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Escombros en las calles de Lorca tras los seísmos.
Y después de Nietzsche tembló la tierra

Y después de Nietzsche tembló la tierra

Una periodista de ‘La Verdad’ recuerda en primera persona cómo vivió los dos seísmos que sacudieron Lorca

RAQUEL GONZÁLEZ

Domingo, 10 de mayo 2015, 07:48

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Ante mis propios ojos vi cómo se desplomaba el campanario de la iglesia de San Diego en Lorca hace cuatro años cuando la ciudad sufrió la mayor catástrofe. Quién me iba a decir a mí que el segundo terremoto me pillaría en directo fotografiando desde mi balcón a los reporteros de 'España Directo', el programa de TVE que retransmitió al país entero la peor tragedia natural de la historia reciente de mi ciudad. Las cosas suceden cuando menos te lo esperas y esa tarde nadie podía prever un segundo seísmo, pues antes ya hubo un primer movimiento que alarmó a los lorquinos, ya que parte de la torre de la iglesia se había derrumbado y varias grietas aparecieron en los edificios.

Las malas noticias no se olvidan y mira que todos los días vemos informaciones trágicas en los medios de comunicación y pensamos: ¡Qué pena!, pero nunca imaginamos que las desgracias también puedan pasarnos a nosotros, hasta que llegan y te ves reflejado en ellas. El 11 de mayo de 2011, dos terremotos sacudieron parte de la ciudad de Lorca. Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer, es una fecha que no olvidaremos.

Era un día normal y corriente para mí y para muchos lorquinos; y yo, como cada tarde, iba a mi querida biblioteca Pilar Barnés a estudiar. En aquel tiempo me encontraba en segundo de bachiller, en pleno 'boom' de exámenes y aquella tarde tocaba estudiar a Friedrich Nietzsche, el filósofo ateo que decía: Dios ha muerto, su piedad por el hombre lo ha matado.En un breve descanso de estudio, María, Lorena, Alba,su hermano Pablo y yo fuimos a comprar el regalo de nuestra amiga Isa, que cumplía los ansiados 18 años al día siguiente.

Sin darnos cuenta de lo que sucedía a nuestro alrededor, mirábamos algo bonito para comprar, pero sin entretenernos mucho, pues el estudio de la filosofía nos esperaba. Una vez escogida la prenda nos pusimos en la cola para pagar.

El temblor

Eran las 17.05 horas cuando el suelo comenzó a vibrar, las lámparas de la tienda también y todo se movió. Mi reacción fue pegar un gran pellizco a María. Todas nos quedamos en blanco, sin saber qué decir, pero no le dimos importancia. En nuestra ciudad frecuentemente hay pequeños movimientos. Pagamos y nos fuimos. Al salir de la tienda nuestro rostro cambió pues las columnas de un edificio se habían caído y los móviles no paraban de sonar. Mi padre me llamó y me pidióque me fuera inmediatamente para casa; bueno, mejor dicho, me ordenó. La verdad es que mi padre se suele poner muy histérico con cualquier cosa, pero resulta que parte del campanario de la iglesia se había derrumbado, al igual que también habían salido múltiples grietas en los edificios.

Inmediatamente, regresé a la biblioteca para coger mis cosas. Todo el mundo se estaba marchando; en esos casos la gente se siente más cómoda estando en casa. Cuando fui a coger mis apuntes estaban cubiertos de polvillo blanco, parte de la escayola del techo se había agrietado. No me entretuve ni un segundo más y me marché.

Al llegar a casa, mi padre estaba pálido, pero se quedó más tranquilo al verme allíy se dispuso a dormir la siesta. Yo ya estaba en mi casa, nada malo podía ocurrirme. Continué estudiando a Nietzsche. De repente el teléfono sonó, era Antonia, la mejor amiga de mi madre, que llamaba para preguntar si todo estaba bien. Le respondí que sí. Sobre todo telefoneó porque el programa de España Directo estaba en Lorca, tomando unas imágenes del santuario de San Diego. Yo, muy nerviosa, le colgué y me asomé al balcón de casa, que está justo enfrente de la iglesia. La televisión estaba grabando en directo con normalidad, contando los hechos del primer terremoto que preocupó a gran parte de la población. Al ver que estaban ahí fui a por mi cámara de fotos y me dispuse a fotografiarque un equipo de TVE estaba en mi ciudad. Después de lo que ya había pasado, nada malo podía ocurrir, pero las desgracias llegan cuando menos te lo esperas.

Eran las 18.47 horas cuando Lorca tembló de nuevo, el edificio se balanceó durante unos segundos hacia los lados y yo fui corriendo al salón y me senté en una esquina. No sé por qué, pero esa fue mi reacción, arrinconarme. El temblor paró y lo primero que hice fue asomarme al balcón para ver si todo estaba en orden, pero la imagen que me llevé fue horrible. El campanario de la iglesia se derrumbó completamente, dejando una gran polvareda de tierra. Parte de España pudo presenciar ese momento terrorífico en directo. El presentador, milagrosamente, reaccionó a tiempo y pudo salvarse.

Volví al interior de mi piso, mi padre estaba asustado. Nos cambiamos,cogimos lo necesario y salimos deprisa. Si lo que vivimos en casa nos pareció horrible, cada paso que dábamos hacía fuera era peor. Las escaleras estaban hechas añicos, pues gran parte del techo se había derrumbado, había escayola y trozos de ladrillo por todos lados. Pero eso no era nada, al salir a la calle ambulancias, coches, pitidos, móviles sonando sin parar, gritos, llantos Ahí pude comprobar que lo que había ocurrido era una desgracia como esas que salen cada día en televisión y pensamos ¡qué pena!. De nada me sirvió el estudio de la filosofía esa tarde, ¡ah sí! Nietzsche tenía razón y esa tarde Dios se había despistado.

Los escombros

No había tiempo que perder, mi padre y yo caminábamos sin decirnos ni una palabra. Íbamos hacía la cafetería de mis padres, pues allí se encontraba mi madre y mi sobrino Izan. Parecía el fin del mundo, todo el mundo corría, los conductores se saltaban los semáforos, en ese momento las normas sobraban.

Llegamos al bar, y el alma de mi padre se cayó al suelo. Sus manos fueron directas a la cabeza mientras decía Ay, Dios, mi negocio, ¡qué desgracia!. Estaba completamente destrozado, había botellas en el suelo, el techo estaba descolgado, había también escayola, pólvora, ladrillos incluso la pared del aseo femenino se había abierto y se podía salir a la calle. Mi madre estaba de los nervios, lo que más le preocupaba era su nieto, que entonces tenía 3 años y su primer terremoto lo vivió en plena calle pudiendo observar con sus propios ojos la caída de algunos muros. No paraba de llorar, y solo preguntaba por su 'mami'.

Nos dieron un aviso de que podía ocurrir otro terremoto y de que nos fuéramos a un solar o un sitio despejado. Mi padre estaba recogiendo las mesas de la terraza y hasta que no terminara no se iba. Los nervios sobraban, la persiana del bar estaba rota y no se podía cerrar. En ese momento, mi padre sacó toda la rabia y el dolor que tenía dentro y consiguió cerrar.

Mi sobrino continuaba llorando, pero esta vez creo que era de alegría. Mi hermana Ana venía corriendo entre lágrimas y gritos, cogió a su hijo, lo abrazó y os aseguro que no lo soltó ni un instante de ese día. Mi hermana es una ersona muy valiente. Vivió el seísmo trabajando en el hospital Virgen del Alcázar. Tras los hechos salió corriendo y un muchacho muy amable se ofreció a llevarla. Ella, sin pensárselo, se montó con un desconocido para poder llegar lo antes posible y estar con su hijo.

Ya estábamos todos: mis padres, mi hermana, mi sobrino, mi cuñado y su familia. Íbamos hacia el solar que está por las vías del tren. Cada paso que dábamos había una triste noticia que llegaba de boca en boca: habían muerto personas.

Ya estábamos en un sitio abierto y seguro, había muchísima gente, todos de los nervios, llorando, gritando o hablando contando donde estaban en el momento de los hechos.

Nadie entendía nada, pues cuando ocurre un terremoto, después pueden ocurrir pequeñas réplicas, pero no un segundo seísmo. En Lorca hubo dos, el primero de 4,5 grados de magnitud y el segundo de 5,2.

A cada minuto que pasaba más gente llegaba y más malas noticias. Me enteré de la muerte de nueve personas. Ahí mis lágrimas no pudieron resistirse y salieron de mis ojos. Yo no podía creerlo y pensaba: Joder, ha sido sólo un puto terremoto, ¿por qué han tenido que morir personas? ¿Por qué han tenido que derrumbarse edificios? ¿Por qué? Sinceramente estaba bloqueada, saturada, todo lo que escuchaba eran mil voces que atormentaban aún más mi cabeza.

Porque con cada persona que hablaba me enteraba de otra tragedia, otra muerte y otro edificio derrumbado. Me sentía afortunada, estaba con toda mi familia, pero los nervios no me dejaban tranquila. Todos los vecinos de Lorca estábamos comentando los hechos y decían que iba a haber otro seísmo y no se equivocaron. Efectivamente, a las 22.40 horas sentimos un pequeño temblor, mis ojos se cerraron rápidamente, tenía miedo. Como si cerrando los ojos solucionara algo, pero en ese momento me di cuenta de que yo también sentía miedo. Quería saber cómo estaba el resto de mi familia, amigas pero ¡maldita sea! Las líneas estaban saturadas, hasta que por fin pude llamar y quedarme tranquila. Todos estaban bien.

Ya estábamos tres horas en el descampado. Mi padre y mi cuñado, muy valientes, decidieron ir al garaje a coger el coche. Tuvieron suerte y pudieron sacarlo. Decidimos entonces marcharnos a Águilas, mis abuelos viven allí y pensamos que al ser zona de costa estaríamos a salvo.

Al llegar a Águilas, mis abuelos llorando vinieron corriendo hacia nosotros y nos abrazaron. Les contamos lo que ocurrió pero no teníamos muchas ganas de recordarlo y tampoco queríamoscomentarlo delante de mi sobrino. Esa noche yo dormí en casa de mi tía Cristina, en casa de mi abuela no cabíamos todos. No podía dormir, cada vez que cerraba los ojos sentía un movimiento, tenía miedo.

El día después

Al día siguiente al despertar puse el telediario y, como todos los días, salían noticias trágicas, pero esta vez éramos nosotros, los lorquinos, los que por desgracia ocupábamos las noticias.

Se nos hacía raro ver que éramos nosotros, que era Lorca la que salía en televisión. Por desgracia un terremoto sacudió parte de nuestra ciudad. Nos enteramos de que otros edificios se habían derrumbado, de cómo habían fallecido algunos lorquinos Las lágrimas frente al televisor en casa de mi abuela no paraban de derramarse en nuestros rostros.

No solo fueron lágrimas de tristeza, algunas fueron de emoción. Milagrosamente, tres personas sobrevivieron ante el derrumbe de un edificio del barrio de La Viña. Mis ojos no podían creerlo, un edificio se derrumbó completamente, y en su interior quedó un triángulo donde la familia aún podía respirar. El padre por suerte conservaba su móvil en el bolsillo de la camisa y llamó a su hija para decirle que estaban ahí, que avisaran a alguien para sacarlos. El cuerpo de bomberos pudo sacarlos vivos a los tres. En ese momento, comprobé que los milagros existen. Tres personas sobrevivieron en el interior entre los restos de su propia casa.

También crearon un campamento en el recinto ferial de Lorca, para dar de comer y atender a otras personas que no tenían a donde ir. Algunas habían perdido su hogar y otras no querían volver por miedo. Muchas personas de varias partes de España se desplazaron, para ayudar a los lorquinos. Te das cuenta realmente, de que la solidaridad es importante y existe. Dejan sus cosas a un lado para ayudarte, auxiliarte, cuidarte y sobre todo para consolarte, para que no te sientas solo.

Yo tuve suerte, no perdí a ningún ser querido y no tuve que mudarme, pues mi edificio tenía el color verde que determinaba que se podía entrar. En cambio había otras casas con el color amarillo en las que sólo se podía entrar un momento a coger algunas cosas y había otras con el color rojo que significaba que el edificio tendría que ser demolido.

Nunca sabes cómo puede ocurrirte una catástrofe natural, algunos trabajaban, otros estaban en casa, otros dormían y yo esa tarde me disponía a estudiar a Nietzsche que nunca más volveré a leerlo de la misma manera. Después de estudiar sus teorías la tierra tembló.

En todo el mundo ocurren desgracias, algunas desafortunadamente las provoca el ser humano, en cambio otras son naturales; pero no nos damos cuenta de su gravedad hasta que no lo vivimos y no nos vemos reflejados en el telediario de cada día.

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