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Agua del manantial del Cañar, frente a la vieja ermita (s. XVII) y en plena rambla.
A la sombra de Peñas Blancas
LA RUTA CON UN PAR

A la sombra de Peñas Blancas

Un estimulante baño en el Mediterráneo, por la ancestral vía de comunicación de la rambla del Cañar

Pepa García

Viernes, 22 de mayo 2015, 01:15

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Desde Casas de Tallante hasta Isla Plana, la rambla del Cañar les permitirá disfrutar de un delicioso baño en esta época, cuando el mar Mediterráneo es todavía una estimulante y refrescante experiencia.

Justo a los pies de la ermita de esta diputación cartagenera, territorio del amenazado garbancillo de Tallante y de gentes comprometidas con la preservación de la tierra y los valores y tradiciones que atesora, hay un cartel que indica el comienzo del itinerario. La ruta se puede hacer sin mucho esfuerzo en bicicleta (sin salirse de la pista) o iniciarla cuando lleguen al lecho de la rambla del Cañar, eje hacia la costa en un didáctico y lúdico itinerario ecoturístico.

Sea como fuere, a pedales o a pie, deben seguir en dirección a Rincón de Sumiedo y continuar la carretera hasta que lleguen a la rambla. En este trayecto y pese a que aún es temprano, el lagarto ocelado renuncia a su baño de sol matutino sobre el asfalto; arranca motores y 'sale lijando', casi imposible seguirle con la vista cuando percibe nuestra presencia.

A lo lejos aparece Peñas Blancas al centro, el Cabezo de la Panadera (derecha) y la Morra de la Yesera (izquierda). A primera hora de la mañana, las sombra de las cañas, de los enormes y viejos algarrobos, de los espigados eucaliptos... les irán saliendo al paso y evitarán que el sol les caiga a plomo.

Al poco de comenzar a surcar la rambla, una indicación les avisa de un desvío para subir a la ermita (ésta es la nueva, se construyó en los años cincuenta del pasado siglo XX, en sustitución de la deteriorada ermita de Nuestra Señora de la Luz, que encontrarán más adelante). Pueden acercarse, al estar en un altozano ofrece inmejorables vistas de los alrededores. La construcción es sencilla, pero cada primer domingo del año congrega a miles de romeros. Además, el camino por el que se asciende baja luego por el otro lado del cerro y les devuelve a la rambla del Cañar. Un enorme y viejo algarrobo les recibe en la nueva encrucijada, testimonio de la economía de subsistencia que ha mantenido casi intacto, durante siglos, este paisaje hoy aterrazado en algunas zonas para el cultivo intensivo. También pasarán junto a mastodónticos palmitos y no dejarán de ver higueras, olivos, almendros, granados..., que fueron el sustento de habitantes y ganado de estas tierras.

Las adelfas, todavía en flor, la jara (ya en decadencia tras los fuertes calores), el espino negro y el manrubio negro, también viborera, varitas de San José (ya sin flores) y cardos les acompañarán durante todo el camino. Igualmente, verán con frecuencia las flores amarillas y acampanadas del gandul, un familiar del tabaco que es una especie exótica, pero que se ha diseminado por este corredor natural entre el collado de la Cruz e Isla Plana.

En su trayecto hacia la costa, pasarán junto a algunas de las pocas laderas con encinas que quedan en Cartagena y las Casas del Nene, y verán cómo los plumeros del esparto las pintan de dorado.

Sobre el lecho de la rambla queda patente la huella del tránsito habitual del ganado, sorprende la abundancia de la olorosa y florida lavanda, del romero, del anisado hinojo, de los ágaves y de la albaida, ya para fructificar; y alguna que otra amapola despistada a la que el excesivo calor ha quemado sus pétalos.

Prueba de que la zona ha estado más habitada históricamente que ahora son las laderas aterrazas con muros de piedra seca que se pueden ver durante el camino. Se encuentran a los pies de las verticales paredes de Peñas Blancas, utilizadas por los escaladores para practicar su afición, pero ahora reservada a las aves para respetar su época de cría.

Incluida en el espacio natural protegido de La Muela-Cabo Tiñoso, Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de Importancia Comunitaria, chovas y grajillas exhiben sus vuelos acrobáticos y, en sus paredes y en los árboles maduros de las inmediaciones, nidifican rapaces muy amenazadas como el águila real, el búho real y el halcón peregrino.

Norias y pozos

A lo lejos, se oye cantar el gallo y eso que ya han dado las diez, y las grajillas vocean mientras realizan sus vuelos rasos.

La presencia de pozos, de norias, de canales y hasta de un molino de cubo dan idea del aprovechamiento del agua que durante siglos han hecho sus gentes. En este territorio también campa a sus anchas la tortuga mora (por eso la Asociación para la Custodia del Territorio y el Desarrollo Sostenible también cuenta con fincas asociadas en la zona, junto a la rambla del Parrillar); los enormes lentiscos pintados de rojo por sus frutos y los tonos anaranjados de los del bayón colorean la rambla, en la que no faltan floridas adelfas, ni la 'Centaurea saxicola', un raro endemismo de flores amarillas que ha germinado en las paredes de conglomerados aluviales de la rambla, las mismas en las que los abejarucos han excavado sus nidos.

Atravesarán una nutrida pinada, en la que la mayoría de los ejemplares han sobrevivido a la sequía reciente y parecen estar libres de los coleópteros que están arrasando los espacios forestales de otras zonas de la Región.

Las huellas de los jabalíes están por todos lados, hozan las tierras y lo remueven todo a su paso en busca de alimento en un territorio en el que también abunda el conejo y sus madrigueras, el zorro, la garduña y, dicen, también el gato montés y la gineta.

Aladiernos, cornicabras, espino negro y tarays se alternan durante el itinerario, que cambia radicalmente en las inmediaciones de la Fuente del Cañar, un manantial frecuentado por los habitantes de las localidades aledañas y de cuya cercanía advierte la presencia de un chopo, también un olmo, devastado por la grafiosis y que ha dejado retoños en su entorno, y enormes plataneros, e higueras frondosas y ancianas... Una exhuberante vegetación favorecida por el agua y el frescor que se disfruta en este punto, ideal para hacer un alto en el camino.

Frente a la fuente, está la antigua ermita, hoy en ruinas, un lugar en el se edificó el modesto templo, según cuenta la leyenda, tras la aparición a un pastor de la zona de la Virgen. Fue a mediados del siglo XVII y en ella vivieron ermitaños que cultivaron la tierra. Un lugar de peregrinaje, de paredes encaladas, arquitectura tradicional y tejas que van cayendo con el tiempo, el clima y el abandono.

Ya queda poco para salir de la rambla, pero antes pasarán junto a un antiguo molino de cubo. Construido a principios del siglo XIX, aprovechó la fuerza del agua del manantial, conducida por canaletas hasta allí, al caer desde 12 metros de altura para mover sus muelas.

Después tendrán que coger, en la margen derecha, una senda que les saca al asfalto, junto a la depuradora, y, entre invernaderos, llegarán a la carretera que une Isla Plana y La Azohía, a la altura del camping de Los Madriles.

El camino está marcado. Deben cruzar la carretera en dirección al mar y seguir por un camino de tierra que circula, primero, pegado a la rambla para llegar al borde del mar. No se resistan a darse un chapuzón en sus transparentes aguas, también pueden coger el paseo que une, al mismo borde del mar, Isla Plana con La Azohía. Pero, recuerden, luego tienen que volver.

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