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Viernes, 24 de noviembre 2017, 12:44
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Sola, sentada en la acera frente a la casa de Torre Pacheco en la que su hija acababa de ser asesinada por un vecino obsesionado con la chica, María Betanzos era la imagen del desamparo. Un técnico de la ambulancia reparó en su desvalida figura ya de noche, y le ofreció tomar un calmante en el interior. «¡Como si un calmante fuera a aliviar mi desgarro! Me sentí sola, desamparada, y así sigo. El caso de mi hija no fue considerado violencia de género porque no le unía ningún vínculo con el asesino, cuando es evidente que la mató por su condición de mujer, y por esa razón nadie me dio amparo», lamenta la madre 'huérfana' de su única hija. «El día que mataron a Cristina, me mataron a mí también. Yo ya no hago nada aquí», dice con crudeza María, en tratamiento psiquiátrico desde el asesinato de su hija. No quiere comer, ni regresar a casa después de la consulta para encontrarse con las estancias y objetos que compartía con su niña, ni ver la tele ni a nadie. «No hay consuelo ni amparo. Solo dolor y rabia».
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