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ADRIÁN ÁNGEL VIUDES
Miércoles, 15 de febrero 2017, 01:51
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Hace unos días, en una fría tarde de febrero, despedíamos a nuestro buen amigo Fernando. La permanencia de este, o de otro amigo, entre nosotros, durará mientras tengamos su recuerdo; y la personalidad, la entrega, el ejemplo de vida que nos dio Fernando hace que sea imposible dejar de recordarlo.
Buen hijo, buen esposo, brillante estudiante, mejor empresario, generoso amigo; y por si fuera poco sardinero y cofrade, amante de Murcia y de todas sus tradiciones; y muy orgulloso de su apellido entroncado con los más altos linajes de España.
Su personalidad, como todas las que luego resultaron tan sólidas, se fragua en el crisol de la adversidad. No fue fácil su juventud.
Fallece el padre cuando Fernando es muy joven. El hijo abandona sus estudios de ingeniería para cuidar de la familia que aún permanece dependiente. Sus primeros pasos empresariales los da en Alcantarilla en una empresa propia de carburantes.
Pasa en breve al trabajo por cuenta ajena en el sector de las bebidas, y llega a los más altos puestos directivos estableciendo sede profesional y personal en Madrid.
Pero Murcia, su Murcia querida, le tira, y vuelve al terruño para aquí terminar los estudios de Ciencias de la Empresa obteniendo la diplomatura con premio nacional.
Monta despacho de asesoría en Comercial y Marketing, que regenta hasta su jubilación.
No solo de pan vive el hombre y Fernando ocupa su ocio con sus dos diversiones preferidas: la navegación combinada con la pesca y el dominó. En ambas destaca, aunque en el juego de las fichas haya tenido detractores.
Sardinero apasionado, cambia en un momento la seda por el percal, y pasa a ser cofrade de la Cofradía del Refugio. Hombre de fe, sin que la mano derecha sepa lo que hace la zurda, ayuda, con generosidad, a los gastos de sus dos parroquias: en Murcia, donde reside, y en Santo Ángel donde disfruta.
Mari Carmen, su mujer, con quien tanto amó, su compañera de toda la vida, llora ahora y llorará su pérdida mientras viva; pero el recuerdo de ese marido ejemplar, su condición de mujer intelectual, el apoyo de los familiares y amigos; pero sobre todo su fe en el más allá, harán que esa pena pueda ser soportable pero no evitable.
Muchas gracias Fernando por tu amistad y por tu ejemplo. Hasta siempre.
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