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El vertido de fármacos amenaza una fauna fluvial que se está recuperando tras décadas de contaminación; de hecho, la presencia de pescadores en el Segura es habitual.
Botiquines que intoxican ríos

Botiquines que intoxican ríos

Hasta ahora, la protección de un río se ha centrado en prevenir la entrada de aguas fecales, residuos industriales y purines de granjas. La construcción de depuradoras y las multas por vertidos han sido la solución.

JUAN CARLOS HERNÁNDEZ

Viernes, 17 de junio 2016, 09:37

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Los restos de fármacos en las aguas del Segura alcanzan niveles que pueden perjudicar a peces, cangrejos y algas, según un estudio de la OCU

Hasta ahora, la protección de un río se ha centrado en prevenir la entrada de aguas fecales, residuos industriales y purines de granjas. La construcción de depuradoras y las multas por vertidos han sido la solución. Pero ha quedado fuera un elemento que puede tener un impacto serio sobre el ecosistema fluvial: los restos de fármacos, tanto humanos como veterinarios. Un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) los han encontrado en niveles significativos en varios ríos españoles, incluido el Segura.

Antibióticos, desinfectantes, antiinflamatorios, antiepilépticos y hormonas pueden acabar en las aguas de un río. ¿Cómo llegan allí? Parte de ellos proceden de la orina de personas que siguen un tratamiento médico y del ganado sometido a hormonas de engorde y antibióticos. También de escorrentías que arrastran hormonas empleadas para combatir plagas de cultivos y estiércol de ganado medicado empleado como abono. Y, por supuesto, de jarabes y pastillas tirados por el inodoro (dos de cada diez familias lo hacen, según encuestas) o a los contenedores urbanos de basura y de centros sanitarios.

Las depuradoras actuales son incapaces de eliminar tales sustancias cuando éstas tratan caudales de alcantarillado y purines de granjas. Por ello, los biólogos han empezado a temer su impacto en caso de ser ingeridas y metabolizadas por peces, cangrejos y algas.

Por de pronto, ya se ha comprobado que el antiinflamatorio diclofenaco daña el hígado y los riñones de las truchas, que el ansiolítico oxacepam altera el comportamiento de las percas o que los antibióticos acumulados en los peces pueden propiciar la aparición de cepas bacterianas resistentes a ellos.

Peor es el antidepresivo ventafaxina, que mata embriones de peces y las esporas de helechos. Los cangrejos no se libran: el antiepiléptico carbamacepina los daña seriamente.

A todo ello se suman las hormonas procedentes de anticonceptivos, engorde animal y plaguicidas, que pueden provocar la 'feminización' de peces, cangrejos e invertebrados, dificultando su reproducción.

Hasta el año pasado solo se tenían datos de presencia de fármacos (diclofenaco, sobre todo) en los ríos Ebro, Llobregat, Júcar y Guadalquivir, a partir de estudios coordinados por el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La Organización de Consumidores y Usuarios decidió ampliar el muestreo a los demás ríos españoles.

Los resultados, recabados durante la última semana del pasado octubre en tramos de desagüe de depuradoras, arrojan «niveles significativos» en los ríos Pisuerga, Manzanares, Tajo, Genil y Segura.

En este último caso, los restos de medicamentos se detectaron a la altura de la depuradora de Cieza, en la Vega Alta.

Teniendo en cuenta que el caudal del Segura se mantiene constante aguas abajo -ya que solo recibe aportes de más depuradoras y del exiguo Guadalentín (a través del canal del Reguerón)- tales dosis se mantienen (en el mejor de los casos) en el resto del curso fluvial.

Las sustancias más frecuentes detectadas en los muestreos encargados por la OCU corresponden a los principios activos de dos antiinflamatorios populares: el citado diclofenaco (Voltaren y Doloten son los más recetados) y el ibuprofeno (Espidifen y Neobrufen). Las dosis oscilan entre 0,12 y 0,47 microgramos por litro.

Lo paradójico del estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios, difundido bajo el título 'Peces dopados' en su boletín de este mes, es que resalta que el muestreo no detectó dosis apreciables de plaguicidas, herbicidas, detergentes o aditivos químicos en el Segura. Esto es, que los restos de fármacos se han convertido en un problema nuevo para este río, aparte del tradicional de vertidos orgánicos ilegales (purines y aguas fecales).

La OCU puntualiza que los niveles detectados amenazan el ecosistema, pero no la salud humana: «Incluso en las zonas con una mayor concentración de estos medicamentos, una persona tendría que tomar más de 10.000 litros de agua al día para apreciar algún efecto». No obstante, recuerda que se desconocen las consecuencias cuando la exposición es prolongada y se combina con otros medicamentos o sustancias potenciadoras.

Con todo, la organización ha comprobado que tales restos no llegan al agua de grifo.

Ecologistas en Acción insiste en la necesidad de fomentar la concienciación ciudadana en el manejo de fármacos caducados. Su responsable de Contaminación y Residuos, Daniel López, indica que éstos deben ser considerados por los consumidores «como productos tóxicos que deben ser recogidos y reciclados». La asociación insiste igualmente en la necesidad de mejorar la tecnología de depuración para que las plantas de saneamiento sean capaces de filtrar tales sustancias.

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