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Juan José Sánchez, Teresa Moreno y Juan Jiménez contemplan el retablo de la nueva iglesia de Cristo Rey.
«Mi retraso de cinco minutos salvó la vida a los niños de comunión»

«Mi retraso de cinco minutos salvó la vida a los niños de comunión»

El párroco de Cristo Rey estrena iglesia en el mismo lugar donde estaba el templo que dañó el seísmo, y que se derrumbó tras caerle encima un edificio

P. W. R.

Domingo, 8 de mayo 2016, 01:04

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La iglesia de Cristo Rey es estos días lugar de peregrinación para muchos lorquinos. Acuden para conocer el que es el primer templo del siglo XXI de la ciudad. En esa tesitura estaban hace unos días Teresa Moreno y su marido, Juan Jiménez, a los que acompañaban sus nietos, Bruno y Marcos, de nueve meses. «Pertenecemos a la parroquia de San Mateo, pero nos hacía mucha ilusión poder entrar en la iglesia de Cristo Rey y verla. Es preciosa y el retablo me parece impresionante», afirma Teresa, mientras recibe mil y un detalles sobre la obra por parte del párroco, Juan José Sánchez Andreo.

El sacerdote cuenta que la gran vidriera, de casi cien metros cuadrados, ha sido diseñada por el obispo de la Diócesis, José Manuel Lorca Planes. «En el centro está Cristo Rey y los cuatro evangelistas con sus símbolos. Aparecen el castillo y el pueblo de Dios, Lorca, que camina hacia Cristo Rey. En los laterales está la creación: los árboles, las aves y los peces».

Los bancos del templo también son nuevos. Acaban de llegar desde Segovia. Los han construido los monjes jerónimos de Santa María del Parral. «Son de iroko. De esa misma madera nos van a hacer la cruz del retablo», afirmó el párroco. En el altar mayor hay una imagen de la Inmaculada Concepción. «El día del terremoto estaba sobre una fina columna de mármol. No le ocurrió nada. Ni siquiera se movió. Sin embargo, las flores que había debajo quedaron esparcidas por el suelo».

No puede olvidar lo sucedido aquel 11 de mayo de 2011. «Mi retraso de cinco minutos salvó a los niños de comunión. Estábamos, como estos días, con los ensayos, y recuerdo que tardé más de lo previsto. Esos minutos lo cambiaron todo», relata. Aunque tampoco puede olvidar los gestos que se vivieron aquellas jornadas. «El párroco del barrio gaditano de La Viña, al conocer nuestro sufrimiento, nos envió la colecta de aquellos días. Y desde Fuenlabrada, el cura envió lo que habían sacado del chiringuito de las fiestas de San Juan». Estos días están llenos de emoción al recuperar el templo. «Los fieles no pueden evitar las lágrimas durante las misas», afirma.

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