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Mujeres maquilladas para una campaña contra la violencia machista. :: RADU SIGHETI/REUTERS
«Tenemos maltratadores para rato»

«Tenemos maltratadores para rato»

Tres de cada diez adolescentes dicen haber sufrido un control abusivo de su pareja. «Con la crisis se están reforzando las conductas machistas»

IRMA CUESTA

Jueves, 18 de diciembre 2014, 10:19

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Rosa, Fernando Jesús y Ana se esforzaban en rehacer sus vidas hasta que el lunes un cóctel de celos y frustración acabó con ellos. Tres cruces más en la lista de víctimas de la violencia machista, que suma ya 48 muertes este año. El sistema hace aguas por tantos flancos que no hay suficientes gasas para atender tanta herida. El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad lleva meses preparando un foro de diálogo con asociaciones y expertos para analizar la evolución de una ley que está a punto de cumplir 10 años y no ha sido capaz de frenar la sangría. En paralelo, algunas comisarías prueban un nuevo test para valorar el riesgo de las maltratadas. Los datos indican que la actual no vale.

  • 016

  • Es el teléfono habilitado por el Ministerio de Sanidad para atender las demandas de atención gratuita y profesional las 24 horas del día los 365 días del año. Pero no es el único. Anar ofrece ayuda a la vuelta de una llamada al 900 2020 10; también a padres y familiares llamando al 600 50 51 52.

  • «Sin ti no soy nada»

  • El mito del amor romántico sigue interiorizado en la mayor parte de las jóvenes.

  • Estadística

  • Según los últimos datos del INE, un 28% de las mujeres víctimas de violencia machista tienen menos de 30 años.

Mucho se van a tener que esforzar unos y otros, porque lejos de bajar, el machismo en su expresión más brutal se desliza por todas las capas de la población, especialmente por la explosiva adolescencia: en 2013 el número de menores maltratadores que fueron juzgados aumentó un 5%. 155 chavales se sentaron frente a un juez y 133 fueron condenados. El balance de 2014 no va a ser mejor.

Lo dicen los últimos estudios: el 29% de las adolescentes españolas reconoce haber sufrido un control abusivo por parte de sus parejas -un 25,1% a través del móvil-; el 6,3% ha padecido, al menos en una ocasión, presión sexual; el 3% agresiones físicas... El pronóstico empeora.

Uno puede elegir al azar el informe que prefiera porque las conclusiones son siempre las mismas: la evolución de la adolescencia en relación a la igualdad y la prevención de la violencia machista, lejos de mejorar, se recrudece. Para la mayor parte de ellos, es cosa de adultos.

Cristina estaba convencida de ello. Ocurrió poco a poco: unos tirones de pelo, algunos empujones, hasta que en el primer gran enfado su chico la cosió a puñetazos. Nunca creyó que lo suyo fuera violencia machista: «Al salir de una fiesta, una amiga que había visto cómo me agarraba y me gritaba se asustó. Me dijo que estaba saliendo con un bestia y que tenía que dejarlo. Yo entonces creía que no era nada. En realidad no lo era comparado con lo que había ocurrido otras veces. Nunca hablamos de maltrato». Aquello, asegura ahora que lo ha superado, era cosa de mayores, de mujeres casadas con hombres horribles.

Halagadas por los celos

Poco ha ayudado la irrupción de las nuevas tecnologías, que además de hacernos la vida más cómoda, hay quien opina que nos la está destrozando. Tres de cada diez menores de entre 13 y 19 años afirma haber sufrido un control abusivo de su vida: con quién hablan, dónde van, cómo han de vestirse... por parte de su pareja. El sexismo y el machismo se hacen fuertes escudados tras un smartphone.

Los expertos alertan de que las primeras manifestaciones suelen ser actitudes de control, de humillación, de aislamiento. El chico trata de hacer sentir inferior o culpable a su pareja, controla sus amistades, revisa su móvil, su perfil, la aleja de su familia y termina presionándola para tener relaciones sexuales. A Clara (nombre ficticio), maltratada entre los 15 y los 18 años, el 'amor de su vida' comenzó prohibiéndola ir a la playa y acabó violándola. Tardó un año en darse cuenta de que semejante actitud no tenía nada que ver con el cariño; otros dos, en acabar con aquello.

María se enamoró a los 14 años y cuando quiso darse cuenta estaba atrapada en una pesadilla. «Desde el principio le daban arrebatos de celos, pero la verdad es que yo me sentía halagada. Creía que me quería tanto que no podía remediarlo y yo no veía más allá. Cuando el enfado se le iba de las manos me pedía perdón, incluso lloraba, y entonces yo me sentía culpable por haber sido capaz de hacerle daño». La historia de María con aquel energúmeno acabó cuando en un arrebato le pegó hasta romperle la pierna. En el hospital, recuerda ahora, tuvo que contarle lo ocurrido a su madre.

Si alguien cree que unas cuantas décadas de lucha contra el machismo han sido suficientes, se equivoca. Javier Elzo, sociólogo y catedrático emérito de la Universidad de Deusto, lleva años insistiendo: «Tenemos machismo para rato. Los estereotipos que deberían haberse olvidado siguen tan frescos como siempre. Las cosas apenas han cambiado; ahora, simplemente, somos ocultamente machistas».

El sociólogo lo explica de la siguiente forma: «Hay una pinza que sostiene en uno de sus lados a una sociedad básicamente machista, patriarcalista. Vivimos en un país en el que el género masculino se había impuesto, y no solo en la familia, en todos los ámbitos sociales. No olvidemos que hasta hace noventa años la mujer no podía votar y hace muchos menos que pudo abrir una cuenta en un banco. Eso no desaparece de la noche a la mañana porque una ley diga algo al respecto. Al otro lado de la pinza se sitúa otra realidad, la de unas chicas que normalmente sacan mejores notas y muestran un comportamiento digno de alabanzas. Frente a ellas, chicos que son más torpes y mas feuchos y de pronto hay un revival de ese fondo de sociedad machista que sale a flote y lo demuestran».

Niñas de 12 y 13

Al escuchar los argumentos del profesor Elzo da la impresión de que treinta años de gobiernos más o menos paritarios, clases mixtas, educación sexual y discursos sobre la igualdad de poco han servido. «Antes los chavales ejercían su superioridad ocupando el patio del colegio y decidiendo quién podía o no jugar. Ahora hay una nueva modalidad; las redes sociales les permiten ejercer un control sobre las chicas como no existió nunca antes. No hablamos de violencia física necesariamente, pero sí de acoso».

Los centros encargados de la atención a las víctimas constatan que cada día se atiende a un mayor número de adolescentes. La Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, una ONG madrileña que lleva en la brecha once años, apunta que la mayoría de las menores andan entre los 15 y los 17 años, pero avisan: últimamente reciben a niñas de 12 y 13. Rosa Monteserin, coordinadora de la organización y responsable del programa de intervención con menores tiene una idea clara de lo que está pasando. «Estamos en el año 15 de 'Gran Hermano'. Ese no es el camino a seguir. Lejos de lo que cabría esperar, se están reforzando las conductas machistas; se perpetúan en una sociedad convulsa azotada por la crisis económica y por una evidente crisis existencial».

También Roque Prego, psiquiatra de niños y adolescentes de la Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario Valdecilla (Cantabria), reconoce que los profesionales se enfrentan de forma cada vez más acusada al problema. «Una ruptura sentimental, por ejemplo, tan frecuente en los adolescentes, puede originar en estos chicos una reacción de violencia al no poder afrontar la pérdida o no poder asumir lo que ellos entienden como una humillación. Vemos chicos que no toleran esta situación y tienden al hipercontrol y aislamiento de su joven pareja; a comportamientos de celos desproporcionados y a amenazas y violencia en situaciones de pre-ruptura o ruptura».

No estamos bien y suena a consuelo de tontos, pero ahí fuera no andan mejor. Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) cita los peores y mejores países para ser mujer. Entre los cinco mejores: Bélgica, Francia, Eslovenia, Serbia y... España.

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