Borrar
Escolares desfilan con paso marcial, en junio de 1966, exhibiendo ejemplares del Libro Rojo, que recoge citas y discursos de Mao, y que fue la base de la Revolución Cultural china.
El genocidio de Mao

El genocidio de Mao

El actual presidente, Xi Jinping, sufrió en su familia la locura de Mao por exterminar a la burguesía. Y pese a ello, muchos ven ahora en las tácticas de su gobierno un regreso a aquella época tan oscura

ZIGOR ALDAMA

Martes, 24 de mayo 2016, 12:14

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Me gustaría saber más sobre lo que pasó, pero el abuelo se niega a hablar de ello. Sé que la Revolución Cultural le marcó para siempre, que sucedieron cosas horribles, pero desconozco exactamente cuáles». Wei Dongmei, una veinteañera de la provincia oriental de Jiangsu, aprovecha la presencia de un periodista occidental para tirarle de la lengua a Wei Xiaolong, que tenía su edad cuando hace 50 años Mao Zedong dio comienzo a la Gran Revolución Cultural del Proletariado. Ayer se cumplió exactamente medio siglo desde que el Partido Comunista de China, PCCh, aprobó una directriz en la que se pedía al pueblo que se deshiciera de «elementos de la burguesía que amenazan con quitarle el poder al proletariado». Fue el comienzo de uno de los episodios más negros de la República Popular, que, según las propias cifras oficiales, dejó al menos 1,7 millones de muertos.

Con la sonrisa habitual del anciano convertida en una mueca de disgusto, el abuelo Wei se resiste a responder a las preguntas de su nieta. Pero, después de varias copas de 'baijiu' -licor de arroz de 62 grados- y la presión del resto de comensales de la cena, accede a abrir una puerta de su memoria que ha permanecido cerrada durante décadas. «Nosotros vivíamos en Shanghái, teníamos una pequeña empresa de mecánica, y fuimos tachados de contrarrevolucionarios porque algunos de los miembros de nuestra familia lucharon con el Kuomintang (los nacionalistas que perdieron la guerra civil contra Mao)», comienza Wen. «La verdad es que no teníamos ni idea de qué habíamos hecho para merecer esa etiqueta, pero tuvimos que cerrar la tienda y a mí me enviaron al campo, a la provincia de Sichuan».

Cuando Wen creía haberse librado de la gran tragedia que supuso el Gran Salto Adelante (1958-1961), un radical proceso de colectivización de la agricultura y de la industria que derivó en una gran hambruna en la que murieron hasta 30 millones de personas, los Guardas Rojos acabaron con su sueño de finalizar los estudios universitarios y lo enviaron a un campo de reeducación en el centro del país. «Reconozco que no era yo un joven especialmente fuerte, ni sabía cómo era la vida en el campo. Pero todos los que estuvimos allí sufrimos un horror. Nos hacían pasar mucha hambre y nos obligaban a trabajar de sol a sol. A muchos chavales que esgrimían el Libro Rojo les habían lavado el cerebro para convencerles de que éramos el enemigo. Y nos torturaban. Algunos compañeros desaparecían por la noche y nunca se volvía a saber de ellos. Era un estado de terror constante, y como yo no tenía 'guanxi' (término utilizado para referirse a las relaciones personales en China, el tradicional 'enchufe'), estuve allí casi dos años». Como él, en el campo fueron 'reeducados' unos 16 millones de residentes de zonas urbanas, incluidos el actual presidente Xi Jinping, cuyo padre fue considerado 'enemigo del Partido' y encarcelado, y el primer ministro Li Keqiang.

«Guerra civil en toda regla»

Wen desconocía lo que estaba sucediendo mientras tanto en Pekín, donde Mao utilizó la Revolución Cultural para quitarse de encima a los dirigentes que cuestionaban su liderazgo, muy tocado tras el rotundo fracaso del Gran Salto Adelante. El Gran Timonel decidió tachar de capitalistas a personalidades del calibre de Peng Zhen, que se unió al PCCh en 1923 y fue incluso miembro del Politburó hasta 1966. Muchos fueron avergonzados en público, incluido el padre de Xi Jinping. «Es una guerra civil en toda regla», reconoció Mao cuando comenzaron los combates armados entre las diferentes facciones. Y en una carta a su mujer, Jiang Qing, aseguró que «de un gran caos nace un gran orden».

Pero no fue exactamente así. El PIB del país cayó entre un 25% y un 30%, y los avances en todos los sectores se detuvieron. «Durante una década, China estuvo cazando fantasmas para proteger a un hombre», asegura el escritor Yan Lianke, cuyas novelas sobre la Revolución Cultural están prohibidas en China. «Es un período que nadie quiere recordar, porque fue uno de los grandes errores que cometió Mao». Según la postura oficial del partido, el fundador de la 'Nueva China' se equivocó solo en un 30% de las decisiones que tomó. No obstante, su figura se ha relegado a un plano secundario, y ayer la prensa oficial china prestaba mucha más atención a la presencia en Pekín del consejero delegado de Apple, Tim Cook, que a esta efeméride. «Hay muchas cosas de las que está prohibido hablar en China. Yo quiero mostrar la falsedad que existe en esta sociedad y en la política que la rige», sentencia Yan.

El diario 'South China Morning Post', editado en el oasis de libertad que es Hong Kong, sí que se acordó ayer de la Revolución Cultural. De hecho, utilizó una certera viñeta para resumir el rumbo que el país más poblado del mundo ha tomado desde la muerte de Mao, en 1976, momento en el que también se puso fin a su interpretación más radical del comunismo, que más adelante se reprodujo en la aterradora Camboya de los Jemeres Rojos. En el dibujo del periódico, dos miembros del Partido Comunista, ataviados con el característico traje Mao y tocados por la gorra verde coronada con una estrella roja, brindan con copas de globo por el 50 aniversario del inicio de la Revolución Cultural. «¡Quién iba a decir que el proletariado se haría tan burgués!», le comenta uno al otro mientras se fuman sendos puros.

Efectivamente, China ahora es la segunda potencia mundial y el centro de la globalización industrial. Pero muchos analistas ven en el Gobierno de Xi Jinping maneras muy similares a las de hace 50 años. 'Xi abraza el legado radical de Mao', tituló el pasado día 13 el diario estadounidense 'The Wall Street Journal'. «Ha pasado sus primeros tres años como presidente resucitando a Mao, tomando prestada su retórica y copiando sus tácticas. Ha concentrado todo el poder en sus manos, y ha flirteado con el culto a su personalidad», escribió Andrew Browne.

No es el único que piensa que detrás de la cruzada de Xi contra la corrupción se esconde una purga que ya se ha cobrado la cabeza de miles de funcionarios. En lo más alto, primero Bo Xilai, exministro de Comercio, y luego Zhou Yongkang, exministro de Seguridad, han sido sentenciados a pasar el resto de sus días en la cárcel. Y el último en caer en desgracia ha sido nada menos que Ling Jihua, 'número dos' del anterior presidente, Hu Jintao. Además, diferentes organizaciones de derechos humanos afirman que se está dando una peligrosa regresión en el respeto hacia las libertades individuales, algo que se ve en la ola de detenciones que sufren todo tipo de activistas, desde partidarios de la democracia hasta feministas, y en la aprobación de las controvertidas leyes de Seguridad Nacional y de control de las ONG.

Curiosamente, ahora que el gigante asiático busca ser reconocido como una economía de mercado por la Unión Europea, un asunto muy polémico por las repercusiones que ello tendría en sectores tan castigados como el del acero, las empresas extranjeras también critican las nuevas trabas de todo tipo a las que se tienen que enfrentar para poder acceder al mercado local. El plano ideológico tampoco se escapa a esta nueva Revolución Cultural del siglo XXI. No en vano, en los últimos meses Xi ha llegado a pedir a la prensa que esté al servicio del partido, y otros dirigentes incluso han llegado a decir que de las aulas tiene que desaparecer toda influencia occidental. Menos el comunismo, claro.

1949: Tras el fin de la ocupación japonesa y de la victoria de las fuerzas comunistas sobre los nacionalistas, Mao Zedong proclama la República Popular China.

1958: Mao ordena la colectivización de la agricultura y de la industria, un Gran Salto Adelante que desploma la producción y mata de hambrea a 30 millones de chinos.

1966: Tocado por ese fracaso, Mao lanza la Revolución Cultural del Proletariado, que en su lucha contra la burguesía esconde la purga de sus opositores. Mueren más de 1,7 millones de personas.

1976: La muerte de Mao y el encarcelamiento de su esposa cierran la Revolución Cultural. Deng Xiaoping toma el timón y declara el inicio del 'comunismo al estilo chino'. Al grito de '¡enriquecerse es glorioso!', China se abre y el mundo entra en tromba.

2013: Xi Jinping es elegido presidente y lanza una cruzada contra la corrupción con miles de funcionarios y altos cargos procesados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios