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Agustín García, 'Caracolillo de Cádiz', cantando una saeta en el Palacio Aguirre en el Encuentro. Junto a él, la directora general de Bienes Culturales, María Comas.
Saetas para cinco horas de vigilia

Saetas para cinco horas de vigilia

Cantaores de Cartagena y de Cádiz cautivan a un gentío en la Pescadería, Santa Lucía y el Lago

Antonio López

Domingo, 5 de abril 2015, 01:06

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Solemnidad, rigor, pasión y emoción, mucha emoción se vivió durante la madrugada del Viernes Santo en la procesión del Encuentro, tanto en las salidas de los tronos desde la iglesia Santa María de Gracias, la Pescadería y el Paraninfo de la Politécnica, como en el Lago, cuando la Pequeñica y el Jesús Nazareno se juntaron. Las lágrimas, los nervios, los gritos de «¡Viva la Virgen!» o «¡Viva el Jesús!» y las saetas cantadas desde el balcón del Palacio Aguirre y a pie de calle protagonizaron un momento que quedará clavado en la memoria de las miles de personas que a las cinco de la mañana abarrotaban la plaza, gran parte del bulevar José Hierro y la calle San Diego.

Subidos a un banco, a una farola, a un bordillo o a una silla. Cualquier cosa valía para no perderse detalle de unos de los Encuentros más multitudinarios de los últimos años. Desde las tres de la mañana, numerosísimo público comenzó a buscar el mejor sitio. Ya tres cuartos de hora antes y tras las salidas de los tronos, en la plaza no cabía ni un alfiler.

Los primeros aplausos y flases de cámaras fueron para San Juan cuando llegó al Lago. Tras él, la Virgen de la Dolorosa, cuyos portapasos al cruzarse con los sanjuanistas se dieron la mano.

Mientras, el Jesús Nazareno ya asomaba a la plaza, desde la calle San Diego. Entonces el público quedó en silencio. Un silencio rotundo, que se rompió cuando un procesionista gritó: «¡Viva esa Pequeñica guapa!» y el público contestó «¡Viva!». Ambos tronos se unieron y comenzó a sonar el himno nacional.

Sus notas resonaron en toda la plaza. Los últimos acordes dieron paso a la Salve cantada por cientos de personas en tono bajo. Entonces las lágrimas comenzaron a brotar en muchos por la emoción. Nada más terminar, de nuevo se escuchó un «¡Viva la Virgen!» y un atronador aplauso inundó el Lago. Este momento fue aprovechado por Agustín García el 'Caracolillo de Cádiz', que rompió a cantar una saeta por seguidillas desde el balcón del segundo piso del Palacio Aguirre.

Sin micrófono y a pie de calle

Sin tregua y con el corazón en un puño, el cantaor cartagenero Diego Cervantes se arrancó entre el público y sin micrófono con otra saeta. El gentío calló y escuchó la potente voz que le salía del alma a este vecino, que llevan cantando desde los seis años.

En minuto y medio se ganó al público, que al finalizar le brindó un sentido aplauso. Pero hubo más. Cuando el tercio del Nazareno echó andar hacia la Plaza San Ginés y la Pequeñica se quedó atrás, de nuevo el 'Caracolillo de Cádiz' cantó una saeta, esta vez improvisada, que sorprendió a todos.

Mientras se vivía el gran momento de la noche en el Lago, los primeros penitentes ya recorrían San Miguel para embocar la calle del Aire. Allí, una treintena de policías locales y nacionales se colocaron a ambos lados para dar paso al cortejo y evitar altercados.

Las cinco horas de vigilia comenzaron dos horas antes en la Pescadería, desde donde el Jesús Nazareno partió arropado por miles de personas. A las tres de la mañana se abrió la reja de la puerta y el cortejo comenzó a andar. Un pescador de la Cofradía, Salvador Sala, cantó una saeta aunque apenas se escuchó por el gentío. El trono, llevado por más de 140 portapasos, enfiló el barrio de Santa Lucía, donde un vecino le entonó otra saetilla. Mientras, el Medinaceli salió del Campus de la Muralla.

Desde el balcón de la puerta principal del antiguo Hospital de Marina, la presidenta de la Agrupación de los Estudiantes, María Remedios Berruezo, y el rector de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), José Antonio Franco, lo despidieron; la primera con una oración y el segundo, con un discurso.

Quince minutos después partió desde la iglesia de Santa María de Gracia La Verónica, y media hora después y desde el mismo lugar, San Juan y la Virgen Dolorosa ('La Pequeñica').

Tras el Encuentro y unidos todos en una sola procesión, partieron de vuelta a Santa María de Gracia por calles repletas de gente. El último trono entró al templo, pasadas las siete y media de la mañana, y cuando el sol ya tomaba la ciudad.

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