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Luto y silencio para el Jueves Santo

Luto y silencio para el Jueves Santo

Las cofradías de la Sangre y del Refugio sacan a las calles sus cortejos caracterizados por el recogimiento y la emotividad

M. C. RAMÍREZ

Jueves, 2 de abril 2015, 02:27

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Silencio. El Señor ha muerto. Toca estar callado, reflexionar, vestir luto y rezar. El Jueves Santo es de noche negra y oscura, apenas iluminada por unas cuantas velas. De silencio absoluto, de penitencia, interrumpida por los cantos solemnes de coros y auroros. De cabezas agachadas, solo alzadas para ver desfilar al Cristo crucificado. De recogimiento, porque es la noche más triste para la devoción cristiana.

La tarde del Jueves Santo comienza en Murcia con la procesión de la Soledad de la archicofradía de la Sangre. Un cortejo relativamente nuevo pero que se hace un hueco en las tardes nazarenas de la ciudad. Cada Jueves Santo, desde el año 2005, de la iglesia de El Carmen parte una procesión austera, de luto y silencio. Sin la fiesta nazarena de la tarde 'colorá'. Sin caramelos ni monas. Solo un ribete rojo recuerda en las negras y largas túnicas que esos penitentes son carmelitanos. Abre el desfile el Cristo de la Humillación, una obra de autor anónimo que podría ser del siglo XVII. Tras él, el Cristo del Amor en la Conversión del Buen Ladrón, de José Hernández Navarro de 2011. Y termina la titular del cortejo, la Virgen de la Soledad, de 1985, de Antonio Campillo, una madre enlutada, triste, amargada por la pérdida del hijo, sola vagando a su encuentro.

Por la noche llega la llamada Procesión del Silencio. Tampoco hay caramelos ni fiesta en el cortejo en el que sus nazarenos tienen prohibido hablar desde el mismo momento que pisan la calle. Porque este cortejo es para reflexionar, para vivir con el corazón la muerte de Jesús, para mirar más allá la pasión de Cristo. La oscuridad se hace en la ciudad por las calles por donde va el Cristo del Refugio. Es él quien ilumina el camino. Los asistentes no pueden más que verlo pasar, guardando silencio de respeto y emocionándose ante la impresionante imagen del crucificado cruzando la ciudad envuelto en oscuridad y un mudo grito de amargura.

Solo se rompe el silencio en esos puntos en los que el Cristo recibe cantos desgarrados de pasión. La Scola Gregoriana y la Coral Discantus estarán en la salida de la procesión. El Orfeón Fernández Caballero, junto al ficus de Santo Domingo. En la iglesia de esta plaza, Orpheus Music. En el Banco Santander, los auroros del Rincón de Seca. En las Cuatro Esquinas, el coro de San Andrés y Santa María de la Arrixaca. En el Casino, Capilla Clásica. En la plaza de la Cruz, la Tuna de Magisterio. En Belluga, un grupo de Pasión. En el Palacio Episcopal, el coro de cámara Santa Cecilia. En la plaza de los Apóstoles, los auroros de Nuestra Señora del Rosario del Rincón de Seca. En la plaza de la Cruz, la Coral de San Antolín. En la calle Radio Murcia, Canticorum Iubilo. Y el Orfeón Caballero será el encargado de acompañar la llegada del Cristo.

Arrodillados ante el Cristo

Este momento es de los más emotivos de las recogidas pasionales. Los cerca de trescientos nazarenos que desfilan van ocupando los laterales de la calle, y al paso del Cristo se arrodillan, como muestra de respeto. Con todos arrodillados, El Refugio entra en San Lorenzo. La talla podría ser del siglo XVI y está atribuida a Jacobo Florentino. Su nombre tiene su origen en la Guerra Civil, cuando este crucificado permaneció intacto en la iglesia de San Lorenzo que sirvió de refugio para cientos de murcianos.

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