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Una mujer usa su teléfono móvil para pagar la comida en un restaurante.
Les sobra el dinero

Les sobra el dinero

ANTONIO PANIAGUA

Viernes, 13 de enero 2017, 12:51

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Es el dinero en efectivo una especie en vías de extinción? Si por los países nórdicos fuera, ya habría salido del mapa. El uso de tarjetas de crédito y el pago con aplicaciones de móvil está tan extendido en el norte de Europa que ya suponen el 94% de las transacciones comerciales en Noruega y el 95% en Suecia. Y en Dinamarca, el Banco Central ya ni siquiera imprime billetes ni monedas. España, en cambio, está lejos de enterrar la caja de caudales. Los detractores del 'cash' abominan del 'suelto' por lo sucio y engorroso que es, y porque favorece la pervivencia de la economía sumergida. Además, resulta caro. Los expertos subrayan que el coste de manejar dinero físico, fabricarlo y transportarlo se lleva un bocado del 1,5% del PIB mundial. Pese a ello, el Banco de España no está dispuesto a jubilarlo. «El dinero en efectivo no va a desaparecer», sostienen fuentes de la entidad.

En el Banco de España dan por descontado que las operaciones electrónicas irán creciendo, pero aún le conceden larga vida al papel moneda. El instituto emisor considera que la guita que se guarda en la cartera desempeña un cometido esencial. «Cumple también una función como depósito de valor, algo que se ha podido apreciar en los momentos de crisis, bancarias o nacionales, en los que los ciudadanos han preferido aumentar sus tenencias de billetes de moneda 'fuerte' ante el temor de no tener acceso a sus saldos o que éstos perdieran su valor», destaca el supervisor.

No piensan lo mismo los daneses. De hecho, han puesto fecha de caducidad al dinero contante: a partir de 2030, las monedas y billetes serán una reliquia. Si las autoridades no lo han suprimido antes ha sido por atender las demandas de la gente mayor, que se resiste al cambio tecnológico. A no ser que sean tiendas de alimentación, oficinas de correos y centros de salud, donde se acepta calderilla, Dinamarca da pasos de gigante hacia una sociedad 'cashless'. Por el mismo camino va Corea del Sur. En el país del sudeste asiático se produce una paradoja: es más caro acuñar una moneda de diez wones que su valor nominal. Algo similar pasa en Europa, donde fabricar una moneda de un céntimo cuesta 1,65 céntimos, y cada moneda de dos céntimos nos sale por 1,94.

Suecia también abona el mercado del dinero invisible. Incluso en las iglesias, cuando se pasa el cepillo, los suecos dejan su donativo a través del teléfono. La cosa no queda ahí: los indigentes que reparten periódicos para ganar su sustento van provistos de datáfono. Y hasta el Museo de Abba, santuario del grupo musical que arrasó en todo el mundo, no transige y rechaza cualquier pago en metálico. Uno de los miembros del antiguo conjunto, Björn Ulvaeus, es un acérrimo enemigo del dinero en efectivo desde que a su hijo le atracaron en la calle. Y eso que Abba tiene a gala haber cantado hasta la extenuación un tema que hoy contradice sus principios: 'Money, money, money'. Cualquiera pensaría que en Suecia tienen alergia al papel moneda. En más de la mitad de las sucursales de los mayores bancos del país, no hay el más mínimo rastro de dinero físico ni se aceptan depósitos en efectivo. Con este sistema, ahorran en seguridad y desalientan a los butroneros y oficios afines.

Para las administraciones tributarias, todo son ventajas con la transacción electrónica. El dinero negro es la herramienta de organizaciones terroristas, narcotraficantes y defraudadores de toda laya. Por algo el blanqueo es un negocio boyante. Sin embargo, en España, por el arraigo de la economía sumergida, el pago vinculado a las nuevas tecnologías no acaba de despegar. Si se dejan a un lado las tarjetas de crédito, el uso del teléfono móvil como instrumento para abonar facturas se limita a un 18% de las operaciones.

Para Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, la erradicación del papel moneda no es la panacea en la lucha contra la corrupción. En el combate contra los comportamientos venales «sería más eficaz que los notarios dejaran de ausentarse durante la firma de operaciones sospechosas, como se hace en la compraventa de pisos cuando se falsea el precio final», esgrime. Aboga además por la supresión rápida y definitiva de los billetes de 500 euros, y no la muerte lenta a que los ha condenado el Banco Central Europeo (BCE). Con todo, el economista observa una virtud en el pago con aparatos tecnológicos: «Al menos, crisis como la del 'corralito' ya no serían posibles». Como instrumento contra el fraude fiscal, el experto se muestra escéptico. «La elusión fiscal procede en un 70% de las grandes compañías y fortunas», apostilla.

Muchos pros y algún contra

En España existen 70 millones de tarjetas bancarias, en consonancia con el altísimo porcentaje de población 'bancarizada'. Las tecnologías 'contact less' -sin contacto- y los servicios de pago por móvil, entre los que se encuentran Bizum, Apple Pay y Samsung Pay, están llamados a experimentar un gran desarrollo. Las medidas para combatir el fraude fiscal, como la limitación de abonos en efectivo a mil euros, aprobada el 2 de diciembre del pasado año, suponen un impulso a los medios de pago electrónicos.

Claus Bunkerborg, jefe del departamento de Soluciones al Cliente de Danske Bank, la mayor entidad de Dinamarca, explicó recientemente en unas jornadas económicas que la popularidad del pago con el móvil obedece al éxito de la aplicación MobilePay, que está presente en el dispositivo de nueve de cada diez daneses. «No es necesario siquiera ir a la sucursal. Desde que se saca el teléfono hasta que se realiza la compra sólo hay que dar seis pasos», asegura Bunkerborg, quien apunta que el banco se hace cargo de todos los problemas que surjan, salvo que se pruebe su empleo temerario. «Los robos no han sido un problema», subrayó. Dinamarca es, definitivamente, terreno abonado para el pago electrónico. Cuando un adolescente cumple quince años recibe su primera tarjeta de débito. El uso del tarjetero se ha convertido en el símbolo de iniciación a la vida adulta.

Si los 'millenials' están dispuestos a dar la espalda a la banca tradicional, las entidades financieras también pueden ver en la eliminación del efectivo una oportunidad de negocio. Los pagos virtuales convierten en prescindibles a muchos trabajadores y pueden suponer también un estimable ahorro en inmuebles y sucursales. Porque en lo relativo a la seguridad, la opinión general es que la batalla está ganada. No se olvide que el móvil es imposible de clonar y admite sistemas de encriptación.

Sin embargo, también hay voces críticas contra las nuevas fórmulas de transacción. Hay quienes ven en ellas un atentado contra la intimidad y el anonimato, dado que todas estas operaciones dejan huella. Cualquier movimiento, no sólo contable, sino también físico, queda registrado. Debidamente procesados con técnicas de Big Data, todos estos datos ofrecen una información ingente sobre los hábitos de consumo y las conductas individuales que hasta ahora quedaban reservadas al ámbito de lo privado. Por añadidura, la tecnología también falla. ¿Cómo se pagará si no hay wifi, si no funciona el móvil?

Es curioso que una de las personas que pronostican aún mucha vida al efectivo sea Dan Schulman, presidente de PayPal, el gigante estadounidense de pagos electrónicos. Schulman cree que todavía falta mucho tiempo para que el dinero en metálico se esfume. Aunque el número de cheques se ha reducido de manera abrupta en los últimos cinco años, el 85% de las transacciones mundiales son aún en efectivo. El éxito del 'dinero móvil' depende del grado de penetración que tenga en los próximos años el 'smartphone', que es mucho.

Ahora los nubarrones se ciernen sobre las tarjetas de crédito, que operan de manera más lenta que un terminal. La banca española no quiere perder comba y ha sacado su propia aplicación, Bizum -disponible en 16 bancos-, para competir con las de las grandes compañías tecnológicas. ING tiene su propia 'app' y no participa en la iniciativa. Sin despreciar el pago con tarjeta, Encarnación Martín, pensionista, prefiere el billete en mano que decenas de fajos virtuales vagando por el ciberespacio: «Soy de las de Woody Allen: toma el dinero y corre».

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