Solo Chaves disfruta del incendio de Cazorla

El mar de olivos plateados que cubre Jaén choca contra las paredes de Cazorla, oasis verde al sol. En el pueblo, los fotógrafos sudan en la meta a la espera de la Vuelta. Uno de ellos ofrece un brazo por un botellín de agua. Lleva la sed colgando del cuello. Le escucha un lugareño, con esas manos anchas de varear los olivos. Camisa abierta, pelo cano en el pecho. Se ríe. «¿Calor esto?». Unos 36 grados. «Esto es fresquito, chaval. Tenías que haber venido en julio».

Las gentes de esta sierra están hechas a respirar calor. A los ciclistas les cuesta más: «Esto es horroroso», jadea 'Purito'. «No se puede correr así», critica, pómulos rojos, el asfixiado Sagan. «Esta temperatura aumenta la fatiga», resopla Mikel Landa. «Pero cada vez me siento mejor. Cuando baje el calor iré a más. Hay que pensar en grande, en ganar la Vuelta. Aru o yo», se atreve el alavés. Acaba de llegar a Cazorla con Valverde, 'Purito', Froome y Quintana. Empatados. Aunque once segundos por detrás de la sonrisa dentífrica de Esteban Chaves, estudiante en la universidad de Bogotá y buen repetidor: en Cazorla, como en Caminito del Rey, volvió a ganar y, otra vez, a vestirse de líder. Por fuerza, por frescura: no corrió el Tour. «Que no, que no estoy como para ganar la Vuelta», dice.

Pero sus rivales ya no lo ven así. Es como el calor. Depende de la costumbre. «Ha sido una etapa caliente», definió feliz Chaves. «Que no, chaval, que esto es fresquito. Si vienes en julio...». En julio es el Tour. Y en agosto, la Vuelta. En el Tour, los cinco favoritos llegaron los cinco primeros a París: Froome, Quintana, Valverde, Nibali y Contador. La Vuelta da más sorpresas. Como la de Cobo. Como la de Horner. ¿Como la de Chaves? «No, no», frena Neil Stephens, su director en el Orica. «La meta de Esteban es acabar entre los diez primeros». 'Purito', que boquea, niega con la cabeza. «Chaves está muy fuerte. Para arrancarnos así, a treinta por hora en ese repecho...». Valverde tampoco se fía: «Anda muchísimo. Hay que tenerle en cuenta». La relevación.

Chaves tiene dos familias: la suya, que le educó, y la del Orica, que le ofreció un contrato cuando aún no estaba claro si iba a recuperar la movilidad en el brazo derecho, destrozado en una caída. De su gente en Colombia se ocupa a través de una escuela ciclista. Sirve de modelo para la chavalería. Allá tiene unos 110 aspirantes. Les lleva maillots; hasta alguna bicicleta. A su hermano Brayan, corredor juvenil, no le envía dinero, sino ropa ciclista. Para que la venda, para que aprenda a ganarse el pan. Enseña a su familia colombiana y aprende de su familia australiana. Ayer, en la etapa que iba del calor de Córdoba al horno de Cazorla, escuchó a su compañero Mathew Hayman, que tiene ya 37 años, que debutó en 2000 cuando Chaves aún ni tenía bicicleta. «Mira, ahora estás bien. Tienes piernas. Aprovéchalas, que nunca se sabe si volverás a tenerlas así», le aconsejó el viejo australiano al joven colombiano. Hayman tiene edad para lamentar las ocasiones perdidas, Chaves está a tiempo de no desaprovecharlas. «La verdad es que no he salido a por la etapa, pero...», contó el líder. Sabe escuchar.

Río de sudor

El día tuvo fuego. A casi 50 por hora de salida. Y se calentó aún más porque la fuga tardó en formarse. Al final se fueron seis: Velits, Durasek, Terpstra, Gautier, Rubiano y Cummings, el inglés que en el Tour les birló la etapa de Mende a dos franceses despistados, Pinot y Bardet. Ayer, Cummings logró meterse solo en la falda de Cazorla, la sierra donde nacen el Guadalquivir, que baja al Atlántico, y el Segura, que tira hasta el Mediterráneo. El río de sudor de Cummings tocó Carzola. Y se evaporó en la primera curva del primer muro. Inglés a la brasa. De Cazorla salieron los mástiles para los barcos que colonizaron América. Pero ayer apenas daban sombra. El sol caía como una plomada. Eran dos kilómetros y pico de cuesta. Chaves recordó el consejo de Hayman. No se quedó con las ganas. Su familia de Colombia le veía por al tele. Su familia de Australia se había sacrificado por colocarle mejor que nadie en esa curva inicial. La cuadrilla del Orica sorprendió hasta a su director: «Mis chicos son así. Hablan entre ellos. Somos una familia. Han visto que Esteban iba bien y le han lanzado». Chaves, casi empujado por sus gregarios, le metió toda la pólvora a ese final en pleno incendio. Pulmones achicharrados.

De nuevo quedó al descubierto su talento. Es un ganador del Tour del Porvenir. Pisa la huella que ha ido dejando Quintana. Empieza a ejercer de líder del Orica. Su detonación no tuvo respuesta. Se giró y vio al Movistar en cabeza. Notó que iban con el gancho al cuello. «Era el momento». Ya no le vieron más. Dos kilómetros sobre las brasas de Cazorla. De puntillas. Sin quemarse. Veloz. Potente. «Tenía que ganar por los muchachos. Caleb Ewan venció ayer (miércoles) y hoy se ha pasado el día subiéndome botellines de agua», agradecía Chaves a sus gregarios, sus hermanos. Por ellos ganó la tercera etapa que se lleva el Orica y reconquistó el liderato que un día antes le había quitado Dumoulin.

El holandés salió a por él, como luego Daniel Martin. No le cazaron. Detrás, Quintana quiso y no pudo. Otra vez. Froome, Valverde, 'Purito', Aru y Landa se conformaron con salvar el día y evitar las quemaduras de este calor. Andalucía izó el sol hace meses y aquí sigue. Los favoritos confían en que la temperatura se calme cuando la Vuelta suba al norte. Piensan en el futuro. Sólo Chaves vive al día, como le ha enseñado Hayman, su hermano mayor en la familia del Orica. «Esteban corre con el corazón», define Stephens. Y el corazón, como Cazorla en agosto, es muy caliente.