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Hussen jura el cargo en Ottawa ante la atenta mirada de Trudeau (sentado, a la derecha).
De refugiado a ministro

De refugiado a ministro

Justin Trudeau pone al frente de la cartera de Inmigración canadiense a un abogado somalí que llegó con 16 años huyendo de la guerra

JUAN BLANCO

Viernes, 13 de enero 2017, 01:01

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Las televisiones de medio mundo y las redes sociales difundieron hace un mes la imagen de Justin Trudeau, el carismático primer ministro canadiense, llorando de emoción en un programa de la CBS en el que recordaban el momento en el que, un año antes, acudió a recibir en el aeropuerto de Toronto a Vaning Garabeian, a su mujer y sus hijas, los primeros refugiados sirios acogidos por su país.

No eran lágrimas de cocodrilo ni la clásica pose electoralista de un político: el compromiso de Trudeau con la acogida de refugiados e inmigrantes, que expresó nada más acceder al cargo, en octubre de 2015, ha demostrado ser sincero. En poco más de un año, Canadá, bajo su mandato, ha dado refugio a 30.000 sirios y ya tiene apalabrada la llegada de unos 25.000 más en los próximos meses.

El líder del Partido Liberal quiere recuperar la tradición del país como tierra de acogida, resumida en su mensaje «¡Vengan, son bienvenidos!», y el miércoles se lo quiso dejar de nuevo claro al mundo con el nombramiento de Ahmed Hussen, un abogado de derechos humanos de origen somalí, como nuevo ministro de Inmigración y Refugiados.

Hussen, de 40 años, como él mismo declaró tras el nombramiento, podrá aplicar su propia experiencia al cargo, pues llegó a Canadá en 1993 como refugiado, cuando solo tenía 16 años y huía de la guerra en busca de una oportunidad. Es el mejor ejemplo del 'sueño canadiense', pues tras licenciarse en Derecho y dedicar su trabajo a la ayuda y defensa de los inmigrantes y al activismo social, se convirtió en 2015 en el primer parlamentario nacional de origen somalí y, menos de dos años después, ya es miembro del Gobierno.

Hussen, por encargo de Trudeau, quiere mostrar al mundo que la acogida de inmigrantes y refugiados es una riqueza para el país y no un problema, como demostró Canadá con la apertura de sus puertas en 2016 a 300.000 extranjeros, operación que el nuevo ministro quiere repetir, al menos en cifras similares, este año y los próximos.

La Canadá de Trudeau y Hussen quiere ser ejemplo para una Europa que ve cómo los refugiados mueren o se hacinan a sus puertas, paralizada por el ascenso de la xenofobia, pero también la otra América, la que se abre al mundo, lucha contra el cambio climático y bendice el comercio internacional quiere ser un ejemplo para su vecino del sur, liderado por un Donald Trump que proyecta un muro que selle la frontera con México y Centroamérica, desempolva el proteccionismo y planea expulsar a millones de 'sin papeles'. Quizá por eso el primer ministro canadiense, que antes ya eligió a un sij indio como titular de Defensa, no acudirá el 20 de enero a la toma de posesión de Trump. Hace un año, en el foro de Davos, dijo: «Algunos dicen que la diversidad es peligrosa y que personas de diferente cultura y lengua no pueden vivir juntas. Yo no creo eso».

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