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La 'roja' del PP

La 'roja' del PP

Así han bautizado sus numerosos amigos de la oposición a la nueva esperanza popular.

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO

Viernes, 6 de marzo 2015, 20:28

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Ali la dejó entrar solo a ella. Era la primera vez que veía a esa mujer rubia y disgustada que buscó el refugio de un restaurante etíope en Malasaña, perseguida por un tumulto de escupitajos, insultos y gritos de dimisión. El hostelero africano la socorrió. Cerró la puerta y no dejó pasar ni al hombre que decía ser su marido. Ali temía por la integridad de ella y la de su negocio.

-¿Qué ha pasado? ¿Quién es usted?

-Soy funcionaria... bueno soy la delegada del Gobierno... están muy enfadados.

Los clientes, la mayoría extranjeros, siguieron con sus platos, y Cristina Cifuentes esperó "con una tranquilidad sorprendente" a que los de fuera se cansaran de gritar. "En diez minutos, la saqué por la puerta de emergencia", recuerda el cocinero diez meses después del altercado. No se han vuelto a ver. La delegada es más de huevos con jamón.

La palabra 'escrache' era entonces tan poco frecuente en nuestro vocabulario como la imagen en la prensa de esta política con sonrisa de niña mala y cuajo castrense. Pero desde el pasado verano el asalto a políticos por la calle o en la puerta de casa se ha incorporado al debate nacional con la misma naturalidad con que Cifuentes ha ido ganando peso dentro del PP. Aparece en todas las quinielas de un posible relevo en el Ayuntamiento o la Comunidad de Madrid. Ella niega que haya un debate abierto sobre la sucesión de Ana Botella e Ignacio González. Es inútil. En el partido hay personas que aprecian en esta abogada, funcionaria de la Universidad Complutense, dotes de mando para ocupar cualquier cargo.

Esa "tranquilidad" con que afronta situaciones críticas, y que sorprendió a Ali, la aprendió en el despacho de Esperanza Aguirre, con quien tanto trabajó en la administración madrileña y en el partido. Alberto Ruiz Gallardón también le enseñó a intentar "hacer fácil lo difícil". Han sido los dos mentores políticos de una cría que se afilió a AP con 16 años y el saber estar mamado en una familia numerosa -ocho hermanos-, tan conservadora como pueden ser un general de artillería y una ama de casa de misa diaria. Pero la pequeña Cristina salió cascabel.

Los toros, el cine, la novela negra y los tatuajes

  • Le apasionan los toros, el cine de los hermanos Coen, Woody Allen o Robert Altman, la novela negra, Borges, caminar -nada de gimnasio-, la antropología, las nuevas tecnologías... De la familia le gusta hablar tan poco como de sus tatuajes. Lleva cinco. El primero fue por el nacimiento de su hija una rosa en el hombro. La chica ha cumplido 23 años y el «niño», 20. Su marido, el arquitecto Francisco Javier Aguilar Viyuela, tuvo que cerrar el estudio por el impago de varias constructoras. Uno de los exempleados le demandó y se montó una polvareda en las redes sociales. Hasta los blogueros más cercanos al PSOE han criticado los ataques a Cifuentes por esta cuestión.

De adolescente le gustaba subirse al acueducto de Segovia y cruzarlo por arriba. En la Complutense fue la primera representante de los estudiantes en el consejo social, en el claustro, en la comisión redactora de los estatutos... Luego vino la licenciatura en Derecho, la boda con el arquitecto Francisco Javier Aguilar Viyuela, la niña, los exámenes de las oposiciones a técnico superior de su universidad con los puntos de la episiotomía del parto ardiéndole en el asiento -"fue horrible"-, el segundo hijo, sus trabajos como gerente de la escuela de enfermería o directora de un colegio mayor. En paralelo, la carrera política en el parlamento autonómico madrileño, del que era vicepresidenta cuando la nombraron delegada hace año y medio. Una de tantas españolas que ha aprendido a vivir sobre la marcha entre su plenitud laboral y la maternidad.

Empezó escribiendo los primeros discursos de Ruiz Gallardón cuando el ministro de Justicia aspiraba a todo y aún no era nadie. En 1991 fue elegida diputada en la Asamblea de Madrid y continuó seis legislaturas. "Se esmeraba más con la oposición que con los suyos. Es capaz de avanzar en el diálogo con personas que no piensen como ella. Genera más adhesiones que rechazos. Le pone mucha pasión y está convencida de que la gente es buena. A veces, peca de ingenua, como cuando la llaman de todo en las redes sociales. Ella se sigue sorprendiendo porque busca el consenso por encima de las ideologías, y eso es un valor necesario en nuestra política", alaba el diputado socialista José Cepeda.

Motera y tuitera

Lo de los amigos en el banco de enfrente no es broma, que cuando se manifestaron los de Izquierda Unida en la puerta de la delegación, al acabar le invitaron a Coca-Cola. Este lunes, en el desayuno informativo que ofreció en el abarrotado salón de un hotel madrileño, los suyos se sorprendían de que socialistas de pedigrí como Joaquín Leguina y Pepe Acosta; o gente de IU, como su portavoz municipal en el Ayuntamiento madrileño y factótum del partido, Ángel Pérez, estuvieran escuchando a esta política con más tatuajes y piercings de los que aparenta. No es habitual que la oposición acuda a este tipo de actos. Pero es que Cristina se planta sola en los desayunos de Rubalcaba o en los de ZP o Pepe Blanco cuando gobernaban. "Es una persona fuera de estereotipos. Nosotros decimos que es la roja del PP", resume Cepeda.

A Cifuentes le gusta el bullicio, las calles estrechas, el centro de Madrid, donde se crió y vive. Se declara agnóstica, abiertamente republicana -"aunque juancarlista por el contexto"- y no es extraño que adopte un punto de vista moderado en asuntos que tienen que ver con los derechos del ciudadano.

-Ha defendido dentro del PP la retirada del recurso de inconstitucionalidad al matrimonio homosexual.

-Es que es una realidad que existe y tiene que tener un regulación como la que tiene.

-Ruiz Gallardón se lo ha puesto complicado con la reforma de la ley del aborto.

-Tengo que ser prudente y no pronunciarme porque hay un debate previo. Habrá que ver por dónde va. Personalmente, y solo es una opinión, estoy más cerca de una ley de plazos.

No sabe cocinar, odia la plancha, pero cose su ropa. Se zampa tres bolsas de pipas sin pestañear, se mueve en una scooter yamaha -"a mis hijos no les dejo porque hay que tener mucho sentido común"- y está enganchada al servicio de música digital Spotify. Abrió cuenta en Twitter hace cinco años -suma 40.000 seguidores-, ha dejado tres veces el doctorado y añora demasiado el cine.

-Me gusta muchísimo, tanto... Mi diversión favorita, cuando no andaba tan liada, era ir a ver versiones originales, sola. Me fijo mucho en la fotografía, en el guión... Me gustaría ser crítica de cine. Ya no podré hacerlo, es mi frustración.

-¿Nunca se ha arrepentido de zambullirse hasta el fondo de la política?

-Hay momentos duros. Ahora estoy reventada. Cuando ves el desapego de los ciudadanos, cuando nos miran a los políticos como si fuéramos delincuentes, el problema, en vez de la solución, es terrible. He tenido que dejar cosas, no tengo vida privada. A las doce de la noche sigo en el despacho. Pero me considero una privilegiada porque creo en la política. No, no me arrepiento.

Lo peor no son esas miradas. Pesan mucho más los cinco jóvenes muertos del Madrid Arena -"mi hijo estuvo allí. Se tiene que hacer justicia, y se va a hacer"-, el niño ahogado en una charca, la muerte de un policía, las lágrimas de los padres de Sara Palo cuando le preguntan por su niña desaparecida.

Su despacho, con salamandras, lagartijas y el unicornio de origami de la película 'Blade Runner', está siempre abierto. Salvo cuando se enfada. No es frecuente, pero si suena la novena de Beethoven y la puerta está cerrada "hay que esperar a que escampe el temporal", saben bien sus colaboradores. "Coqueta, muy divertida, alejada del PP rancio", define una amiga, también ha sabido ganarse a la Policía Nacional y la Guardia Civil. Fuentes de ambos cuerpos confirman lo que deslizan en su gabinete: "Al principio fue complicado. Una rubia... más de uno la miraba con recelo. Pero lo hagamos mejor o peor, ella siempre nos defiende y la respetamos". Cifuentes les ha prometido que acabará la legislatura en su puesto: "Es que me parece muy feo estar preparando otras cosas".

Lo tiene complicado. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, la presentaba en el mediático desayuno del lunes pasado como una "persona en la que tiene gran peso la responsabilidad, algo que cimienta grandes carreras políticas".

Cristina Cifuentes (Madrid, 1964) reconoce que su año y medio como delegada del Gobierno central en Madrid ha sido "duro" por la conflictividad social. Ha toreado 5.000 manifestaciones y le han llovido críticas por las cargas policiales. Ella siempre ha defendido a la Policía. Directa, dispara contra los 'escraches' -cree que deben sancionarse-, y contra la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, a la que ha llegado a vincular con "grupos filoetarras".

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