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A ambos lados del cuadro grande, en esta fotografía de la casa del sastre, dos de los óleos de Wssel de Guimbarda comprados por Benito Amor en Yelmo, según el testimonio. LV
El sastre de Bullas prueba ante el juez la propiedad de decenas de obras de arte

El sastre de Bullas prueba ante el juez la propiedad de decenas de obras de arte

Una sala de subastas y una empresa de bronces reconocen que le vendieron a Benito Amor algunas de las piezas más valiosas de su colección

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Domingo, 14 de enero 2018, 08:43

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El sastre Benito Amor, aparte de una colección de arte que quita el hipo y que la Guardia Civil decomisó el 8 de marzo de 2016, también atesora una memoria de elefante. Así se demuestra tras cotejar la declaración que entonces hizo ante el juez tras ser detenido y las pruebas que en los últimos 20 meses ha aportado a la causa para demostrar que esas obras le pertenecen. El último episodio fue la declaración hace unos días, antes sendos jueces de Alcaraz (Albacete) y Cartagena, de los dueños de las empresas Bronces Riopar y sala de subastas Yelmo.

De sus declaraciones dependía la tranquilidad de Benito, quien venía asegurando que era cliente -y de los buenos- desde hacía años. A juzgar por lo que manifestaron, decía la verdad. Algunas de las obras más valiosas les fueron vendidas por ellos. De igual forma, entre la treintena de citados a declarar, algunos se han retractado de sus acusaciones iniciales o han reconocido que vendieron al sastre las obras incautadas.

La consecuencia inmediata, aunque se demore hasta que se dicte sentencia, es que varias de las piezas que el juez cedió en depósito a la parroquia tendrán que ser devueltas al sastre. Algunos casos causan la risa, cuando no la indignación.

Entre las obras figura una espléndida pulsera de oro y piedras preciosas que pertenecía, según denunció un representante del Obispado, al ajuar de la Virgen del Rosario. Aunque el responsable de Yelmo reconoció que se la había vendido en 2001 a Benito. Y, por si fuera poco, incluso se aportó el catálogo de aquella subasta donde la pulsera ocupa, mire usted por donde, gran parte de la contraportada.

El anterior párroco del Rosario, José Prior Campillo, también mostró en febrero de 2016 a la Guardia Civil sus dudas sobre la procedencia de algunos de los bienes de Benito Amor. «Tenía imágenes religiosas, vasos sagrados (cálices, copones, etc.)», señaló el sacerdote, si bien afirmó que debían provenir «de iglesias o conventos».

Respecto a la parroquia, en cambio, declaró que detectó la falta de «una tela blanca de una palio bordada en oro envejecido de unos dos por cinco metros». Según el sacerdote, Benito «me la pidió para restaurarla y yo me negué. Al día siguiente o a los dos o tres días esta tela del palio desapareció».

Sin embargo, la defensa de Benito ha aportado una foto reciente donde puede apreciarse que esa tela adornaba, precisamente, el balcón de la casa sacerdotal. No peor fortuna tendrá el Obispado de Cartagena al reclamar otras piezas, entre ellas una campana que la Guardia Civil atribuyó a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y que lleva la inscripción: María del rosario 1880.

Cálices de plata

El dueño de bronces Riopar ha declarado que se la vendió a Benito. Igual que los cinco cálices de copa de plata y otro de metal dorado con copa de plata que supuestamente pertenecían a la parroquia, según un inventario de 1946. O los báculos y el farol procesional que, al parecer de los investigadores, eran propiedad de la Cofradía de la Virgen de la Soledad.

La declaración del presidente de la Cofradía de los Dolores, Juan Francisco Párraga, tampoco tiene desperdicio jurídico. Porque asegura que los objetos a los que hizo referencia en su denuncia -estandarte y libro de estatutos decomisados por la Guardia Civil- «los tenía Benito Amor en concepto de custodia». En depósito, en calidad de cofrade de los Dolores y expresidente que fue de esta institución. A estos tesoros se sumaba una custodia dorada, otra de plata y un templete. Por último, en su casa se encontró un puñal de plata que pertenecía a una imagen de la Virgen Dolorosa, también de la parroquia. Sin embargo, todas estas piezas fueron compradas de forma legal por Benito Amor a Bronces Riopar.

Por otro lado, según la declaración del administrador de la casa Yelmo (ya desaparecida), Fulgencio Manuel Hernández, el sastre también le compró numerosas piezas «y realizado múltiples encargos a lo largo de muchos años».

En la interminable lista de adquisiciones que Hernández reconoció como vendidas a Amor figuran algunas de gran valor. Es el caso de los retratos que el pintor Manuel Wssel de Guimbarda les hizo en 1890 al matrimonio Vidal, propietarios de una joyería en la calle Mayor de Cartagena, más otros cinco del mismo autor. En este caso, el actual párroco de Bullas , Juan José Noguera Rubio, denunció ante la Guardia Civil que eran propiedad de la parroquia. E incluso aseguró que procedían de un asilo de ancianos de Bullas, en base a un inventario sin fotografías de 1940.

Así lo creyeron todos hasta que el dueño de Yelmo corroboró lo que el pasado mes de julio la defensa del sastre, a cargo del abogado Carlos Valcárcel, ya señaló al juez: las piezas habían sido compradas en una subasta. Así era. E incluso se conoce quién las vendió a Yelmo: María Fernanda Barco Vidal.

Las monjas no acusan

Otra de las denuncias que resulta falsa, al menos a juzgar por las declaraciones, es la que efectuó el párroco Noguera. Advertía el sacerdote que las monjas de un convento de Tordesillas (Valladolid) le habían asegurado que Benito poseía un Lignum Crucis -supuesta astilla de la Cruz de Cristo- que ellas le habían entregado para la parroquia. Similar denuncia hizo un seminarista, Lope Nadal Martínez, y hasta una antigua concejala de Bullas, Francisca Caballero Escribano. Todos habían, supuestamente, hablado con las religiosas.

Y entonces les tocó a ellas hablar ante el juez. Así, hasta en tres declaraciones distintas, la madre priora del convento, Sara Alonso Pimentel, asegura que no dieron un Lignum a Benito. Aunque sí reconocen que le entregaron «para la parroquia» un cuadro del arzobispo de Valladolid, Antonio García, bullero ilustre. Y que le regalaron un cuadro de Santa Teresa y un misal de tapas negras que, por cierto, reclama el párroco.

Para colmo de despropósitos, un restaurador asegura que intervino hace años el pergamino que acompaña al supuesto Lignum «con un rotulador indeleble». Hace ahora 18 años. Y encima, la parte de abajo del relicario es «una pieza de una vajilla de plata usada como base para encajar las botellas de vino».

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