido por los ingleses y un aire estilo Tudor, con tiendas muy pequeñas. Allí vi una cosa nunca vista. La carne que allí venden es poca y siempre tiene una connotación un poco dramática. Hay una zona enorme donde la cortan, que tapan a la vista. Y tienen una colonia de cuervos. Ellos no limpian nunca y, cuando cierran, dejan que entren los cuervos y limpian lo que ha quedado.

-¿Cómo cree que podríamos tomar conciencia de la importancia del medio natural?

-A través de la educación, es la base y lo más importante. No creo que en el momento que vivimos, con el señor Trump, por ejemplo, se pueda pensar mucho en eso. Porque esta gente no se da ni siquiera cuenta del maltrato que estamos dando a las cosas.

-¿Cuál le parece el mayor problema que tiene el planeta?

-Pues eso, que no nos hemos dado cuenta de que si no hacemos lo posible por respetarlo, por no violentarlo... Por ejemplo, cortar un árbol sin poner otro es una locura porque el oxígeno que necesita el hombre nace de ahí. Sería muy importante, en una Región como Murcia, que igual que hay pocos lugares en el mundo en los que se usa el agua como aquí, donde no se malgasta ni una gota de agua; nos convirtiéramos en referencia del mundo.

-¿Qué le ha impactado últimamente?

-Pues mira, en Anguillara, donde yo vivo en Italia, había 6.000 habitantes cuando llegué y un lago en el centro del pueblo. Ahora viven 20.000 personas y el pueblo ha crecido tanto hacia las afueras que hay gente que no sabe ni que existe el lago. Pero, además, ha pasado una cosa tremenda. El año pasado, como en Roma y en 74 pueblos de la zona faltaba agua, empezaron a chupar y unos 15 metros del lago habían desaparecido.

-Personalmente, ¿qué hace para contribuir a salvar el planeta?

-Yo intento reciclar todo lo que puedo. Una cosa que aprendí en Roma. Es muy pesado, pero sabes que estás contribuyendo. Porque esas islas inmensas de plástico que hay en los océanos o los animales marinos que se los comen... Y hago lo posible por comprar en el mercado las cosas a granel y sin envoltorio. En Roma todavía es una tradición. Eso creo que es muy importante.

-¿Qué consejo daría?

-No por tener más cosas somos más felices ni más ricos. Decía Calvino que no se puede separar el infierno del paraíso, hay que saber lo que estás viviendo y contaminarte lo menos posible con ese horror que nos está acorralando continuamente. Y, sobre todo, que con tu pequeño ejemplo puedas contribuir a que la gente sea más consciente de que se puede vivir un poco mejor teniendo menos cosas.

-¿Tiramos demasiadas cosas?

-La cantidad de descartes es tremenda. Los grandes restaurantes están intentando poner en valor esos descartes. Hace 20 años, en un restaurante en Ibiza, nos pusieron de comer las cortezas de las patatas. Y pensé: '¡qué bonito!'. Y el chef de Aponiente [Ángel León] está haciendo con todos los descartes de pescado cosas increíbles. Además, la piel del pescado está llena de colágeno y sienta bien a la piel humana.

-Y el Valle de Ricote, ¿está bien?

-Tiene muchos problemas. A mí una vez me echaron del Ayuntamiento porque me opuse a un proyecto que quería hacer edificios de 6 plantas. Me llamaron retrasado y me dijeron que solo me gustaban las cosas antiguas. La Morra, de Villanueva, es horrible. Si yo tuviese poder, pondría, de Ulea hacia adelante, un muro verde para que desde la carretera no se viera eso. Habría que preguntar al promotor quién le dio valor para hacer ese horror. Además, están casi todas las casas vacías y ha perjudicado mucho a Archena. Deberíamos ser más activos. Aquí en mi pueblo, hay pasos de toda la vida que algunos propietarios han interrumpido. Ahora, el Ayuntamiento está intentando recuperarlos. Pero yo voy a cumplir 75 años el año que viene y pienso por qué no hay gente joven ahora. Hay que saber dónde vivimos. El Valle de Ricote debería ser Patrimonio de la Humanidad, pero no se ha propuesto porque se han hecho tantas cosas erróneas... Sería importante que en la escuela a los niños se les diese información de que vivimos en un paraíso.

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