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Vista panorámica de las balsas salineras de Marchamalo, frecuentadas por una numerosa y variada avifauna.
Al sur del Mar Menor
PLANES

Al sur del Mar Menor

De Islas Menores a Marchamalo, un itinerario tranquilo y con historia, con final salado

Pepa García

Viernes, 17 de octubre 2014, 01:23

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El Mar Menor está como un plato. Un espejo que refleja las algodonosas nubes y lo convierten en plata. Ni una pequeña estela perturba su tranquilidad. La que han dejado las decenas de miles de veraneantes que estos meses atrás han inundado sus orillas, han surcado sus aguas a lomos de motos de agua, lanchas, pesca paseos y embarcaciones de vela, y han buceado en sus fondos. Y precisamente de esta muchedumbre, que partió rumbo a su rutina, parece que descanse este tramo del litoral. Estamos en Islas Menores, en el punto nº 15 del Dominio Público Marítimo Terrestre, y las palmeras crecen robustas sobre una arena fina y rojiza. Las aguas templadas de principios de octubre han traído hasta la orilla las medusas, donde ya no quedan apenas bañistas para quejarse de una proliferación nutrida por la mano del hombre. Como si gritaran 'esto es mío, no paséis', custodian la entrada al baño; encalladas, esperando la muerte inminente, cuando baje la marea.

La guía

  • Cómo llegar

  • Hay que coger la A30 en dirección a Cartagena y tomar la salida de La Manga. Ya en la autovía de La Manga (RM-12), cojan la salida de Los Belones y luego sigan las indicaciones hacia Islas Menores. Junto a la playa hay un aparcamiento público donde pueden dejar el coche.

  • Recomendaciones

  • No olviden el bañador y la toalla, en estas fechas, si el día amanece soleado, es muy agradable darse un baño en las templadas aguas del Mar Menor. Si va temprano, mejor llevar prismáticos para observar las aves que se alimentan en las balsas salineras de Marchamalo. El recorrido, ida y vuelta, desde Islas Menores hasta las salinas de Marchamalo es de poco más de 11 kilómetros. Si no van con prisas, merece la pena asomarse al Mediterráneo en Cabo de Palos.

  • Dónde comer

  • Hasta hace unos días, en el Club Náutico de Islas Menores había un pequeño restaurante que ahora ha cerrado. No obstante, todo los paseos marítimos del itinerario están plagados de chiringuitos y bares en los que poder tomar un aperitivo o comer.

Cercados por el hormigón y el asfalto, poco agresivo en esta zona sur del Mar Menor, los arenales resisten en los pocos solares que no han sido edificados. Las cotorras argentinas han montado su imperio en el palmeral que se extiende a casi todo lo largo de la costa, en dirección este, hacia Cabo de Palos, y animan la mañana con su griterío desde sus inmensos nidos instalados en el corazón de las datileras. Estos 'invasores' advenedizos, a los que la situación favorece, se han convertido en competencia extraña para el resto de especies habituales que se baten en retirada.

Deliciosas ensenadas

Siguiendo el itinerario ecoturístico del tramo Mar Menor Sur que hay marcado, y que coincide casi todo el trayecto con el GR-92 a su paso por la zona, el recorrido nos llevará hasta las salinas de Marchamalo, nuestro destino. El paseo, salpicado de deliciosas ensenadas y puertos de andar por casa, le lleva sin esfuerzo y en llano hasta Mar de Cristal. Sobre la arena, todavía quedan algunos valientes nacionales, la mayoría con edad para estar jubilados, y extranjeros maravillados de poder chapotear en el agua en pleno otoño.

Tras pasar el chiringuito de Punta de Lomas, se internan en un tramo de dunas y arenal en el que se mezcla el palmito y otras especies endémicas con el césped fugado de los chalés, y unos preciosos lirios de mar que han salido para saludar a este primaveral otoño, después de las primeras lluvias que han puesto fin a la pertinaz sequía soportada el año anterior.

En la orilla de la Punta de Lomas, el crujir de lo que se pisa desvela que se camina en un sustrato de concha sobre concha. Acacias invasoras comparten espacio con las autóctonas lechugas de mar, los cuernecillos de mar y las sosas. Dos garcillas reales alzan el vuelo al detectar nuestra presencia junto al cañaveral, en torno al que también crece el anisado hinojo marino, que delata el humedal que en un ya lejano pasado fue la zona.

En la misma orilla de la playa del Castillico encontrarán unas ruinas. Están declaradas Bien de Interés Cultural y, en contra de lo que pueda parecer en un primer vistazo, no es una torre defensiva, sino los restos de una fábrica de salazones romana de época republicana, cuyo origen se remonta al siglo III a. C. y que vivió su máximo apogeo en el siglo I de nuestra era. Con un alzado de unos dos metros, esta estructura de base rectangular y revestida de opus signinum fue un tanque de grandes dimensiones que, unido a pequeñas piletas, se utilizaban para la limpieza y el procesado del pescado y que, milagrosamente, ha resistido al paso del tiempo y al urbanismo feroz que ha transformado casi todo el litoral marmenorense.

No les hace falta sombrilla a los otoñales bañistas que toman la brisa marina al final de playa Honda, las fronda de su nutrido palmeral, que asienta sus pies en un lecho de arcilla, les protege. La zona (lo desvela esta arcilla que asoma bajo la arena depositada por el hombre) también tuvo que ser un cerrado humedal reconvertido, que hoy gozan al 100% los ocupantes del camping Villas Caravaning, lleno de 'casas' tan permanentes que dan idea de la fidelidad de sus visitantes.

Sigue en este itinerario tranquilo y relajante la Playa Paraíso y, más adelante, la de los Alemanes, justo frente a las salinas de Marchamalo, hoy sostenidas por la Asociación Calblanque, que cosecha la sal de forma testimonial. Desde esa zona del Mar Menor es posible ver sin necesidad de prismáticos las cinco islas protegidas: Perdiguera, Redonda, la del Barón, el Ciervo y del Sujeto. Y también la isla Grosa, ya en mar abierto pero presente desde su interior.

Observatorio de aves

La gaviota picofina, el chorlitejo patinegro, el tarro blanco, el chorlito dorado, la avoceta común, la gaviota de Audouin y el flamenco frecuentan estas balsas, que separan el Mar Menor del faro de Cabo de Palos. Un observatorio, instalado junto a las salinas y un poco deteriorado, permiten a los amantes de las aves que acudan a primerísima hora deleitarse con la fauna alada.

Una vez frente a las Salinas, tienen dos opciones, regresar sobre sus pasos (el trayecto de ida y vuelta sumará poco más de 11 kilómetros) o continuar hacia Cabo de Palos y asomarse al Mediterráneo, dando un paseo por su puerto y recordando la tradición milenaria de esta tierra dándose un homenaje culinario que incluya huevas y mojama, uno de nuestros más preciados y singulares salazones hoy.

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