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Pepa García
Sábado, 29 de abril 2017, 00:32
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A punto de dar comienzo las fiestas grandes de Caravaca de la Cruz, las que celebran los rituales del agua y del vino, salvador de los habitantes de la capital del Noroeste en tiempos de la reconquista, según la leyenda; y aunque ya se han celebrado algunos actos festivos como los desfiles de gigantes y cabezudos, juegos infantiles y hasta ha llegado el Tío de la Pita, qué mejor que acercarse a estas tierras para ir preparándose a vivir el espectáculo y, de paso, aprovechar para ganar el jubileo que a tantos turistas está atrayendo este año santo.
La propuesta es seguir el camino del agua, la misma que se bendice en el Templete el 3 de mayo, día de la Vera Cruz, y que riega las fértiles huertas de la zona.
Precisamente con el rumor del agua como animada cantinela comienza este itinerario en la calle Primavera, junto a una acequia vivísima y cantarina que va dando vida a los minifundios en los que los vecinos todavía no han arrancado las plantaciones de habas, pero donde también crecen, ya hermosísimas, las matas que darán pronto tiernas patatas, engordan las almendras envueltas en su aterciopelada cubierta verde y florecen los granados.
En el primer cruce, giren a la izquierda por el camino Estación que les lleva, si lo siguen recto, al albergue que se habilitó el año pasado en la antigua estación de trenes (abierto y con capacidad para 22 personas) -también en este punto se puede iniciar el paseo-. Antes de llegar al albergue, pasarán junto a un curioso e historiado edificio del primer tercio del siglo XX, parte de las infraestructuras que daban servicio al ferrocarril y que fue castillete de sustentación del depósito de agua y depurador.
Nada más dejarlo a su derecha, deben coger la carretera que cruza, hacia la derecha (junto a una fábrica de calzado), y que les lleva directos al lecho del río Argos, eje de la ruta de hoy y de las civilizaciones que durante milenios fueron ocupando estas fértiles tierras. De hecho, el nombre del río proviene, según cuentan, de un poblado griego que se estableció sobre los terrenos en los que está la actual Cehegín 600 años a. C.
Crucen el cauce por las piedras, las nieves y las lluvias del pasado invierno han hecho crecer los caudales y el Argos está pletórico, y síganlo, aguas abajo, por la margen derecha. Junto a este río periurbano se extienden huertos, picaderos de caballos y pequeños establos de ganado caprino; crecen las rosas silvestres y las higueras que ya, cuando aprieta el calor, liberan su inconfundible aroma; perviven álamos negros y plateados de considerable porte, y crecen saludables fresnos y almeces de no muy antiguas repoblaciones; florecen los tarays y las plantas acuáticas alfombran el cauce. Hay que reconocer que el itinerario, más que agradable, tampoco es idílico, pues aquí y allá aparecen desechos que nunca debieran haber llegado hasta allí, pero también que no se ha convertido en el vertedero que casi cualquier rambla de la Región aparenta ser y que se conserva en unas condiciones más que aceptables.
Abran los oídos y escuchen el canto de la variada población de pájaros; agucen la vista y vean cómo los patos azulones o ánades reales alzan el vuelo asustados (ahora están terminando de incubar los huevos y a la espera del inminente nacimiento de sus polluelos) y, si tienen suerte, la elegante silueta de las garzas recortadas en el cielo.
Cuando divisen en el horizonte el perfil de Cehegín, tras el imponente puente por el que la vía férrea salvaba el Argos, péguense al primer arco de la margen derecha y asciendan por un sendero, bastante pendiente y resbaladizo, para poder acceder a la Vía Verde.
Ya solo deben seguir en dirección Caravaca. Las sombras escasean en esta vía, pese a lo que está siendo muy utilizada por los peregrinos (2.000 de ellos han solicitado la caravaquensis, a la que da derecho hacer el camino, al menos, desde Bullas para los adultos y desde Cehegín para los niños). Precisamente para intentar solucionar este problema trabajaban la semana pasada los operarios, que plantaban a destajo almeces, fresnos, pinos y hasta moreras que, pasados los años, llegarán a dar sombra.
A la altura de Muebles Veta (siguiendo las indicaciones), deben girar a la izquierda por un camino asfaltado que, luego paralelo al río, les conducirá entre picaderos, casas de campo y naves industriales hasta la antigua estación del tren, donde está el albergue.
Si iniciaron aquí el itinerario, refrésquense tomando algo en la cafetería del mismo apeadero; si lo hicieron en la calle Primavera, todavía les queda pasar de nuevo junto a los antiguos edificios de la estación para, en medio kilómetro, llegar al punto de inicio.
La ruta tiene poco menos de 9,5 km, si la quieren prolongar, entre el puente y Cehegín hay algo más de kilómetro y medio de distancia siguiendo el cauce del río. No obstante, tengan en cuenta que Caravaca vive sus fiestas, que no pueden perderse el Certamen de Migas del Sureste (a partir de las 24 h. del domingo 30); la primera carrera, a pelo, de los Caballos del Vino en la Cuesta de la Quiniela (1 de mayo a las 16 h.) y la exposición de enjaezamientos (también el 1); las carreras de los Caballos del Vino y el Concurso de Enjaezamientos (2 de mayo, a partir de las 14 h., en la Cuesta del Castillo); el pasacalles de Moros y Cristianos y el Baño de la Cruz y la bendición de las aguas (día 3, a las 12 y 21 h., respectivamente).
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