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La punta de Nares, con la playa y el istmo que une el Cabezo de Castellar con tierra fime, al fondo.
Un puerto abierto al Mediterráneo

Un puerto abierto al Mediterráneo

Un plácido paseo por la costa de Mazarrón, desde la playa del Castellar hasta la de la Isla, con parada en el Centro de Interpretación del Barco Fenicio

Pepa García

Lunes, 5 de mayo 2014, 21:00

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Hace más de 2.700 años, Mazarrón ya era un destino ideal para los intrépidos habitantes de la costa del Mediterráneo oriental. Marineros diestros y pescadores hábiles, consiguieron aprovechar las corrientes marinas y dominar la orografía mediterránea, guiarse con la Osa Menor y navegar de noche para convertirse en el primer pueblo colonizador del Mare Nostrum y más allá de sus fronteras.

De esta primitiva y "multinacional" misión comercial dan fe nuestras costas y con nombre propio Mazarrón y sus dos pecios fenicios. Uno de ellos, Mazarrón 2, es el mejor conservado del Mediterráneo y espera junto a la isla de Adentro la llegada de tiempos mejores o la estrategia que haga posible hacerlo visitable al público. La milagrosa supervivencia de esta nave ha desvelado al detalle las técnicas armadoras de sus constructores. De ésta, usada para el cabotaje y el comercio de cercanía con los indígenas del litoral, se sabe que es un hippoi (por su mascarón de proa con forma de caballo) y se puede ver una réplica en el Centro de Interpretación del Barco Fenicio de Mazarrón.

Guiados por las estrellas

La ruta puede empezar por ahí, al borde de la actual playa de la Isla, dejándose guiar a través del tiempo de la mano de las ilustraciones del dibujante Juan Navarro. Los vídeos no funcionan, pero él nos dirige en la aventura: nos cuenta la valentía y el arrojo de los fenicios, cómo les ganaron la partida a los griegos, cómo dominaron la navegación nocturna y extendieron sus túnicas rojas por todo el territorio. Con ellos también trajeron preciosos objetos, como los huevos de avestruz decorados, las camas de bronce ricamente labradas, las defensas de marfil para tallar preciados objetos, los metales para ornar y defender sus vidas, exquisitos perfumes para agasajar a sus mujeres,... De eso ya no queda nada en el yacimiento de la playa de la Isla (se sabe por el barco que Juan Pinedo está estudiando en el Bajo de la Campana), aunque cualquier vecino que ronde el medio siglo confiesa entre dientes cuántas ánforas, anforillas y demás tesoros les ha dado el mar en sus inmersiones lúdicas. Tampoco queda rastro de las lagunas. «Aquí se formaba una en la que había camarones y meros pequeños que llevaban las tormentas», cuenta Pedro, vecino del pintoresco barrio de El Gachero, señalando un mancha blanquecina en la arena, que hoy penetra varias decenas de metros hacia tierra. Ni sombra de los humedales y saladares que fueron otro medio de vida para los habitantes de la zona (la sal de la vida y de los salazones y el garum que popularizaron los romanos), hoy sepultadas bajo urbanizaciones.

Qué visitar

  • Centro de Interpretación del Barco Fenicio. Jardín del Gachero, s/n. Playa de la Isla.Puerto de Mazarrón. Abierto de miércoles a sábado (de 10 a 13 h. y de 17 a 20 h.), domingo (de 10 a 13 h.) y lunes y martes (de 17 a 20 h.).

  • FactoríaRomana de Salazones. C/ La Torre-C/ San Ginés. Puerto deMazarrón. 968 595242. De miércoles a sábado( de 10 a 13h. y de 17 a 20 h.), domingo (de 10 a 13 h.), lunes y martes (de 10 a 13 h.).

  • Centro Cultural. C/ Entierro de la Sardina, 17. Mazarrón. Hasta el domingo acoge el I Congreso Internacional Barco Fenicio de Mazarrón, con ponencias como la del arqueólogo subacuático Juan Pinedo sobre el barco fenicio del Bajo de la Campana, o la de José Luis López Castro sobre la ciudad fenicia de Baria.

Extracción de plata

No es difícil imaginar cómo esta amplia bahía, que hace unos milenios fue mucho más profunda y penetraba mucho más al norte, fue un puerto natural protegido del mar abierto por sus numerosos islotes. Hoy amarrados a tierra por istmos, Cabezo del Castellar, Punta de Nares, Punta de Gavilanes, Cabezo de la Reya y Cabezo de los Aviones o del Faro son testimonio de la frenética actividad de los fenicios por estas costas. En ellos establecieron sus puntos de amarre permanente estos emprendedores venidos de Oriente Medio (restos cerámicos aparecidos lo constatan) e incluso industrias de transformación de la materia prima disponible en Mazarrón demuestran su vinculación al territorio. Los metales de estas tierras que hoy colorean el paisaje fueron sus principales atractivos, quizá por eso, los fenicios instalaron sobre Punta Gavilanes una industria para extraer la plata.

Estos días, tomando como excusa que arqueólogos, historiadores y destacados estudiosos de la cultura fenicia debaten sobre todo esto en el I Congreso Internacional Barco Fenicio de Mazarrón, les proponemos recorrer el litoral siguiendo la huella que los fenicios dejaron en esta línea de costa. Empezamos por el Cabezo del Castellar.

Con el perfil redondeado y mastodóntico de una ballena, se recorta su silueta iluminada por la mágica luz de noviembre. Dos poéticas y espigadas palmeras completan la postal de ensueño, la que dibujan la playa del Castellar y la de Nares. Allí instalaron los romanos, siguiendo las conquistas fenicias, una industria de salazones, en cuyas inmediaciones abundan las cerámicas fenicias confeccionadas para el almacenamiento. Caminando descalzos sobre las peinadas playas, le saldrá al paso la Punta de Nares, un promontorio rocoso hoy anclado en tierra firme, donde han aparecido testimonios de ocupación íbera y fenicia; y un poco más allá Punta de Gavilanes, con otro yacimiento a medio excavar. Intérnese por la pasarela que le conduce hasta la punta del Cabezo y deje viajar la mirada hasta Cabo Cope y, si el día es claro, hasta Cabo de Gata. Tras el Cabezo de La Reya, resguardo de un pequeño puerto, se encuentra de nuevo la playa de la Isla, con su tesoro sumergido y otros muchos enterrados bajo los fangos que fueron cubriendo durante milenios La Bahía, arrastrados por el caudal de la rambla de las Moreras, y por la arena llevada por las corrientes marinas, que variaron los residuos mineros vertidos en la costa durante más de un siglo. «Las gachas», recuerda Pedro, que constata, sin embargo, el tamaño que alcanzan los pulpos de la zona y la rapidez con que lo hacen.

No deben irse de Mazarrón sin visitar la Factoría Romana de Salazones y, antes de tomar el camino de vuelta, deben pasarse por el nuevo centro cultural, donde se celebra el congreso, para visitar la exposición "Iberia y Fenicia. Un encuentro en las costas de Mazarrón", con las ilustraciones historicistas de Juan Navarro, en la que pone cara a cara a los colonizadores fenicios y a los colonos íberos del terruño.

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