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Una de las trabajadoras de la confitería Roch de Moratalla hornea los deliciosos cordiales de almendra.
Los rincones más dulces
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Los rincones más dulces

Algunas paradas imprescindibles para degustar la tradición artesana navideña de la Región

Pepa García

Viernes, 12 de diciembre 2014, 01:42

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Nada mejor que un buen producto artesano para endulzar las fiestas que se avecinan y hacer un paréntesis reparador, arropados por el calor del hogar y el espíritu de concordia que reina en estas fechas. Les propongo un itinerario por la Región, siguiendo el rastro de obradores que conservan un sabor especial y que además de poner en sus mesas exquisiteces navideñas, les permitirá disfrutar de la belleza de la Región.

El itinerario comienza en el Altiplano. Hasta allí nos acercamos a probar las frioleras -reciben ese nombre porque se hacían aprovechando la manteca de cerdo de las matanzas que se hacían de cara al invierno, y que se conservaban para afrontar la más dura de las estaciones-. En la panadería-pastelería Santa Ana, de la pedanía jumillana de La Alquería, trabaja Pilar. La suya es la tercera generación de su familia materna ligada a la elaboración de los sequillos y los roscos de vino, pero también de los mantecados de aceite, almendra y leche, de los pasteles de aguardiente y las cristóbalas de almendra y coco. Su secreto, atesorado con celo en las recetas de la abuela María, atrae en estas fechas a murcianos llegados desde todos los puntos de la Región, pero también a ciudadanos de otros rincones de España. Desde que en la década de los 70 decidió montar un horno para garantizarse un futuro, en el obrador de María Abellán García, es «todo tradicional, a mano y con ingredientes naturales y de la mejor calidad», apunta Pilar García, hija y sobrina de las actuales responsables, Juana y Fina. En estas fechas, crecen las ventas y el horno está a pleno rendimiento. «En la Navidad se comen dulces en abundancia; luego, llega enero, todo el mundo empieza con las dietas y hay un bajón». Pero, antes de que eso ocurra y permitiéndose la licencia, llévense a la boca alguna de estas delicias artesanas.

La segunda propuesta pasa por el Noroeste. Allí les propongo dos paradas. Una les acerca al techo de la Región. A la sombra de Revolcadores, en Cañada de la Cruz, les espera la panadería de José María, muy visitada en estas fechas por su irresistible surtido navideño: cordiales y suspiros de almendra (la almendra local manda, es la materia prima primordial, y este año está cara), mantecados, pastelillos de cabello de ángel, manchegos, cocos, tortas de pascua, alajús (muy arraigado en el Noroeste y de origen árabe). Esta familia de panaderos (el negocio se inició en 1963) ha sabido conservar los sabores de antaño y unas recetas que han pasado de padres a hijos desde los tatarabuelos. Navidad pura en su boca.

Antes de alejarse del Noroeste, la parada en Moratalla es obligada. Si aún no lo han probado, están tardando. El mazapán de Moratalla es un manjar de dioses. Esencia de almendra en barra, tostado por fuera y tierno corazón por dentro. En estas fechas la llegada de visitantes es constante, todos suben por su ración de dulce vianda. Nada que ver con los habituales mazapanes empaquetados. No dejen de probar los bocadillos de mazapán. Mariano Roch representa a la cuarta generación de los Roch al frente del obrador. Recuerda cuando se hacían para toda la Navidad muchos menos kilos de los que hoy se hornean y elaboran con mimo cada día hasta que pasen las fiestas (200 kilos). «Hace 30 o 40 años hacíamos el mazapán que hoy se puede llevar un cliente, unos 20 kilos», recuerda Roch, que a sus 84 años sigue al pie del obrador cada día, controlando el proceso. Cerca de 3.000 kilos de tentador mazapán saldrán de la Confitería Roch en estas fechas, la mayoría con destino al exterior. Mariano pensó en industrializar el proceso, pero las pruebas antes de decidir dar un giro al negocio que su familia ha tenido siempre en pie no le convencieron. «No era lo mismo» y ha preferido mantenerse fiel a la calidad de un producto por el que bien vale cruzar la Región.

Para probar lo mejor, no pueden dejar de parar en el Valle de Ricote. Allí está El Turro, famoso por sus picardías, crujiente caramelo con corazón de avellana. El bisabuelo del actual propietario abrió sus puertas en el barrio de San Juan de Murcia, pero la saga terminó estableciéndose en Abarán. Desde el Valle de Ricote los turrones de El Turro viajan por el mundo. No dejen de probar las tortas de recao, los manchegos y los nevaditos, las empanadillas de cabello y las orejas de fraile, los cordiales, los suspiros y los escaldaos, muy típicos de Abarán. Y, por supuesto, caten las toñas, «la típica torta de pueblo con pasas, nueces, anís, almendras, etc., sin duda uno de los productos más singulares y ricos que fabricamos», cuenta José Francisco Hernández, actual gerente. Como sus compañeros de viaje, El Turro ha hecho de la artesanía y la tradición su bandera, la que izó el iniciador, Antonio Martínez Carrión, en un ya lejano 1840.

La última parada de este dulce itinerario por la Región es Murcia, en concreto en la subida al Santuario de la Fuensanta desde Algezares. Exquisitos y tiernos cordiales, galletas de chocolate, mantecados de almendras, tejas, tortas de almendras, naranja, pascua y recao, cortadillos de aguardiente, galletas de ángeles, nevaditos, hojaldrinas, rosquillas de naranja, polvorones, «las mejores magdalenas» y las típicas pastillas de café con leche murcianas que causan furor, a las que han bautizado como 'Las Antonias', en recuerdo a sus antepasadas, que las fabricaban y eran así conocidas. Paladear una de esas pastillas es recuperar el sabor de antaño, evocar la infancia. «Hay gente que viene de Barcelona o de Cádiz para comprar las pastillas de café y leche y nos dicen: 'Pensé que nunca podría volverlas a probar', mientras les cambian y se les iluminan los ojos», cuenta sor María, la amable religiosa del Convento de San Antonio. Dulce de amor horneado con felicidad y consuelo, que además de vestir la sobremesa, ayudarán a atender carencias de los más necesitados.

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