El plan malevo

Porque, era tan hermosa...

Así que no. Entiendes que no debes permitirlo. Y el plan. Se agarra a las mentes preclaras que han diseñado Murcia y se los manda allá. Y se les dan plenos poderes para que hagan y deshagan. Y los dejas allí y vuelves pasados diez años. Y te ríes. Porque para entonces los barrios medievales ya han sido arrasados para hacer grandes avenidas por las que puedan pasar muchos, muchos coches. Porque para entonces todos los edificios antiguos (palacios, esas cosas) han sido demolidos para construir mazacotes de cristal y cemento. Porque esos enormes jardines que tanta envidia te han dado han sido arrancados para hacer en su subsuelo montones de parkings. Porque por supuesto los jardines no se han vuelto a replantar. No. En lugar de eso, plan malevo, los diseñadores lo han dejado todo convertido en un infierno de losa gris y uniforme. Toda la misma (¿quien será el dueño de la cantera?) y sin una maldita sombra y con un metrito cuadrado de tierra por árbol (Por supuesto los diseñadores han hecho también sus informes. Esos que dicen que el árbol no se cayó aunque esté en el suelo. Porque no se detectaba ninguna sintomatología).

Eso y un buen muro. De lado a lado y de nueve kilómetros de largo. Cinco metros de alto.

Ja. Te ríes.

¿Y qué es progreso?, te dices. ¿Qué es calidad de vida? Progreso, te dices, es algo que susurra «más despacio, más despacio». Calidad de vida es más jardines. Es ciudades ‘para’ las personas. Es ciudades con autobuses y sin coches. Y te dices otra vez que tu ciudad es esa que parece diseñada por oscuros intereses. Intereses que tal vez ganen mucho dinero en ella (o ‘de’ ella) pero que sin duda no viven en ella. Que no viven ni les importa los que intentamos hacerlo.

En eso vas. Y justo cuando estás pensando si no será, vistas un buen montón de ciudades ya, que los murcianos somos los más tontos de todos, vas y lo dejas. Lo dejas pero te lo dices. «Yo, en la próxima, voy con quien me prometa más jardines. Y más sombra. Con quien me prometa que va a arrancar toda esa losa gris que hace que todas nuestras plazas parezcan aparcamientos de gasolinera».

Oh, Myrtia, qué muro tienes.

Tu AVE no tiene igual.