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Unos trabajadores extranjeros recogen hortalizas en el campo de Cartagena.
Unos trabajadores extranjeros recogen hortalizas en el campo de Cartagena. Pablo Sánchez / AGM

El pilar de la inmigración

Además de ser «fundamentales» para el vigor de la 'huerta de Europa', los extranjeros evitan el descalabro de la natalidad en la Región: «La pregunta que nos haremos en el futuro será cómo conseguir atraerlos a una sociedad cada vez más envejecida»

Daniel Vidal

Murcia

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Domingo, 24 de junio 2018, 07:30

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Sara, que peina canas y tiene el carrito de la compra repleto de historias a sus más de 50 años, percibe poco más de 700 euros al mes por cuidar ancianos y familias de Cartagena. Acaba de ser operada de la rodilla, así que ahora está de baja. Es una de las pocas empleadas domésticas extranjeras que están dadas de alta en la Seguridad Social en la Región, por lo que ahora no está desprotegida cuando vienen mal dadas. A su lado está Fausto, que sigue proponiéndose día sí y día también alcanzar los mil euros netos mensuales partiéndose el lomo a llenar cajas de brócoli como un condenado. Reto que, obviamente, solo alcanza cuando no descansa. Sara y Fausto, bolivianos y padres de tres hijos que cursan diferentes ramas de Formación Profesional, residen en nuestro país desde hace más de una década, pagan impuestos como cualquier hijo de vecino, están integrados en el sistema laboral, sanitario y educativo nacional y son la viva imagen (aunque rehúyan, tímidos, las fotos en el periódico) de la presencia inmigrante en la Región.

Son conscientes de la suerte que tienen al haber encontrado una vida «maravillosa» en esta tierra de adopción, mientras el Mar Mediterráneo no deja de tragarse vidas sin salvavidas y la Europa de los derechos humanos condena esas vidas que huyen de la muerte, mercancía de mafias y «carga» para dirigentes políticos, al fondo del mar. Entre tanto, no pocos ciudadanos se lamentan en nuestro país de que un barco como el 'Aquarius' -o en su defecto decenas de pateras que suman más de un 'Aquarius'- arribe a puerto español por las ayudas procedentes del erario público que recibirán los inmigrantes. España sigue recibiendo embarcaciones (de todos los tamaños) atestadas de 'sin papeles' desde hace años sin solución de continuidad, multiplicándose por cuatro en 2017 la llegada de pateras solo a las costas murcianas. ¿Supone esto un «ataque» a nuestras fronteras, como expresó hace unos meses el entonces delegado del Gobierno en la Región, Francisco Bernabé? ¿Qué supone en realidad la llegada y la presencia de inmigrantes en nuestro país, en nuestra comunidad? ¿Cómo influye en el desarrollo de un territorio? ¿Son estos extranjeros una «carga», como cree el primer ministro italiano, y algún que otro político, o son más bien un pilar imprescindible para la sociedad?

«Está demostrado que los extranjeros no hacen mayor uso de prestaciones sociales; aportan más de lo que reciben», zanja la profesora de Sociología Natalia Moraes

La conclusión parece obvia aplicando el sentido común, pero solo hay que recurrir a los datos para encontrar la respuesta. Una investigación científica publicada esta misma semana en la revista 'Science Advances', en el que se recopila información sobre el fenómeno migratorio de los últimos 30 años en los principales países europeos, entre ellos España, demuestra que inmigrantes y refugiados tienen un «efecto positivo» en variables como el Producto Interior Bruto (PIB), los impuestos y el empleo. El estudio, realizado por los Investigadores del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS), corrobora la idea predominante entre los economistas de que la inmigración tiene una influencia positiva en los territorios, y que son otras razones alejadas de la objetividad de los datos las que alimentan el rechazo a los inmigrantes en ciertos sectores de la población.

Los números y las estadísticas también dejan clara la mayor importancia del fenómeno para el progreso de la Región, donde la inmigración tiene un peso superior a la media nacional y europea. En la actualidad, algo más de 202.000 extranjeros están empadronados en la Región (aunque más de 220.000 constan en los registros con permiso de residencia), lo que supone más del 13,67% de los ciudadanos de la comunidad y casi el 4,3% del total de extranjeros en nuestro país. Esos porcentajes se traducen en importantes consecuencias a nivel económico y social.

Es cierto que «recibir a los refugiados tiene un coste», pero ese dinero «se redistribuye por toda la economía, lo que eleva la base de recaudación», explica en declaraciones recogidas por 'El País' el profesor de la Escuela de Economía de París y coautor del estudio publicado en 'Science Advances', Hippolyte d'Albis. Según pone de manifiesto la secretaria de Política Social, Seguridad Social y Participación Sindical de UGT Región de Murcia, María Eugenia Pérez Parra, tomando como referencia la cotización media, «el total de aportaciones de los afiliados extranjeros a la Seguridad Social en la Región estaría en torno a los 250 millones de euros al año. Solo en la agricultura, esas cotizaciones rondan los 110 millones».

Pérez Parra va más allá, y deja claro que los inmigrantes «sustentan» varios sectores productivos «vitales para la economía regional», como son «la agricultura o la hostelería». Esto es una realidad, según los datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, que indican por ejemplo que seis de cada diez trabajadores del campo murciano son extranjeros, lo que demuestra la importancia del músculo foráneo (en su mayoría de nacionalidad marroquí, ecuatoriana y rumana) para el vigor de la 'huerta de Europa', «también en tiempos de crisis», matiza.

«Ni para empaquetar»

De la misma opinión es el presidente de la Asociación de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas de la Región de Murcia (Proexport), Juan Marín, a quien le parece casi «una obviedad» reconocer la «importancia» de los trabajadores extranjeros para el sector. «Las recolecciones de frutas y hortalizas en el campo no hubieran sido posibles en la Región en los últimos tiempos sin la mano de obra inmigrante. Ya nadie se acuerda de hace unos años, antes de la crisis, cuando no encontrábamos gente ni para empaquetar tomates. De hecho, el año pasado hubo problemas entre mayo y junio para sacar ciertas cosechas de melón y sandía por la escasez de mano de obra, y las furgonetas iban por los pueblos con el megáfono pidiendo trabajadores», recuerda Marín.

Natalia Moraes, profesora de Sociología de la Universidad de Murcia y coordinadora del proyecto 'Erasmus+Refugees, education and rights', asegura que «la inmigración ha constituido un factor fundamental en el desarrollo económico de la Región. La llegada de inmigrantes ha estado relacionada fundamentalmente con la notable transformación del sector hortofrutícola. La 'huerta de Europa' ha sido posible gracias a la mano de obra inmigrante». Además, recuerda que «el mercado laboral murciano está etnificado, es decir, con nichos laborales de inmigrantes y para inmigrantes».

Las aportaciones de los trabajadores foráneos a la Seguridad Social en la Región rondan los 250 millones de euros al año

Efectivamente, no solo resultan fundamentales para recolectar melones y sandías, ni mucho menos. Los 93.256 afiliados extranjeros a la Seguridad Social en mayo suponen casi el 16% del total de afiliados al sistema en la Región (585.546), mientras un tercio de los nuevos trabajadores que se incorporaron el mes pasado a un empleo fueron extranjeros. Trabajos que, generalmente, «no quieren hacer el resto de trabajadores españoles y que suele recaer en las espaldas de los inmigrantes, además, en condiciones muy precarias», sentencia Pérez Parra. «Si no fuera por ellos, la Región no crecería al mismo ritmo», resume Juan Guirado, portavoz de Convivir Sin Racismo y experto en asuntos de inmigración, quien cifra en «más de tres 'Aquarius'» el número de personas indocumentadas que llegaron el año pasado a la Región en patera. «Cuanto más integrados estén, mayor será su contribución a la sociedad», ilustra Guirado.

La mayor aportación de este colectivo, sin embargo, hay que buscarla en otros campos cuyos frutos son vitales para la supervivencia futura del territorio, más allá de bases de cotizaciones y salarios, impuestos y rentas per cápita. Si la mayor riqueza de un territorio son sus gentes, aquí hay que poner un monumento a los extranjeros, que son los que están evitando que, en los últimos años, la tasa de natalidad se hunda en la Región de Murcia como está pasando en el conjunto del país, con su correspondiente repercusión en las pensiones y en el estado del bienestar. Para muestra, el botón del número total de partos, que se reduce progresivamente año tras año en el Hospital Virgen de la Arrixaca mientras la cifra de parturientas extranjeras no deja de subir. Son las mujeres de otras nacionalidades las responsables de evitar el descalabro en las estadísticas, pasando de representar en tres años el 22,5% de los alumbramientos al 23,7% solo en este centro sanitario de referencia.

Así, el número de hijos por mujer se situó el año pasado en la Región en 1,55, el mayor por comunidades, solo superada por las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. El mayor peso de la población inmigrante se convierte aquí en un factor fundamental para que Murcia mantenga el tipo frente a otras comunidades, que ven como sus tasas de natalidad se hunden progresivamente. El saldo vegetativo (nacimientos menos defunciones) también fue positivo en el ámbito regional, con 3.617 personas más, solo superada en el ranking nacional por Madrid (13.433). Y todo ello teniendo en cuenta, tal y como apunta Juan Guirado, «que los inmigrantes son los que más han sufrido los efectos de la crisis económica, cebándose con ellos los recortes y la precariedad, hasta el punto de tener que irse a sus países de origen o a otros destinos para seguir manteniendo a sus familias. Por no hablar del creciente rechazo social. Al no haber políticas adecuadas de integración, la población no es consciente de los beneficios que aporta la inmigración, y percibe más los discursos negativos que se crean como consecuencia de la falta de integración (y de información) en la sociedad». Entre otros, el de los delitos cometidos por extranjeros. Los datos revelan, por ejemplo, que el 34% de los hombres condenados por violencia de género en la Región son extranjeros. Sin embargo, también son de fuera el 36% de las víctimas de esta lacra.

Menores «desaparecidos»

Una de las muestras más palpables del futuro incierto que en la mayoría de las ocasiones afrontan los inmigrantes nada más pisar suelo español y murciano lo representan los extranjeros menores de edad no acompañados. El número de personas que manifestaron ser menores a su llegada (notablemente superior al que consta oficialmente en los datos de la Delegación del Gobierno) ha pasado de 44 en 2014 a 463 en 2017, según los datos de Cruz Roja y las organizaciones humanitarias. Un disparatado incremento del 952%. Sin embargo, la mayoría de estos menores (80%) ha pasado menos de un mes en los centros de protección de menores de la Comunidad, según los datos de Convivir sin Racismo. Esto supone que unos 300 niños y adolescentes «han desaparecido de las instalaciones sin conocer su destino», mas de 200 entre octubre y noviembre del pasado año. «Unas cifras que deberían hacer saltar las alarmas y tomar medidas urgentes para establecer sistemas de tutela de calidad», según Guirado.

Otro dato a tener en cuenta es el importante número de inmigrantes (sin contar los hijos de extranjeros nacidos en España) que forman parte del sistema educativo (porcentaje cada vez menor en función del nivel formativo), así como los foráneos que reciben asistencia sanitaria. Pero, tal y como recuerda Moraes, «está empíricamente demostrado que la inmigración no hace un mayor uso de las prestaciones sociales». En términos económicos, «los inmigrantes suelen aportar más de lo que reciben en las sociedades donde residen», resume la profesora de la UMU, «y también hay otros elementos a tener en cuenta en un contexto de envejecimiento de la población. Algunos expertos señalan que la pregunta que nos haremos en el futuro será cómo conseguir atraer a los inmigrantes a una Europa cada vez más envejecida».

«El problema no es la inmigración, es cómo se gestiona»

Según la profesora de Sociología de la Universidad de Murcia Natalia Moraes «la inmigración no es un problema. El problema es cómo se gestiona, con políticas más asentadas en enfoques ideológicos que en la realidad misma del fenómeno, llegando incluso en los últimos años a la violación de los derechos humanos, el derecho humanitario y el derecho internacional». Asegura Moraes que «la contribución de los inmigrantes es positiva, como lo fue en la historia de otros muchos países, que no podría entenderse sin la influencia de la inmigración del siglo XX, por ejemplo». Pero, de todas formas, aclara Moraes, «es necesario ir más allá de la mirada de la inmigración como problema o incluso como recurso positivo. Hay que centrar la mirada en la 'autonomía de las migraciones' y en la trayectoria de las personas. Conocer cada particularidad, según Moraes, «nos ayuda a entender la heterogeneidad de sus proyectos migratorios y la diversidad de experiencias». Como la de Alí, un menor afgano solicitante de protección internacional que esta semana aseguraba en una entrevista con la profesora de la UMU que, cuando salió de su país, «no sabía ni que existía Europa».

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