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Marta Semitiel
Murcia
Domingo, 17 de junio 2018, 07:51
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El ímpetu de Susana Sempere se palpa cuando habla de las «veces que nos ponemos límites nosotros mismos», por ejemplo, en el amor: «Una persona acondroplásica puede estar con quien le dé la gana, no tiene que pensar que solo encontrará una pareja igual que ella». Gregoria asiente con la cabeza. Hace más de dos décadas que ella y Juanvi contrajeron matrimonio y también ella ha vivido cada mirada y cada risa cuando pasean de la mano por la calle, «incluso de las que él no se da cuenta». Ella sabe bien de lo que habla Sempere: «Cuando Juanvi y yo comenzamos a salir, en mi familia no hubo ningún problema, y en el resto de la gente lo cierto es que tampoco. Sin embargo, al quedarme embarazada sí que noté como que la gente estaba a la expectativa, a ver si tenía o no un hijo enano. Se asomaban al carro cuando me veían por la calle e incluso llegaron a ofenderme con algunos comentarios», relata. Las posibilidades de que su hijo fuera acondroplásico eran del 50%, pero nació sin displasia ósea de ningún tipo. Para ella, la necesidad de romper tabúes es crucial para erradicar las fronteras sociales que se encuentran las personas que, como Susana o Juanvi, nacieron con acondroplasia.
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