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Rosa Nieto, tercera por la izquierda, tras Victoria Botí, sacando el trono de La Despedida de Santa María de Gracia.
Una zamorana se emociona en La Despedida

Una zamorana se emociona en La Despedida

Portapasos del Ósculo abren hueco en el trono femenino a una devota castellana cuya cofradía no facilita a las mujeres salir en su procesión

G. MÁRMOL

Sábado, 8 de abril 2017, 01:13

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Cada capirote y portapasos tenía anoche una motivación muy íntima para salir en la procesión del Cristo de la Misericordia y la Virgen del Rosario, con la que los californios se estrenaron en esta Semana Santa de 2017. A la zamorana Rosa Nieto González se la dieron sus amigas de la Asociación de Mujeres Cofrades de Cartagena, que a modo de sorpresa le prepararon la túnica para portar el trono de la Despedida de Jesús, el mismo del que es devota en su ciudad pero que allí no puede llevar por ser mujer. En Zamora, la Despedida es un paso del Lunes Santo portado exclusivamente por hombres, según establecen los estatutos de la cofradía a la que pertenece, la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída.

«Cargó mi marido hasta que se jubiló y espera cargar mi hijo el año que viene», explicó Rosa antes de ponerse la túnica que le preparó la presidenta de las Mujeres Cofrades, Victoria Botí. En Zamora pertenece a una asociación similar que lucha por abrir la puerta a la participación femenina en cofradías que siguen interpretando la Semana Santa como una tradición de hombres pero, sobre todo, trata de cambiar la mentalidad a muchos cofrades que siguen viendo la incorporación de la mujer a puestos tradicionalmente masculinos como un sacrilegio. «Es que no puedo ni cargar ni siquiera acompañar a la Despedida», explicó la mujer a 'La Verdad'.

Desde su puesto en una de las varas exteriores del primer trono femenino que hubo en Cartagena, Rosa pudo sentir el peso de la devoción y también la emoción de bajar la rampa de Santa María de Gracia con buena parte de la calle del Aire abarrotada de público siguiendo una procesión que cada vez tiene más protagonismo femenino. Pese a lo intenso del día, había espectadores incluso en los tramos más deslucidos del desfile, muchos de ellos haciendo planes para cantar la salve ya iniciado el Sábado de Pasión.

Con sentimiento

«Aquí voy de una emoción detrás de otra», aseguró la cofrade zamorana, que de madrugada conoció la procesión del Cristo del Socorro y por la mañana disfrutó de los preparativos en Santa María de Gracia junto a su esposo y sus amigas.

Como ella, un millar de procesionistas fueron protagonistas del estreno californio, que comenzó puntual con los guiones, el carro bocina de la cofradía y el tercio femenino del Prendimiento encabezando la comitiva. La procesionista zamorana pudo ver la salida del tercio infantil de granaderos, vestidos a semejanza de los soldados que daban escolta a las procesiones en el siglo XVIII, singularidad de los desfiles cartageneros. Como también lo es el tercio femenino de la Oración en el Huerto, con sus llamativas túnicas de cola, inspiradas en los desfiles de la Ilustración, y su cirio al cuadril, abriendo camino a su trono alegoría de los Dolores de la Virgen.

Antes de ponerse en marcha, Rosa y las hermanas de la Despedida aún tuvieron tiempo de ver desde el templo la salida del tercio femenino de la Agrupación de la Santísima Virgen del Primer Dolor, con su trono de Jesús y María en casa de Lázaro. En cuanto esas imágenes del imaginero murciano José Hernández bajaron la rampa, arrancó el tercio femenino del Ósculo, con La Despedida de Jesús de la Santísima Virgen, escoltado por agentes de la Policía Local.

En la cola del cortejo desfilaron las que son sus imágenes titulares: el Cristo de la Misericordia y la Virgen del Rosario, acompañadas a tramos por la presidencia eclesiástica y la mesa de la cofradía, con su hermano mayor, Juan Carlos de la Cerra, al frente. Probablemente, tras haber cumplido su sueño de 'cargar', Rosa Nieto seguiría con la emoción a flor de piel contemplando desde un lugar privilegiado del templo la entrada solemne de la Virgen entre muestras de devoción y las estrofas de una salve final que siempre estremece.

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