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Un cormorán, con las alas desplegadas, se seca al sol en una de las agujas que las bajas reservas han dejado al descubierto en el embalse del Cenajo.
Sobre el Cenajo esmeralda

Sobre el Cenajo esmeralda

Garzas, águilas, perdiceras y nutrias dominan un paisaje creado por el hombre para dominar las aguas del Segura

Pepa García

Viernes, 16 de octubre 2015, 11:09

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En el límite de provincia de Albacete y Murcia, allí donde se tocan los municipios de Hellín y Moratalla, se encuentra el Embalse del Cenajo, una infraestructura hidráulica que, desde mediados del pasado siglo XX, sirve para regular los caudales hídricos de la Región.

Ubicado en el Estrecho de la Herradura, estos días en que los niveles han bajado por la escasez de lluvias (almacena 163 hectómetros cúbicos de los 437 para los que tiene capacidad y que lo hacen ser el mayor embalse de la cuenca del Segura), el maravilloso sifón que forman los meandros en este estrecho han quedado a la vista.

Fue en el primer tercio del 1900 cuando este embalse se planificó, aunque no se ejecutó hasta pasada la Guerra Civil. Hoy, este embalsamiento artificial de agua se ha naturalizado por completo y ofrece un hábitat idóneo para especies de aves acuáticas, peces, anfibios, reptiles y también mamíferos, que disfrutan de este paraíso natural en una zona escasamente poblada por el hombre y prácticamente nada antropizada.

La ruta comienza en las antiguas instalaciones de la Confederación Hidrográfica, donde antes del verano volvió a reabrir sus puertas el albergue y el hotel EcoCenajo y en territorio moratallero, pero los 8 kilómetros de itinerario discurren en su mayor parte por tierras albacetenses.

Deben rodear el atractivo jardín (dejándolo a su izquierda), plagado de vida, que hay en el centro de este 'poblado' hoy escasamente habitado y que ha devuelto a la vida el nuevo complejo turístico, y, continuando hasta el final, coger a la izquierda una senda, señalizada con un cartel de madera como ruta 1 y ruta 2. Están rodeados por la Sierra de Cubillas (al frente del sentido de la marcha, en el inicio), la Sierra del Búho (tras el hotel) y el Cerro Pajares en los dominios murcianos, en el margen derecho del río y el embalse, y por la Sierra de los Donceles, en zona albacetense, donde la huella del gran incendio de hace ya tres veranos sigue patente.

Nos acompaña Cristina Sobrado, activista medioambiental casi desde que tiene uso de razón, pajarera (reconoce a todo tipo de aves al vuelo) y profunda conocedora de los valores naturales, paisajísticos, culturales e históricos del Noroeste (especialmente Moratalla). Según nos acercamos a la presa, nos da la primera sorpresa una garza real que sobrevuela el río. Está a la caza y captura de alguno de los abundantes peces que le servirán de almuerzo y vuela casi a ras de agua oteando el panorama. Pronto se posa en la ribera y, mientras descansa, sigue atenta a sus posibles presas. Cuenta Cristina que, «ni cuando se decía que la nutria estaba extinguida, aquí ha faltado. Siempre hemos visto sus huellas y sus excrementos. Siempre ha estado». Y no es de extrañar, alimento no le falta, ni zonas de refugio en sus riberas; no hay más que echar un vistazo desde las alturas para ver la innumerable orda de peces que habitan esta zona. Los hay autóctonos (barbos, cachos, anguilas y truchas comunes), pero, por desgracia, también introducidos para la práctica de la pesca y un peligro para las especies locales (carpa común, black-bass, gambusia, carpín, lucio perca, perca-sol y alburno). Otro de sus excepcionales valores naturales se lo da la presencia de una pareja de águilas perdiceras, en peligro de extinción, que crían en una de las paredes de la sierra de Cubillas desde hace décadas. Si miran con los prismáticos, podrán ver, casi colgado de la pared, un impresionante nido que las águilas han ido recreciendo, temporada tras temporada, hasta superar los dos metros de altura.

Crucen el río, bajo la presa, caminando y continúen por una carretera que les sale a la izquierda en dirección ascendente. El Segura discurre aguas abajo a su derecha, antes de llegar a una gran curva que les interna en una carretera excavada en la montaña, encontramos, aplastada, una cría de culebra de herradura (una pena). Enfrente, justo en la curva y a lo lejos, podrán ver unas paredes blanquecinas en las que se aprecian fácilmente los estratos, son depósitos de diatomeas (algas unicelulares) que hablan del pasado marino de estas tierras (hace más de 6millones de años) y que fue explotados como cantera. Siguiendo la carretera llegarán hasta la entrada de un túnel, antes y junto a un registro de agua que hay en la cuneta, deben coger a la derecha una senda, poco marcada al principio, que les subirá al Monumento al Obrero, una escultura de 12 metros de altura que fue erigida en memoria de los trabajadores que murieron durante la construcción del embalse.

Aroma de tomillo

Como les digo, el inicio de la senda está un poco perdido, pero siguiendo hacia una arista de roca que se levanta sobre el túnel y desde la que se ve la presa, llegarán a una zona en que la senda ya está bien definida. En el paseo disfrutarán del agradable aroma de la ajedrea y el tomillo, y comprobarán el poder del esparto para sujetar la tierra y evitar la erosión; con suerte, también podrán ver alguna cabra montés y, si no, los excrementos que dejan constancia de su presencia en estas abruptas sierras. Una vez en la arista, pueden confundirse de camino, pero sigan por la senda que haya a la derecha y les subirá, zigzagueando, hasta encontrarse con otra senda que luego usarán en el descenso.

Síganla hacia la izquierda y llegarán a los pies del Monumento al Obrero. Las vistas son increíbles y aún mejores si sucumben a la tentación de acercarse hasta el punto más alto de esa cumbre.

Tras tomar aire y disfrutar de las panorámicas del increíble mirador, desciendan por el camino que subieron, esta vez recto, sin coger ningún desvío. Aprovechen la visión que les sirve el itinerario y en el descenso: un cormorán, que ha estado pescando, se seca sus alas, desplegadas, sobre una aguja que el bajo nivel de las reservas del embalse ha dejado al descubierto.

Cuando lleguen a la altura de la carretera, tienen dos opciones: seguir a la derecha y bajar hasta la vera del río para luego remontarlo y volver a la presa, regresando al inicio por el camino que hicieron a la ida (podrán ver los colores del otoño en la chopera que crece junto al río); o seguir hacia la carretera y tomarla hacia la izquierda para, con precaución por el paso de vehículos, atravesar el túnel y cruzar el embalse por lo alto de la presa. Este tramo ya no tiene pérdida y les interna de nuevo en el complejo turístico.

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