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La guerra del polvo negro

La guerra del polvo negro

Su apariencia insignificante, a diferencia de lo que ocurre con los diamantes y el oro, le hace pasar completamente desapercibido ante la mayoría de las miradas de los mortales. Este polvillo negro, el colombino tantalio, más conocido como coltán (contracción de colombitatatanlita) es uno de los minerales más cotizados y codiciados del mercado internacional por su carácter estratégico.

ÁLVARO YBARRA

Viernes, 17 de junio 2016, 09:51

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Su carácter estratégico se explica por el papel que este mineral ocupa en el campo de las nuevas tecnologías. El tantalio es indispensable en las armas de última generación y, sobre todo, en el desarrollo de las telecomunicaciones (telefonía móvil, condensadores electrolíticos encargados de mantener la carga eléctrica en los microchips) y equipos eléctricos de nueva tecnología, como las consolas de videojuegos.

El rasgo más atractivo del colombino es la superconductividad, que lo convierte en un elemento clave para los trenes del futuro, los de levitación magnética, pero tampoco podemos dejar de lado el papel que ocupa en el campo de la medicina, en los estudios para la elaboración de nuevos implantes. No es de extrañar que con el amplio abanico de aplicaciones y usos que el coltán tiene en diferentes sectores, se haya convertido en uno de los recursos minerales más codiciados del mundo.

El saqueo indiscriminado de coltán supone para los países que ocupan ilegalmente el este de la República Democrática del Congo unos ingresos que se pueden calificar de auténticas fortunas.

Ruanda, que ocupa una gran parte de la región de Kivu desde 1998, financia la Reagrupación Congoleña para la Democracia, un grupo rebelde creado para mantener el control militar y estratégico de la región. Este grupo, que extrae y comercia ilegalmente con coltán, afirma a través de su líder, Laurent Nkunda, los elevados beneficios que obtiene con la venta del mineral: «Con los diamantes ganábamos unos 200.000 dólares al mes. Con el coltán llegamos a obtener más de un millón de dólares en el mismo periodo».

Sorprende la pasividad con la que la comunidad internacional observa este conflicto. Los grupos rebeldes actúan con toda impunidad cometiendo auténticas masacres entre la población civil. Siguen movimientos que no persiguen otra finalidad que la de controlar los yacimientos de coltán.

Un informe de Naciones Unidas sobre la explotación ilegal de los recursos minerales y otras riquezas del Congo no duda en afirmar que este mineral estratégico para las nuevas tecnologías financia la guerra y es una de sus causas.De igual manera recomienda la adopción de sanciones a las empresas y países implicados en lo que denomina el «saqueo del Congo».

La explotación ilegal por parte de estos países de los yacimientos de coltán queda demostrado en el citado informe. La implicación del ejercito ugandés parece demostrada en muchos casos, las tropas regulares vigilan los accesos a las zonas mineras y muchas veces son los propios soldados los que extraen el mineral. Por otro lado, Ruanda utiliza a los prisioneros hutus acusados de participar en el genocidio del 94 para la explotación ilegal de las minas, aunque también se vale de menores en régimen de semiesclavitud, práctica documentada por varias ONG.

El transporte del polvo negro se hace en camiones de los ejércitos regulares que llegan con toda impunidad a las capitales de Ruanda y Uganda. Las zonas militares de los aeropuertos de Kigali y Entebe son las puertas de entrada a este comercio ilegal del coltán.

La presencia militar de Ruanda y Uganda en territorio congoleño la justifican ambos gobiernos por la inestabilidad de la zona. Ruanda, actualmente, ha vuelto a introducir sus tropas en el Kivu, llegando incluso hasta la región de Congo Oriental. El gobierno de Kagame defiende esta última incursión por motivos de seguridad, ya que acusa a Uganda de rearmar en los territorios ocupados a los interhamwe. Uganda considera necesaria su presencia militar por la situación de indefensión en la que viven algunas etnias minoritarias de la región del Kivu, ya que, según el gobierno ugandés, son aniquiladas sistemáticamente por grupos rebeldes apoyados y financiados por el gobierno ruandés.

Treinta y cuatro empresas están acusadas de importar coltán ilegal del Congo, de ellas 27 son occidentales, lamayoría belgas, holandesas y alemanas. Un informe publicado por el IPIS (servicio para la paz internacional) acusa sin miramientos a la empresa belga Cogecom y al grupo alemán Masingiro GMBH; en su informe también hace referencia a otras empresas, como Alcatel, Nokia yHP, que utilizan condensadores y otros componentes que contienen tantalio.

Las empresas citadas aseguran en su defensa que solicitan a sus proveedores garantías por escrito de que el mineral empleado en sus productos no procede de la República Democrática del Congo, y aseguran que independientemente de esta medida es imposible saber si el mineral procede o no del Congo, opinión que no comparten otros expertos. A pesar de los informes y de una infinidad de testimonios que dan fe de las atrocidades, ninguna potencia occidental ha hecho amago de buscar una solución que ponga fin al conflicto.

La comunidad internacional se volcó para que el antiguo Zaire celebrara por fin en 2006 las primeras elecciones democráticas desde la independencia y para clausurar un conflicto que había empujado a la muerte a más de cinco millones de almas. Pero en agosto de este año, el Ejército congoleño y el movimiento rebelde al mando de Laurent Nkunda, reanudaron los combates en Kivu Norte. Por si hubiera pocos actores codiciosos sobre el coltán, hay que agregar la milicia Mai-Mai y el Frente Democrático de Liberación de Ruanda (antiguos soldados ruandeses que tomaron parte en el genocidio de 1994).

El ejército congoleño es uno de los principales agentes del espanto: sus sueldos suelen evaporarse a lo largo de la cadena de mando, por lo que su mayor pericia la derrochan en el motín y el pillaje. Y la Misión de la ONU en Congo, con 6.000 cascos azules en Kivu Norte, en vez de proteger a la población ha adoptado la posición de testigo.

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