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LA TRIBUNA DE 'LA VERDAD'

Inteligencia Colectiva frente a ignorancia pluralista

GABRIEL NAVARRO

Sábado, 2 de julio 2011, 02:55

A veces cuando se reclama a los jóvenes que se comporten con sentido de ciudadanía, con ejercicio activo de sus derechos y deberes y con el espíritu de integración social deseable, nos encontramos con la paradoja de que, en ocasiones, se asombran determinadas instituciones públicas y algunos sectores adultos cuando ellos actúan en consecuencia. Acontecimientos como los que estamos compartiendo en torno a las movilizaciones del movimiento 15 de mayo provocan tanto reacciones de apoyo y de rechazo, como expresiones contenidas de culpabilidad. Si a los adultos nos hubieran dicho hace diez años que se iban a constituir colectivos denominados 'Juventud Sin Futuro' o 'Democracia Real Ya', habríamos respondido con cierta sorna. Pero es una radical muestra de la realidad presente, a la cual se ha llegado por acción o por dejadez de toda la sociedad. Y donde aparece la culpabilidad por no saber que «herencia social» legarles a los jóvenes y, al mismo tiempo, el temor a no controlar sus repercusiones. Es tal la presión social que ha provocado la crisis económica protagonizada por ese ente singular y milagroso denominado 'los mercados', y tan grave la falta de coherencia y sensatez política en las soluciones de nuestros representantes en los diversos gobiernos (ya sea el central, como los autonómicos), que la respuesta predominante de la sociedad era hasta hace unos meses la frustración y el estupor, inundados también por la presión mediática que insistía en una idea: No hay otra alternativa.

Según Gérard Mendel, «la culpabilidad humana tiene su origen en el temor al abandono. La cadena completa es ésta: frustración del sujeto -agresividad contra el objeto- fantasma de destrucción de este objeto- temor al abandono- culpabilidad». Y ese temor al abandono, en un sentido amplio y complejo, del puesto de trabajo y de cierto nivel de vida, al abandono de los hijos, al abandono de la familia y de los amigos, entre otros graves temores universales que emergen en nuestra 'sociedad del riesgo', ha circulado por la base de nuestras conductas sociales, bajo lo que Ulrich Beck denominaba «irresponsabilidad organizada». Una de las claves para romper esa espiral hacia el estupor reside en superar la imagen fantasmática de que, si destruimos simbólicamente ese objeto que nos frustra con tanta intensidad, podríamos quedar desprotegidos y privados del supuesto bien que nos otorga. Y en los contextos de conflictos sociales esta frustración sucedería sobre todo «cuando una situación es ambigua teniendo duda en si debemos actuar o no, y nos fijamos en los demás para ver cómo interpretan ellos la situación; pero ellos están igual que nosotros, con lo que hay un grupo de personas que no hacen nada». Esto es lo que se llama 'efecto de ignorancia pluralista': la mala o deficiente interpretación del espectador de un suceso, causada por la confianza en lo que hacen o dicen los demás aun cuando nadie sabe lo que está pasando; todos aguardan y actúan como si no hubiese ningún problema, luego cada individuo usa esta información para justificar su reticencia a actuar. Ese comportamiento se supera hoy con la información de lo que realmente piensan y hacen los demás sobre un asunto. El acceso a la información que nos ofrecen las TIC permite que las situaciones posibles de 'ignorancia pluralista' se sustituyan por un nuevo conocimiento compartido entre los individuos, al que se unen escenarios diversos de identificación personal. Lo cual no implica que todo el mundo pueda resolver de facto sus percepciones distorsionadas de la realidad, pero permite procesos de movilización colectiva.

«La movilización para la acción colectiva implica una situación de insatisfacción con la situación existente, una aspiración de cambio, una convicción de que eso puede ocurrir por medio de una acción conjunta y, por último, un compromiso personal basado en una aceptación de los fines y medios propuestos» (J. Majfud). Se supone que es una acción racional fundamentada en un cálculo de costos y beneficios, recursos disponibles y oportunidades de lograr un objetivo que individualmente no podría hacerse, además de estar persuadido de su validez. Pero hay ocasiones en que ese «cálculo de costos» es minimizado o simplemente obviado, cuando los sujetos son conscientes de que ellos no son los culpables de tal insatisfacción. Y aquí la espontaneidad y contaminación creativa de las redes sociales emergen con toda su fuerza.

Llegamos así a lo que Sabucedo, Durán y Alzate denominan «identidad colectiva movilizada». Los factores determinantes que la provocan son: a) La asunción de la pertenencia grupal y la existencia de canales consensuados y legitimados de participación y el grado de inclusividad de la identidad; b) La identificación de un responsable, conjuntamente con la gravedad percibida de la situación y la sensibilidad atribuida al otro para aceptar las propias demandas, exoneran al grupo de culpa, crean una representación del adversario y le dan sentido o dirección a la movilización; c) El 'contexto específico de la movilización'. La identidad ejerce una influencia indirecta sobre la acción colectiva a través de su incidencia sobre el razonamiento instrumental, lo que facilita los procesos de cooperación.

Y en este marco observamos en la práctica que surgen formas de conducta social donde aparece la Inteligencia Colectiva, a saber, «un nuevo modo de producción del conocimiento denominado por Gibbons como socialmente distribuido, donde la identificación de los problemas y la investigación dedicada a solucionarlos se hace a través de una compleja interacción entre especialistas, usuarios y otros actores organizados en redes de colaboración». Y en cuyo contexto «las identidades se convierten entonces en identidades de conocimiento. Las consecuencias éticas de esta nueva institución de la subjetividad son inmensas: ¿quién es el otro? Es alguien que sabe. Y que sabe, además, cosas que yo no sé». (P. Levy)

Se trata de una inteligencia repartida, valorizada constantemente, coordinada en tiempo real, que conduce a una movilización efectiva de las competencias. Y cuando se valoriza al otro, se le permite identificarse de un modo nuevo y positivo, se contribuye a movilizarlo, a desarrollar en él sentimientos de reconocimiento que facilitarán, como reacción, la implicación subjetiva de otras personas en proyectos colectivos.

Algunos de estos comportamientos sociales son los que se expresan en los movimientos originados en torno al 15M (inicialmente juveniles, pues enseguida se incorporaron ciudadanos de otras edades), aunque no le guste a gran parte de las organizaciones políticas. Y constituye, así mismo, una idea fuerza que domina también la necesidad de que ofrezcamos una nueva oportunidad a la política, facilitando herramientas y oportunidades para que la Transparencia en la gestión pública, el Buen Gobierno y el llamado Gobierno Abierto se desarrollen positivamente, y en donde la ciudadanía juegue un papel activo y colaborador, ya sea en iniciativas de mejora de su comunidad, ya interviniendo en experiencias de presupuestos participativos. Estos postulados no responden a una ilusión, ni a ninguna utopía, sino a una práctica evidente que se ha aplicado ya con eficacia en muchos lugares. Y, aunque se pueda pensar que nada tiene que ver con esos movimientos del #15M, estas acciones públicas quizá responden a una exigencia social latente, y que podríamos resumir ahora con la idea de que «la elección de los jóvenes no es más que el reflejo de las prioridades de la sociedad» (A. Brey).

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