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CÉSAR GARCÍA GRANERO
Miércoles, 7 de octubre 2015, 11:16
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Duermen juntos, uno arriba y otro debajo en la misma litera, eligieron el mismo deporte, están en el mismo equipo y van a entrenar juntos en un Volkswagen Polo. 24 horas respirando el mismo aire. Claro, cuando afilan el colmillo y dicen de marcar goles, también se ponen de acuerdo: el fin de semana pasado, sin ir más lejos, le hicieron cuatro al Alquerías, dos cada uno. Son los hermanos Torrano, Raúl y Javier, que viven en Archena, pero juegan en Totana con el Olímpico, uno de esos equipos de resonancias clásicas en la geografía del fútbol regional. Ahora es líder y quiere dar el salto de una categoría de talla chica a otra de talla mediana. Para ello, no hay mejor combustible que los goles, la camaradería y el entendimiento de los Torrano.
Si acude a un partido del Olímpico verá a Raúl, de 19 años, pegado al costado derecho. No necesita levantar la cabeza para saber por dónde merodea su hermano Javier, de 21, y muchos de sus centros son más intuitivos que estudiados. «Cuando tengo la pelota, sé por dónde puede tirar los desmarques. Llevamos mucho tiempo jugando juntos y conozco bien sus movimientos», dice el primero. Los dos empezaron en las bases del Archena, hasta que Javier se fue a La Alberca. «Al año siguiente me fui con él», explica Raúl. El año pasado estuvieron juntos también en el Fortuna, de Tercera, y el pasado verano recibieron una llamada del entrenador del Olímpico para enrolarlos en sus filas.
Allá que fueron los dos. Han sido titulares y han llevado al equipo al ático de la tabla. «'Joer', cómo están los hermanitos», les dijeron el otro día en los vestuarios, nada más acabar el partido, un encuentro en el que les salió todo, hasta lo que habían hablado antes del partido. «Habíamos hablado de sacar pronto cada vez que perdieran la pelota cerca del área, para sorprenderlos. Así llegó mi segundo gol, porque ellos enviaron a córner, mi hermano sacó rápido y forzamos la falta antes de marcar», dice Javier.
Que estén juntos tanto tiempo es bueno para el Olímpico. La confianza en este caso no da asco: sirve de acicate para mejorar en el campo. Se dan la caña que haga falta. «Como no nos enfadamos, nos decimos las cosas claras. Dónde hemos fallado, dónde no, dónde están los puntos débiles del otro. Nos hacemos ver nuestros defectos y virtudes y eso nos hace exigirnos más», comenta Javier.
Pero no solo se dicen las verdades. No tienen problemas en repartirse elogios. «Mi hermano es muy listo en el área, eso es lo que más me gusta de él. Cada balón que coge es un peligro. Me gusta su olfato como goleador; quizá tiene que mejorar con la izquierda, por decir algo, pero es muy bueno», dice Raúl. ¿Y qué piensa Javier de su hermano? «Tiene un gran dominio del balón. Es de los que sabe centrar, no de los que manda balones y a ver qué sale. La semana anterior, sin ir más lejos, en Mazarrón, dio tres asistencias de gol, tiene buena técnica».
Aquella rotura de ligamento
Fuera del campo, Raúl también 'centra' bien. «Me gusta mi hermano por su generosidad -dice Javier-. Hace dos años sufrí un problema importante de rodilla. Me rompí el ligamento y me tuvieron que operar hasta en dos ocasiones, porque al parecer la primera no dio el resultado esperado. Mi hermano me apoyó en todo. Estuvo siempre conmigo, no dejó que me viniera abajo en ningún momento, me acompañó al gimnasio. Eso lo valoro mucho. Además, me gusta por su facultad para hacer amigos. Siempre anima el cotarro. Cuando llegamos a un equipo nuevo, al segundo o tercer día ya estó todo cristo que si Raúl por aquí, que si Raúl por allá». Por supuesto, Raúl ha llevado al Olímpico su carácter expansivo y es, junto a Alfonso, el DJ 'oficial' del vestuario. «Eso sí, es un poco desordenado en la habitación, je, je», termina diciendo Javier, quien comenta que ha ayudado a su hermano: «Soy mayor y le digo cómo tiene que afrontar la temporada. Antes iba a verlo a los partidos y le daba consejos».
Aunque el objetivo inicial del equipo no era el ascenso, el hecho de ir en quinta marcha ha puesto a hervir los ánimos en el Olímpico, que ha ganado los cuatro partidos jugados, ha marcado 15 goles y solo ha encajado 2. Más que números, son un subidón de adrenalina para un equipo que tiene ya al cuarto clasificado a cinco puntos. «Lo que nos dijeron al principio fue que disfrutáramos de la temporada pero, visto lo visto, sí, por qué no, podemos ascender», subraya Javier, que se define como un jugador «con facilidad para estar en el sitio correcto y en el momento indicado».
Ellos disfrutan y el Olímpico, que les paga la gasolina, los necesita para seguir en su nube. Próxima parada: Cartagena.
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