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ARTE

Voces de mujer que ya quedaron mudas

PEDRO SOLER

Lunes, 4 de mayo 2015, 13:08

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Alguien escribió que son obras que «tratan de conservar y denunciar, dando la palabra a voces que ya quedaron mudas, a mujeres desconocidas, y que van más allá de la figuración de una realidad, y abordan metafóricamente los testimonios blancos, puros e inmaculados, de la indefensión de muchas mujeres». Es la razón de ser de las esculturas que ahora ocupan la Fundación Casa Pintada, en Mula. Y es la propia autora la que reinsiste, porque defiende que lo que pretende con 'He vivido muchas vidas y ninguna te pertenece' -título de la exposición- «es hacer reflexionar sobre la discriminación y la violencia ejercida contra las mujeres en el mundo; y cómo a través del maltrato se diluye y mutila la corporeidad de la mujer, imposibilitando su capacidad de reacción». Las esculturas son cuerpos femeninos que aparecen fragmentados, con lo que se busca «como una relación íntima y táctil con el espectador, tan cercana como la de los verdugos con sus víctimas».

Así responde Concha Martínez Montalvo (Madrid, 1962), licenciada en Bellas Artes y Técnico Superior de Diseño, que durante muchos años alterna su faceta creativa de escultora y de ceramista con la de profesora de la Escuela de Arte de Murcia, desde 1997, y de la Facultad de Bellas Artes. Son muchos los escultores que han pasado por su magisterio en diversas disciplinas, como talla, vaciado, modelado o volumen. Es artista, a la que se define como «una de esas personas con otro encanto, otro discurso, con un alto grado de compromiso con la docencia y, de forma especial, con la mujer, con la visibilidad de las cuestiones de género, que de forma constante denuncia con una carga de ironía».

Obras muy llamativas, a veces desgarradoras, cuerpos de mujer con profundas heridas, pero también con testimonios escritos, que reflejan su clara indefensión. Hasta el constante color blanco de esos cuerpos tienen su explicación: «Sí; el blanco de la porcelana posibilita la capacidad de que las propias piezas desaparezcan, mimetizándose, frágiles y desnudas, sobre las blancas paredes de la sala; así, las obras quedan parcialmente abducidas por el entorno institucional del museo, igual que las mujeres se invisibilizan en las sociedades patriarcales, donde son apartadas social y culturalmente. Aunque los cuerpos visualmente no desaparecen por completo en el muro, se utiliza esta absorción del fondo como catalizadora conceptual de las piezas».

Y, ¿por qué les ha colocado esos textos? ¿Busca la originalidad o llamar la atención? «No todas las obras llevan texto grabado, pero son palabras que surgen del despellejamiento de los cuerpos. Para incluir algunos de los escritos que aparecen, me he apropiado de citas de carácter misógino de personajes celebres. Todas las frases estigmatizadas sobre los cuerpos se convierten en vehículos de visualización de las heridas, pero dándole al conjunto de obras un espacio estético donde poder sanar el dolor y el sufrimiento causados».

También se exponen torsos, «que surgen -afirma Concha Martínez Montalvo- del enfrentamiento del cuerpo humano y la tecnología. Aquí no hay cuerpos sagrados y cualquier sistema que posibilite el estudio de lo corporal puede ser desmontado y montado de nuevo. Como punto de partida he utilizado, como paradigma de los medios más avanzados, los circuitos internos de un ordenador, que observados fuera de contexto, aparecen dentro de cuerpos fragmentados de porcelana».

Es constante el significado que envuelve las obras y el mensaje que emiten. Si nos preguntamos qué se nos quiere decir con la denominada 'In-mácula', Concha responde que «con ella quiero mostrar el peso que el concepto de virginidad tiene sobre las mujeres. En muchos países es una moneda de cambio». ¿Y con 'Niña-novia'? «Pretendo denunciar la situación injusta que sufren muchas niñas que son obligadas a casarse contra su voluntad. El matrimonio con menores de edad es un acto común en muchas regiones de los países en vías de desarrollo, sobre todo en África y Asia». En 'Custodia', la artista acusa del poco interés tradicional por los valores femeninos, porque «es necesario custodiar aquello que tiene valor de transacción en la mujer».

Luego se produce el encuentro con la serie 'La voz de las ausentes', compuesta también por piezas de porcelana, que representan una boca con los labios cerrados, «de la que sale una larga tira de papel en forma de rollo con un texto grabado en relieve, que a modo de testimonio, refleja lo sucedido a algunas de las mujeres desaparecidas, amenazadas, asesinadas, violadas, vendidas... en cualquier parte del mundo». Incesante, la autora transforma el cuerpo femenino, a través de fotografías, «en un mapa en el que se funden el espacio político, el público y el natural». Y como fin de esta batalla en defensa de unos valores que trascienden el feminismo, puede visionarse un vídeo, «en el que pretendo que todos nos sensibilicemos sobre la situación de maltrato y abuso en la infancia». Así de rotunda.

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