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Un apicultor examina de cerca uno de sus panales para detectar la presencia de varroa.
El vampiro que acecha dentro de los panales

El vampiro que acecha dentro de los panales

Corren tiempos muy duros para la abeja ('Apis mellifera') en la Región, al igual que en el resto de España, Europa y Norteamérica. Las colonias salvajes ya están prácticamente extinguidas y las colmenas mueren a millares: 30.000 en los campos murcianos durante el invierno de 2011/2012, según el sindicato Coag, que representa a la mayoría de los apicultores murcianos. Tal mortandad llega hasta el punto de comprometer la polinización de cultivos como el del almendro, el más extenso en la Región.

JUAN CARLOS HERNÁNDEZ

Viernes, 17 de junio 2016, 09:45

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Bayer diseña un sistema para frenar al ácaro varroa, un parásito que está detrás de la desaparición de 30.000 colmenas al año en los campos murcianos

Con el cambio de siglo, la cabaña apícola de Murcia se mantenía siempre por encima de las 100.000 colmenas. Desde 2006, oscila entre 67.000 y 78.000 colonias -una vez descontadas las miles que desaparecen-, que están en manos de 437 apicultores (en los años ochenta había 600). El año pasado, la Consejería de Agricultura censó solo 70.380 colmenas tras la mortandad cifrada por Coag.

¿Por qué mueren las abejas? Los expertos hablan de una fatal combinación de factores para el llamado Síndrome de Despoblamiento de Colmenas, que suele producirse por estas fechas (finales de verano y otoño): abuso de plaguicidas, menos diversidad de polen (favorecido por herbicidas y sequías), contaminación, virus, hongos y ácaros. Pronto se sumarán las avispas asiáticas ('Vespa velutina'), que ya colonizan el norte de España. Pero de entre todos estos enemigos destaca el ácaro 'Varroa destructor', principal responsable de la mayor crisis de la apicultura europea, según la mayoría de los entomólogos.

El ácaro varroa es un parásito que se asemeja a un cangrejo buey sin pinzas, cuya hembra se alimenta de la hemolinfa (equivalente a la sangre) de abejas obreras, zánganos y ninfas. Esto es, actúa como una garrapata del tamaño de un plato sopero si se traspolara a un ser humano.

Despoblación

El parásito también es portador de enfermedades, puesto que perfora la cutícula de sus huéspedes, como una jeringuilla hipodérmica, inoculando virus, bacterias y hongos. En el caso de Murcia y buena parte de España, lo que suele inyectar es el letal hongo 'Nosema ceranae', que inutiliza el sistema digestivo de las abejas obreras. Cuando éstas se ven infectadas, optan por no regresar a los panales como mecanismo de defensa -para no infectarlos-, con lo que la colmena se va despoblando poco a poco sin que el apicultor se dé cuenta, puesto que no aparecen abejas muertas en las inmediaciones.

Si no se combate a tiempo la varroasis, la colonia se extingue en un plazo de entre tres y siete años. Según Coag, este ácaro es la principal causa de que muera cada invierno entre el 25% y el 30% de la cabaña apícola nacional -hasta el 40% algunos años-, frente al 5% o 10% de mortandad por causas naturales. Tales niveles no son soportables por los apicultores, que difícilmente pueden recuperar las pérdidas mediante la división de colonias durante la primavera.

Al alimentarse de ejemplares adultos, el ácaro varroa disminuye la concentración de proteínas en la hemolinfa, lo que eleva las posibilidades de que la abeja huésped se desoriente en su regreso a la colmena, al tiempo que incrementa su vulnerabilidad a dosis de plaguicidas que, en otras circunstancias, serían inocuas. Tal hipótesis (esgrimida por los fabricantes de fitosanitarios por razones obvias) es respaldada por el hecho de que Australia -territorio libre de varroa- dispone de las abejas melíferas más sanas del mundo, pese a que su agricultura emplea insecticidas de forma intensiva.

En el caso de las ninfas (larvas) parasitadas por varroa dentro de los panales, las que sobreviven se desarrollan enfermas y deformes, sin patas, con alas débiles y poco peso.

Cuando hay elevada presencia de varroa y la despoblación propiciada por el hongo 'Nosema ceranae' es irreversible, muchos enjambres optan por abandonar la colmena -normalmente hacia finales del verano-, dejando a un puñado de abejas obreras custodiando a la reina, así como abundantes reservas de miel.

El huésped original de este ácaro originario de la isla de Java (descubierto en 1904) era la abeja asiática, 'Apis cerana', pero ésta lo suele eliminar mediante sus hábitos de limpieza ('despioje' individual o mutuo, y destrucción de las celdas infectadas). Sin embargo, la abeja europea ('Apis mellifera') no ha desarrollado un comportamiento higiénico que le permita deshacerse de este ácaro.

En algún momento de los años sesenta del siglo pasado, el ácaro varroa empezó a parasitar la 'Apis mellifera' de las colmenas rusas de Siberia Oriental y, desde ellas, se extendió a Europa Occidental a comienzos los años ochenta. En Murcia se detectó en 1986. En paralelo, la invasión de Canadá y Estados Unidos se efectuó desde Japón durante los años setenta.

El impacto ha sido tal que las colmenas se han reducido en una cuarta parte en Europa y hasta la mitad en Norteamérica en los últimos cuarenta años, de acuerdo con estudios de la FAO. En contraste, en Asia su número se ha quintuplicado durante ese mismo periodo, convirtiendo a China en el mayor productor de miel del planeta. Por su parte, en Suramérica las colonias han aumentado un 86% y en África, hasta un 130%. ¿Por qué? Las abejas africanas y las 'africanizadas' de la mitad sur del continente americano saben mantener a raya a este ácaro, al igual que las asiáticas.

La presencia de varroa es fácilmente pasada por alto por los apicultores advenedizos, debido a que su color marrón rojizo y pequeño tamaño lo hace casi imperceptible. Con su forma ovalada, es capaz de ocultarse en diferentes lugares sobre la abeja adulta, adonde a ésta se le hace difícil 'despiojarse' por sí misma. El benigno clima de la Región favorece la expansión del ácaro, a lo que se suma la llegada masiva de colmenas de distintos puntos de España durante los periodos de floración de cítricos y almendros.

Hasta ahora, los esfuerzos para controlar este parásito se habían concentrado en el tratamiento de la colmena con acaricidas por medio de tiras impregnadas que se cuelgan dentro durante semanas. El coste medio para un apicultor profesional puede rondar los 6.000 euros anuales, indica Coag.

En muchos países, los apicultores aplican productos no autorizados que dejan residuos en la miel, los cuales son peligrosos para la salud humana y la de las propias abejas. En el caso de España, se da la paradoja de que acaricidas autorizados en unas comunidades están prohibidos en otras (por ejemplo, el tratamiento 'Check Mite' se puede emplear en Murcia, pero no en Andalucía y Extremadura), lo que impide coordinar políticas nacionales de erradicación de varroa.

El mayor inconveniente al que se enfrentan los apicultores con problemas de varroasis reside en que, cuando las abejas obreras regresan a los panales, traen consigo nuevos ejemplares del parásito.

En ese sentido, los investigadores del centro alemán Bayer Bee Care (situado en Monheim am Rhein) han estado trabajando con investigadores de la Universidad de Frankfurt para desarrollar la denominada 'Puerta de varroa' ('Varroa gate') para las colmenas, que ha sido diseñada para prevenir la reinfestación.

El procedimiento es el siguiente: al salir o regresar a las colmenas, las abejas obreras deben pasar a través de una tira plástica con orificios circulares que, al rozarlos, dejan impregnados su lomo y abdomen con sustancias acaricidas que les garantizan protección durante las semanas de verano, que es cuando están más expuestas al parásito.

¿Ventajas? La sustancia anti-varroa se aplica en dosis muy justas abeja por abeja y no sobre la colmena en su conjunto, lo que reduce su impacto sobre la salud de toda la colonia y, sobre todo, la calidad de la miel.

En la actualidad, y debido principalmente a los problemas de resistencia y contaminación, ha surgido la necesidad de recurrir a otros métodos, como el 'control biológico'. Éste comprende la acción de enemigos naturales del ácaro varroa: depredadores, parásitos o patógenos. Sin embargo, aún no se han detectado ni parásitos ni depredadores que los ataquen sin dañar también a las abejas, pero sí se sabe de hongos y bacterias que matan a dicho ácaro, aunque el riesgo de que esos patógenos sean también peligrosos para las abejas está siempre latente.

Igualmente han proliferado otras formas de control, tales como extractos vegetales, ácidos orgánicos o resistencia genética de abejas.

La lucha contra la varroasis sigue. Y en ella se juega no solo la supervivencia de un insecto, sino también la de los cultivos que nos alimentan.

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