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La madrugada

Atraer turismo no debería ser función de las cofradías, pero tampoco tiene sentido una procesión para nadie

MANUEL MATURANA CREMADES

Jueves, 13 de abril 2017, 01:30

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La procesión del Encuentro ha pasado en veinte años de ser uno de los grandes atractivos de la ciudad a ser un quebradero de cabeza para la Cofradía Marraja (y en otras ciudades también lo sería para la Junta de Cofradías) por la ausencia de público en las calles.

Atraer turismo y público no debería ser función de las cofradías pero lo que carece totalmente de sentido es una procesión para nadie, salvo para los que salen en ella e incondicionales. En este sentido la cofradía poca capacidad de acción tiene para solventar el problema: en los últimos años ha adelantado las salidas de las procesiones para retener el público que tras la recogida del Silencio y la Llamada de granaderos y judíos todavía llena el centro. Porque el gran problema es ése, que el centro se llena y se vacía, el casco histórico está prácticamente despoblado y la gente que antes escuchaba tambores en su casa a las cinco, seis o siete de la mañana y en cinco minutos podía estar en la calle, con su familia, viendo la procesión pasar por delante de su puerta, ahora necesita poner un despertador, coger un coche, bajar al centro, aparcar y... complicado, bastante complicado. Es más fácil retener a los trasnochadores que intentar atraer a los madrugadores. El ejemplo más claro lo tenemos en las procesiones grandes de Miércoles y Viernes Santo, en las que calles de poca tradición procesionista están llenas, como Sagasta y Carmen (salidas naturales), y calles de enorme tradición, como el último tramo de Serreta-Duque-San Francisco, con poquísimo público; las primeras te permiten una salida natural y ágil hacia parkings y ensanche, las segundas te obligan a mayores rodeos, por no hablar de la hora que se hace, no para subir a tu casa y acostarte (que eso no sería problema) sino para ir al parking, coger el coche y subir a La Vaguada, Canteras, Santa Ana, etc...

Potencialmente, tenemos un producto magnífico al que se le podría sacar un gran provecho, pero aquí tendrían que intervenir las instituciones de la ciudad y complementar con una oferta cultural a la propia procesión: se podría vender El Encuentro como la gran noche de Cartagena, una marca comercial de la propia ciudad. Esto se propuso en un foro de internet antes de que se implantase La Noche de los Museos, y se trataría de algo muy similar. Una vez recogido el Silencio se abrirían al público museos y exposiciones; con eso se podría atraer a un público 'predispuesto' a disfrutar luego de la procesión y mantener a los 'fieles' hasta una hora de salida que permita incorporar de nuevo el amanecer como un elemento más de la procesión. Evidentemente, se correría el peligro de la institucionalización de la noche; un riesgo real es que lo que se crea para potenciar el acto principal se coma a éste y se convierta en el centro de la celebración, como ya ha pasado con la Llamada del Miércoles de Ceniza, donde la exhibición de un cheque en un balcón se ha convertido en el momento más importante del acto cuando debía ser algo totalmente anecdótico. No obstante, algo hay que pensar para que la procesión de la Madrugada, la primera, la que dio origen a todo, no se quede casi residual donde, quitando actos muy puntuales, lo demás parecen capirotes deambulando por una ciudad desierta. Creo sinceramente que la ciudad no está a la altura esa noche: esa procesión da vida a unas calles que normalmente están deprimidas, en un segundo y tercer plano, dignificándolas. Las instituciones tienen que pensar algo para atraer esa noche a un público, a un turismo cultural, que quizá tenga así su primer contacto con la Semana Santa de Cartagena y puedan convertirse en embajadores de la ciudad y sus procesiones.

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