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Cientos de hebreos del Paso Blanco, vestidos a la antigua usanza, acompañaron a Jesús montado en su borrica, representando el pasaje bíblico de la 'Entrada Triunfal en Jerusalén'.
...Y Jesús entró triunfal en Jerusalén

...Y Jesús entró triunfal en Jerusalén

Cientos de figurantes, ataviados a la usanza de la época, revivieron el pasaje bíblico en la procesión de Las Palmas. El Paso Blanco puso en carrera veloces cuádrigas romanas y la reina de Saba desfiló majestuosa en su carroza, precedida por el rey Salomón

P. W. R. / I. R.

Lunes, 10 de abril 2017, 01:09

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Iba en su borrica, discreto, acompañado por sus fieles apóstoles en su entrada en Jerusalén, de forma espontánea una multitud le rodeó para acompañarle y la entrada se convirtió en triunfal. Anoche se recreó ese pasaje bíblico, cargado de simbolismo para los católicos, en la procesión de las palmas. Cientos de blancos ataviados a la usanza del Israel de hace más de dos mil años, con palmas y ramas de olivo, formaron un multitudinario Pueblo Hebreo. También, como entonces, fue sin planteamiento previo, nunca se puede saber de antemano qué número de figurantes van a arropar al Dios de Israel en su recorrido pero siempre se cuentan por miles llenando prácticamente la carrera.

Hombres, mujeres, niños, bebés, familias enteras formaron el atractivo grupo tan característico y colorista del Paso Blanco con sus vistosas túnicas, algunas más clásicas con el manto de terciopelo y grecas de oro en cuello y puños, otras en colores tierra, granates y verdes y algunas de rayas con el chaleco en un solo tono. Y, como música de fondo, se escuchaba el himno triunfal que entonaba el Pueblo Hebreo conformado para varias decenas de blancos.

El grupo de hebreos salió por primera vez en procesión en 1885, siendo el primer grupo bíblico en participar en las procesiones. La espectacularidad del cortejo blanco no decayó en ningún momento. Las siempre impresionantes sigas de los emperadores romanos, Octavio, Teodosio, Constantino, Licinio y Magencio, casi quitaron el aliento al público que abarrotaba el graderío de la carrera principal por la avenida de Juan Carlos I con su frenética carrera, tanto como el control que ejercen los expertos aurigas sobre los caballos.

La parte hebrea estuvo representada también por la caballería de las tribus de Israel. El rey Salomón, en triunfal biga, lució su manto verde, con una original cenefa de funcionarios y personajes de la corte bordados en sedas, enmarcando un medallón que refleja al rey tal y como desfila en procesión ante el templo de Jerusalén. Le seguía el caballo del Respeto, que nunca lleva montura.

Rodeaban al monarca israelita, varias caballerías como la de las tribus de Israel y la de las mujeres del rey David. Después, hizo su aparición la reina de Saba con su suntuosa carroza. El personaje desfila con túnica de raso blanco bordada en oro y sedas en tonos azul, verde y rojo, y motivos de inspiración egipcia en los que destacan figuras de gansos con alas desplegadas y la cola de serpiente que simbolizan al dios Amón, así como flores de loto y de papiro.

Oscuras sombras entorno a los ojos, lentillas rojas, garras de animal, cuernos de carnero, rostros muy teatrales, espeluznantes, caracterizaron los demonios del grupo del Anticristo, que se ha convertido en uno de los principales atractivos del cortejo por la cuidada estética de los figurantes. Escoltaban la carroza del Anticristo que apareció también con un rostro espectral. La espectacularidad del manto que luce está en consonancia, es el más grande de los que desfilan en las procesiones lorquinas, veinticuatro metros cuadrados. Recientemente se estrenó una versión del original, que fue bordado en 1974 bajo la dirección artística de Manuel Muñoz Barberán. Escoltaban la carroza los cuatro jinetes del Apocalipsis, la muerte, la guerra, la peste y el hambre con una estética también estremecedora.

Y, como colofón al cortejo blanco, apareció el patrono de la cofradía, San Juan Evangelista, llevado a hombros por casi un centenar de portapasos. La figura del apóstol es una talla donada por los hermanos Montesinos Pérez- Chirinos en el año 1973, del escultor sevillano Antonio Castillo Lastrucci, cuya advocación ya participaba en la procesión de 1750, que luce una túnica verde y un mantolín rojo. El trono se estrenó en 1999 y es de madera de caoba tallada y dorada, de estilo barroco. Junto a la imagen, desfiló el estandarte de San Juan. Representa la iconografía de San Lucas 23, 44-45 en tres planos diferenciados. En el primero, aparece San Juan y María; en el segundo, la Cruz; y en el tercero, el cielo oscurecido. El bordado de la seda del estandarte fue dirigido por el artista Manuel Muñoz Barberán en 1974, mientras que el del oro estuvo bajo la dirección de Gaspar López, que lo acometió en el año 2000. Cerró el cortejo de la Procesión de Las Palmas la Virgen de la Soledad, titular de la Hermandad de la Curia, Paso Negro. La talla de José Sánchez Lozano de 1950 desfiló en su trono de ruedas desde la entrada principal de la colegial de San Patricio. Delante de ella iba un tercio de nazarenos con capa que asemeja a la toga que utilizan en los tribunales de justicia los profesionales del Derecho.

Pero la jornada se inició mucho antes para los blancos. Por la mañana, asistieron a la tradicional bendición de las palmas que tuvo lugar en la Plaza de Saavedra, frente al conjunto monumental de Santo Domingo. Poco después, se celebró una eucaristía conmemorativa de la 'Entrada de Jesús en Jerusalén', en la Capilla del Rosario. Y más tarde, se entregaron medallas a los nuevos costaleros de San Juan, que lo portaron en su primera salida procesional de la Semana Santa lorquina.

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