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MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ
Viernes, 17 de junio 2016, 09:35
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Investigadores del Consejo Internacional para la Exploración del Mar se reúnen en Murcia para avanzar en el estudio de los efectos de los contaminantes en los organismos marinos
Las bolsas, botellas y demás objetos cotidianos hechos de plástico se han convertido en una verdadera amenaza ecológica para los mares. Un equipo de la Estación Biológica de Doñana, sin ir más lejos, encontró 18 kilos de restos de plástico en el estómago de un cachalote. El cadáver del mamífero, de unos 4.500 kilos y 10 metros de longitud, fue localizado en la playa de Castell de Ferro (Granada) el 28 de marzo del año pasado. Los científicos, al abrir uno de los tres estómagos, hallaron 59 piezas procedentes de invernaderos cercanos, entre las que se encontraban cubiertas, mangueras, regaderas, colchonetas, tubos e incluso macetas.
El plástico que contamina el mar causa la muerte de tortugas, peces, aves y hasta un total de 250 especies, pero solo se habían documentado tres casos de cachalotes (dos en California y uno en Grecia). El incidente del animal varado en la playa granadina, que acaba de publicarse en la revista 'Marine Pollution Bulletin', hace más visible, si cabe, el hecho de que los océanos se están convirtiendo en auténticos vertederos, en los que cada año se desechan millones de toneladas de este material tan perjudicial para los organismos.
El plástico fue uno de los protagonistas de la reunión anual que ha celebrado entre el 11 y el 15 de marzo el grupo de trabajo sobre 'Efectos Biológicos de los Contaminantes' del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES, por sus siglas en inglés), formado por científicos de diferentes universidades e instituciones europeas (incluyendo España, Francia, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Noruega e Italia) y norteamericanas de investigación marina, en el Centro Oceanográfico de Murcia del Instituto Español de Oceanografía (IEO), en San Pedro del Pinatar. Esta organización pretende mejorar la sostenibilidad de los océanos y cuenta con una red en la que participan más de 4.000 científicos de casi 300 institutos, que forman parte de unos 150 grupos de trabajo sobre diferentes temas, aunque siempre relacionados con los ecosistemas marinos.
Impacto de los químicos
Durante el encuentro celebrado en la Región, se discutieron y desarrollaron metodologías para el estudio y seguimiento del impacto de la contaminación química en los mares, con especial énfasis en el efecto de los plásticos, el tipo de basura marina más común y que supone un grave peligro para los organismos. Una de las principales amenazas es que pueden obstruir el tracto digestivo o llenar el estómago de los animales, puesto que no son capaces de descomponer este material, lo que causa malnutrición, inanición y, finalmente, la muerte. Los investigadores resaltaron la necesidad de desarrollar en los próximos años protocolos comunes de actuación para que se examinen los contenidos estomacales de todos los animales marinos (mamíferos, aves, tortugas,) que se encuentren varados en las costas, con el fin de conocer mejor la dimensión de este problema ambiental.
Sumidero de tierra firme
El director del Centro Oceanográfico de Murcia, José María Bellido, apunta que es un tema que puede ser muy relevante en la Región, por la cantidad de invernaderos que hay, especialmente si no se recicla el plástico de una manera adecuada. «Estos materiales pueden acabar de una manera u otra en el mar que, al fin y al cabo, es un sumidero de todo lo que se hace en tierra firme», avisa.
La basura con la que se topan los turistas en las playas es solo la punta del iceberg, puesto que cada día se descubren grandes cantidades de plástico hasta ahora desconocidas en fondos marinos o en aguas abiertas, principalmente en áreas donde no hay fuertes corrientes. La entrada de plásticos se produce principalmente a través de los ríos y efluentes de aguas residuales, así como por escorrentía después de lluvias fuertes y por transporte del viento.
La basura también puede introducirse desde el propio mar, ya sea por pérdida o rotura de aparejos de pesca, desechos de los buques y barcos de recreo o de las plataformas y las torres de perforación. El Mediterráneo es un área muy sensible a este tipo de contaminación, puesto que es un mar casi cerrado que baña zonas densamente pobladas, altamente industrializadas y con gran presencia de turismo, además de tener un elevado tráfico marítimo.
Fuente de tóxicos
Concepción Martínez-Gómez, investigadora del Centro Oceanográfico de Murcia y miembro del grupo de trabajo sobre efectos biológicos de los contaminantes del ICES desde 2004, señala que el plástico se ha incluido recientemente en la agenda de temas. Explica que además de representar una amenaza física, dado que los organismos marinos pueden resultar heridos o morir al enredarse, quedar atrapados entre la basura o por un bloqueo de su sistema digestivo, es un problema tóxico. Al ser un material derivado del petróleo, absorbe fácilmente las sustancias químicas poco solubles que están en el agua de mar, «actuando como una trampa de contaminantes».
Por otro lado, algunos plásticos ya contienen por sí mismos altas concentraciones de aditivos y otro tipo de sustancias, cuya toxicidad es conocida. Así, cuando son ingeridos por los animales, pueden también absorber una gran cantidad de compuestos tóxicos.
Martínez-Gómez destaca que en este tipo de reuniones se revisa el estado actual del conocimiento en técnicas biológicas para evaluar el impacto de los contaminantes químicos en organismos marinos, así como los criterios de valoración establecidos para las técnicas ya recomendadas dentro de los programas de seguimiento de la contaminación en el mar. También se avanza en la armonización de criterios, para que los estudios sean similares en todos los países y se puedan comparar los resultados, y se identifican las particularidades regionales en áreas geográficas tan diferentes como el Mediterráneo, el Mar del Norte o el Báltico.
En el caso de la contaminación por plástico, señala que los científicos reunidos en el centro del IEO de San Pedro del Pinatar revisaron el «conocimiento actual existente» y abordaron el desarrollo de protocolos para poder cuantificar cuánto plástico hay en los océanos, estudiar cómo se transfiere a través de la cadena trófica y qué consecuencias puede tener sobre la salud de los organismos marinos y las poblaciones humanas. Las líneas de trabajo que se están desarrollando van dirigidas a investigar los posibles daños en los tejidos, en el sistema inmune y en el estado fisiológico de los organismos marinos.
Océanos más ácidos
La acidificación marina fue otro de los temas que se abordó durante la reunión de trabajo. Se trata de un fenómeno que se ha acelerado en los últimos años a medida que el CO2 emitido por las actividades humanas, fundamentalmente procedente de la quema de combustibles fósiles, se disuelve en los océanos, que se vuelven progresivamente más ácidos, lo que perjudica a muchas formas de vida marina y puede interferir, por ejemplo, en el desarrollo de especies que construyen caparazones o esqueletos de carbonato cálcico, como los corales o los moluscos, y en la reactividad de los contaminantes químicos.
Los investigadores también discutieron sobre el impacto de los denominados contaminantes emergentes, aquellos que no están incluidos en las listas habituales de sustancias prohibidas, pero de los que existen evidencias de que se acumulan en el medio ambiente y que pueden tener efectos tóxicos. Entre ellos, se encuentran insecticidas, pesticidas y herbicidas que han salido al mercado para sustituir a otros, como los DDT o el TBT, que se prohibieron.
«Existe una nueva hornada de biocidas que tienen otra formulación química, pero eso no significa que no sean tóxicos. Incluso, cuando las pruebas toxicológicas para la comercialización resultan negativas, pueden producirse efectos nocivos inesperados en el medio ambiente. Hay que ealuarlos otra vez», explica Concepción Martínez-Gómez. Dentro de esta categoría también se incluyen sustancias empleadas en los productos del hogar o fármacos.
Estado de Murcia
La elección de la Región para acoger esta reunión es debida a que los programas de seguimiento de la contaminación química marina en España se realizan desde los laboratorios de los centros oceanográficos de Vigo y de Murcia, ubicados en San Pedro del Pinatar. En lo que respecta al estado de conservación de los ecosistemas murcianos, la investigadora del IEO señala que, utilizando el sistema de luces de tráfico como referencia, estaría «en un nivel verde-amarillo», en comparación con otras zonas del litoral mediterráneo más afectadas, como podría ser Barcelona. No obstante, apunta que hay «puntos negros», como la costa de Cartagena-Portmán, donde se registran las concentraciones más altas de plomo y zinc en los fondos marinos, junto con niveles bastante altos de otros metales y contaminantes orgánicos.
El Centro Oceanográfico de Murcia realizó un estudio, que se publicó el año pasado en la Revista 'Marine Environmental Research', en el que se recurrió a los salmonetes de fango para evaluar el potencial impacto de los contaminantes químicos en los peces. Este trabajo se realizó en diferentes áreas costeras españolas, incluida la bahía de Portmán. Los investigadores midieron los contaminantes acumulados en el músculo de los peces, así como una serie de parámetros biológicos, denominados 'biomarcadores' de contaminación química, por si daban alguna señal de alarma.
Metales 'atrapados'
La conclusión fue que los peces capturados en la costa murciana no se encontraban bien al 100%, pero tampoco mostraban señales alarmantes relacionadas con la exposición a contaminantes químicos. Los resultados revelaron que los metales existentes en los sedimentos marinos de la zona de Portmán no están tan disponibles para los organismos como se podría pensar, sino que están 'atrapados' en los sedimentos y, por tanto, no afectan significativamente al salmonete y a otros peces.
No obstante, la investigadora Martínez-Gómez apunta que, cuando se produce una tormenta, «los sedimentos se resuspenden y los contaminantes quedan de forma transitoria dispersos de nuevo en la columna de agua», al removerse los fondos de fango.
El salmonete es protagonista de muchos de los estudios del centro murciano porque es una especie objetivo, ya que sirve de guía para cuantificar la contaminación y sus efectos tóxicos, dado que se alimenta de lo que encuentra en el fondo del mar, que es donde se acumulan la mayoría de sustancias tóxicas. Por sus características físico-químicas, los metales pesados y los compuestos orgánicos persistentes se pegan fácilmente a las partículas en suspensión y cuando llegan a una zona con poca corriente u oleaje, terminan sedimentándose en el fondo.
Mejillones artificiales
Los investigadores murcianos también utilizan habitualmente los mejillones como herramienta para evaluar los efectos biológicos de la contaminación. El motivo es la capacidad que tienen estos moluscos para filtrar grandes cantidades de agua salada y extraer de ella sus nutrientes, acumulando, asimismo, en sus tejidos los contaminantes dispersos en la columna de agua.
Uno de los últimos estudios del centro oceanográfico, que se ha realizado en colaboración con científicos de universidades de Hong Kong, busca determinar la idoneidad del uso de mejillones artificiales, que emulan a los vivos en el proceso de acumulación de metales pesados. Lo que se trata de conseguir es eliminar el denominado ruido ambiental de la medición de contaminantes, es decir, las pequeñas variaciones que introducen factores externos como la temperatura y salinidad cambiantes, la posible presencia de parásitos, el ciclo reproductivo o la disponibilidad de alimento.
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