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Una tejedora trabaja en una alfombra en el taller de Nino Parpulov, en Kostandovo.
Las alfombras de los 7.000 colores

Las alfombras de los 7.000 colores

Un humilde taller de una pequeña ciudad búlgara viste los suelos de los palacios de Isabel II, el Banco de Inglaterra y las casas de Mick Jagger

VLADISLAV PÚNCHEV

Lunes, 8 de mayo 2017, 00:49

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Cubren los suelos de los palacios de Buckingham y Osborne, del Banco de Inglaterra, del Museo Albertina de Viena y de varias casas de Mick Jagger. Hechas a mano en un modesto taller de Kostandovo (sureste de Bulgaria), se han vendido en los últimos años en subastas en Europa al doble del precio original que se pagó por ellas. «Un metro cuadrado de una alfombra que sale de aquí costará en dos siglos hasta 50.000 dólares», aventura Nino Parpulov, de 61 años y que elude revelar precios de venta de sus piezas.

El hoy empresario de éxito se ganaba la vida como taxista en los años 90 después de que la fábrica de muebles en la que trabajaba cerrara tras la caída del Muro de Berlín. Vecino de la cercana ciudad de Velingrad, un día un cliente le pidió que le llevara hasta un taller de alfombras de Kostandovo. El negocio estaba a punto de quebrar, hundido por las deudas, y al entonces taxista le fascinó. Con ayuda de un inversor británico y de una fundación estadounidense, se hizo con el taller con la intención de preservar la tradición de tejer alfombras de lana de oveja a mano y conseguir que fuera rentable.

Cuatro años después, sus piezas ya lucían en el Banco de Inglaterra y el Museo Británico cuando recibió un encargo de Isabel II para el palacio de Osborne, su residencia de verano de la isla de Wight. «Habían decidido abrir parte del edificio al público y para eso necesitaban recuperar el interior tal como era en 1837», recuerda Parpulov. La única pista para replicar la enorme alfombra de un gran salón era una pintura donde se veían fragmentos. Un pintor británico trabajó durante dos años para precisar el diseño. «Eran 140 metros cuadrados, y 26 obreras la tejieron durante ocho meses. La alfombra era compleja porque debía ir en una sala de forma irregular».

A la inauguración del remodelado castillo asistió Isabel II, cuyo esposo, Felipe de Edimburgo, no podía creer que aquella alfombra hubiera llegado desde Bulgaria. «Decía que conocía bien la región y que era imposible». A partir de ese momento, el taller empezó a recibir más y más encargos de clientes nobles y de fama mundial. El empresario dice que lo más difícil a la hora de tejer una alfombra es la elección de los colores. Ellos, asegura, tienen 7.000 entre los que elegir y, a pesar de una buena cartera de pedidos, se enfrentan ahora a un grave problema: la falta de tejedoras. Muchas de sus treinta trabajadoras llevan décadas al pie del telar, haciendo una labor que exige el máximo de concentración y habilidad manual.

«Los jóvenes no tienen interés en nuestro trabajo. Algunos lo intentan y se retiran poco después. Tejer una alfombra requiere paciencia. Los jóvenes buscan ganancias rápidas en vez de pasar horas concentrados en no cometer un error que pueda ser fatal para el proyecto», dice Svetlana, un mujer que ha dedicado a las alfombras de Kostandovo 40 de sus 60 años.

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