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Vicente del Bosque y su cuerpo técnico, durante el partido ante Croacia.
El partido de Del Bosque

El partido de Del Bosque

El seleccionador afronta el cruce de octavos ante Italia con los ecos del batacazo de Brasil y la presión de la Federación para convencerle de que siga en el cargo

IVÁN ORIO

Viernes, 24 de junio 2016, 09:10

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Vicente del Bosque afrontará el lunes en Saint Denis contra Italia unos octavos de final de la Eurocopa que trascienden lo deportivo para adentrarse en el terreno personal y en la duda metódica sobre su continuidad al mando de la selección después de ocho años en los que las luces han ganado por goleada a las sombras. Los ecos por el batacazo en Brasil, que parecían olvidados tras las victorias ante la República Checa y Turquía, han renacido con fuerza después de la inesperada derrota frente a Croacia y han colocado a La Roja en la senda más exigente de la competición. La figura del entrenador no está en entredicho, pero una eliminación en el primer cruce le colocaría en una situación muy incómoda si decidiera aceptar una eventual renovación al encadenar dos torneos muy endebles. Y en este contexto también la Federación tendría bastante complicada la venta al público de una oferta de continuidad.

El fútbol es cruel y su memoria selectiva. Los títulos obtenidos en Sudáfrica y en Polonia y Ucrania estarán siempre en el recuerdo porque culminaron una era de ensueño, pero las referencias para medir la salud del combinado nacional y de su técnico son ahora mismo el último Mundial, en el que cayó en la fase de grupos con humillación ante Holanda incluida, y el choque frente a los transalpinos. Nadie cuestiona la envergadura del desafío en octavos, sobre todo porque los vigentes campeones llegarán a París muy tocados por lo sucedido ante Croacia y con su confianza algo resquebrajada, pero el destino ha vuelto a cruzar por enésima vez los caminos de españoles e italianos y lo que ocurra en ese partido marcará sin duda los acontecimientos posteriores, tanto en la fortaleza del banquillo como en los movimientos del ente federativo. Pasar supondría ganar tiempo. Perder precipitaría la toma de decisiones.

Del Bosque ya aterrizó hace quince días en La Rochelle con la presión añadida de saber que los dirigentes de Las Rozas harán lo que esté en su mano para que siga al frente del equipo al no encontrar un sustituto que les satisfaga plenamente -el favorito de Ángel María Villar era Ernesto Valverde, pero ha optado por quedarse en el Athletic-. Su concepto de lealtad es sólido y, aunque antes de llegar a Francia ya había adoptado la decisión de marcharse, de alguna manera se siente en deuda con quienes le confirmaron en el cargo después del fracaso en Brasil y no sería descartable que reconsiderara su postura en el último momento. Quedarse después de firmar un papel digno en la competición gala sería asumible, pero hacerlo con el estruendo social y mediático de una eliminación en octavos abriría un período de incertidumbre difícil de gestionar. El análisis sería similar en los despachos de la Ciudad del Fútbol.

La estancia del salmantino en el país vecino ha sido un compendio de alegrías y preocupaciones. Llegó con el debate de la portería bajo el brazo y el asunto se agravó con la divulgación del contenido de un informe policial en el que aparece el nombre de David de Gea en una investigación sobre un supuesto escándalo sexual. La bomba cayó en el hotel de concentración, en el plácido retiro de la Isla de Ré, cuando La Roja aún no había debutado. Capeó el temporal como pudo, aseguró que había creído la versión del meta del Manchester United, quien desmintió la declaración de una testigo protegida en el caso, y zanjó de raíz la discusión bajo los palos al apostar por él en el estreno ante la República Checa. El relevo generacional en la portería le proporcionó la primera satisfacción en el torneo. El toledano estuvo fino, salvó el triunfo con una buena intervención en el descuento y el asunto quedó relegado a un segundo plano.

Su moderado optimismo creció días después con la goleada frente a los turcos en Niza. No hay mejor escenario para un entrenador que tener que prevenir la euforia porque es sinónimo de éxito. Pero en plena alegría colectiva Pedro, siempre comedido en el día a día y con buena predisposición, rompió la paz con unas declaraciones extemporáneas en las que expresaba su protesta por la suplencia y se planteaba si merecía la pena estar entre los elegidos sólo para hacer grupo. Otro torpedo que Del Bosque tuvo que desactivar antes de que estallara y amenazara con desactivar la convivencia, al margen de que tanto el futbolista del Chelsea como sus excompañeros en el Barça trataran de restarle importancia. «Ha debido traicionarle el subconsciente», dijo con diplomacia el seleccionador en vísperas del encuentro contra Croacia. Y ha sido precisamente la derrota en ese choque la que ha ensombrecido, y de qué forma, el panorama.

Saint Denis acogerá por tanto el lunes el partido de Del Bosque. En la excepcional sede parisina se decidirá el futuro de España en la competición y éste condicionará sin duda la respuesta definitiva del salmantino a la Federación. «No concibo esta selección sin Del Bosque», ha declarado recientemente David Silva, uno de los baluartes del equipo y uno de los supervivientes de la Eurocopa de Austria y Suiza de 2008, la que cambió el signo de la historia de La Roja. Elegir el camino más tortuoso obligará a España a enfrentarse a los grandes favoritos para alzar el trofeo el 10 de julio, como la mencionada Italia, Alemania y Francia. Salir airoso de este gigantesco reto reforzaría tanto al seleccionador que se redoblarían los esfuerzos de la Federación para que se quedara y culminara el relevo generacional de un equipo que necesita empezar a elegir a sus nuevos guías en el vestuario. El salmantino tiene la última palabra.

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