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Ejemplar de 'Physalia physalis' o Carabela portuguesa.
A merced de la corriente

A merced de la corriente

Su vela siempre hinchada no se hunde: gelatinosa, rosada casi transparente y «preciosa» para muchos de los que la han visto, nunca viaja sola. Todo velero requiere de una quilla y toda carabela portuguesa de unos tentáculos que además de ser su contrapeso, pueden ser letales para los humanos. Y así, igual que la más simple de las embarcaciones, surca los mares a merced de la corriente.

LAURA MAS / EFE

Viernes, 17 de junio 2016, 09:35

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El cambio climático, el vertido de fertilizantes y las prácticas pesqueras poco sostenibles han acercado al Mediterráneo a la carabela portuguesa

La 'Physalia physalis', más conocida como carabela portuguesa no es una medusa, aunque se parece mucho. Consta de una superficie gelatinosa repleta de aire que nunca se hunde y bajo ésta se despliegan los tentáculos cuya longitud puede llegar a sobrepasar los treinta metros, según los expertos. Es un hidrozoo de la subclase de los sifonóforos. Cada individuo alberga a toda una colonia de cientos de zooides especializados en una tarea u otra.

El doctor en Biología y técnico del Instituto Oceanográfico Español (IEO) Julio Mas explica que le debe su apodo a que, como Portugal, solo se baña en el océano Atlántico, aunque puede aparecer en otros mares, y por su sistema de desplazamiento similar al de la carabelas.

Mas la describe como un «velero biológico», pues funciona como tal: el viento y las corrientes marinas empujan la superficie gelatinosa. La capacidad que tiene esta especie para desplazarse por sí misma es mínima. «Más o menos», del 1% del total de sus movimientos, según estima el técnico del IEO. Se trata, por tanto, de una «convergencia ecológica» entre naturaleza e individuo.

La carabela portuguesa, también definida como «velero biológico», no es más que otro ejemplo de las ventaja de la naturaleza frente a la especie humana. «Los barcos se inventaron millones de años más tarde», responde tajantemente el profesor de investigación del CSIV, Josep Maria Gili.

Hace más de 50 millones de años que las medusas y los sifonóforos habitan en los océanos, mientras que los humanos, como tal, sólo cumplimos un millón. «Estamos fuera de escala totalmente», concluye Gili.

Vientos y mareas arrastran a la carabela «asesina». Y es que entre sus apodos también se encuentra el de «medusa asesina» por el peligro y gravedad que entrañan sus picaduras. Es muy dolorosa y en «casos excepcionales» puede provocar la muerte, aunque no es el desenlace más frecuente, según estudios realizados por el IEO.

Cada ejemplar puede tener decenas e incluso más de cien tentáculos. «Son como auténticas cortinas colgadas en el océano», sentencia Gili.

En los últimos años, diversos órganos han alertado de la presencia inusual de este hidrozoo por las costas mediterráneas. No es una especie invasora, según coinciden los expertos. Éstos también señalan que la principal repercusión de su llegada al litoral es la molestia que suponen para los bañistas. Paradójicamente, es la mano humana la que mueve su timón hacia las playas. El cambio climático, el vertido de fertilizantes y las prácticas pesqueras poco sostenibles están favoreciendo su capacidad reproductiva, eliminando a sus depredadores y facilitando su llegada a la costa, según explica la científica de la ONG Oceana, Marta Carreras.

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