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Miércoles, 16 de abril 2014, 18:25
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Habituados a impulsar campañas de protesta que no dejan a nadie indiferente, los obstinados activistas de Greenpeace han marcado un nuevo hito que dará que hablar. El pasado sábado, Nicole y Enrique se enfundaron en sus respectivos atuendos nupciales y, retando a las bajas temperaturas, celebraron un enlace simbólico en El Morado, un circo glacial situado en Los Andes chilenos, para llamar la atención sobre la protección de estos parajes, según la entidad, amenazados por el inminente inicio de un ambicioso proyecto hidroeléctrico.
La elección del enclave no es casual. El Morado forma parte de la autodenominada República Glaciar, una suerte de micronación proclamada por Greenpeace el pasado 5 de marzo que reivindica el reconocimiento por parte de las autoridades de Santiago de las masas de hielo como parte de su soberanía y, en consecuencia, protegidos como bien público.
Como afirmaba su peculiar declaración de independencia: "Es momento de declarar a los glaciares, fuente de agua y vida, como un territorio independiente, lejos de quienes los destruyen". Una soberanía sellada con un beso que, con toda seguridad, carece de precedentes en las relaciones internacionales.
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