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Froome besa su trofeo en el podio, junto a Nairo Quintana y Valverde, que aparece con su hija Natalia.
Emoción en París de un Tour inolvidable
CICLISMO

Emoción en París de un Tour inolvidable

Tras las lágrimas del mejor Valverde, Froome también llora al conquistar una carrera épica con el murciano tercero

J. GÓMEZ PEÑA

Lunes, 27 de julio 2015, 00:32

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Valverde no lloró ayer, ya lo hizo bastante el sábado en Alpe d'Huez cuando explotó tras abrazar emocionado su primer podio en París, un tercer puesto que sabe a gloria al murciano, que ha perseguido ese podio durante toda su carrera y ayer abrazó el sueño en París. Sí lloró Froome tras un Tour durísimo. Las trampas de ganadores anteriores, de Armstrong en especial, dejaron tras de sí campo quemado. Tardará en recuperarse de un incendio así. Y sin embargo, paradoja, las audiencias televisivas no han dejado de crecer. Cuando más duda, el público más ve el Tour, más abarrota las cunetas.

El ciclismo no se entiende. Froome, ganador ayer sobre Quintana y el murciano Valverde de su segundo Tour, nunca ha dado positivo en un control antidopaje y siempre ha criticado, avergonzado, las prácticas ilegales de otros tiempos, de otros campeones luego atrapados en la ciénaga farmacológica. El delito que se achaca a Froome es haber derrotado a sus rivales en La Piedra de San Martín, el primer y decisivo final en alto de esta edición. «Otro dopado como Armstrong», le dicen.

Con esa victoria bastó para convertirle en diana de insultos, dudas, salivazos y hasta de un chorro de orina. El dopaje ha pasado años arrancando de la pared los retratos de los campeones y eso lo paga ahora Froome. «Es un campeón de verdad», jura Dave Brailsford, mánager y creador del Sky, la escuadra que nació en 2010 y que ha ganado tres veces la ronda gala: en 2012 con Wiggins y en 2013 y ahora con Froome. Ese dominio, como en su día el de Merckx, genera odios, desconfianza. El ciclismo, víctima de su pasado, merece ese descrédito. Pero, ¿lo merece Froome? Nacido en Kenia y criado por una madre de origen británico en un entorno libre, casi salvaje, Froome llegó tarde al ciclismo. En la Vuelta a España de 2011 trabajó para Wiggins y los dos perdieron ante Cobo. Ahí vio que tenía talla de líder. Fue más fuerte que Wiggins en el Tour de 2012, pero se resignó a cedérselo. En 2013 ganó su primer Tour, también ante Quintana. Ayer celebró el segundo en un París triste, lluvioso, de plomo. Aun así, los Campos Elíseos estaban a rebosar para ver a un campeón acribillado por las críticas y la dudas. «No lo entiendo -lamentaba Froome-. Si otro luciera el amarillo no creo que pasara esto». El Tour que ayer ganó Froome fue el más difícil posible. Es su mérito. Sin una contrarreloj larga, el recorrido le penalizaba. Además, tenía enfrente a dos ganadores de Tour, Contador y Nibali, y al emergente Quintana, talento escalador arropado por el mejor Valverde y por el Movistar, el equipo más sólido.

«Chris ha demostrado un gran carácter», alabó Brailsford, que es el origen de muchas de las dudas sobre su líder. Brailsford es un recién llegado al ciclismo de ruta. Viene de la pista, de sumar 26 medallas con Gran Bretaña en los Juegos. Es un perfeccionista educado por un psiquiatra, Steve Peters, que antes de trabajar para el deporte británico atendía a asesinos en serie. Con el mayor presupuesto del ciclismo mundial -unos 25 millones-, el Sky ha cambiado el ciclismo. Ha limado los detalles. Tecnología, dietética, psicología... En su maillot hay una raya azul. Es su símbolo: la línea que separa el éxito del fracaso. Los detalles. El Sky presume de haber llevado el ciclismo al futuro. Eso ha dolido. «Dentro de uno o de diez años sabremos cuál es el truco», soltó Madiot, director de La Francaise des Jeux. A Froome le duele. Le han escupido, le han insultado desde su victoria en La Piedra de San Martín. «Me chillaban a mí y luego aplaudían a corredores que han dado positivo. ¡Cómo se explica eso!», se extraña.

El acoso le reforzó. El Sky se unió aún más. Y así ha ganado un Tour extremadamente complicado. Ha machacado a los corredores. Todos lo dicen. Ya el segundo día, en las carreteras sobre el mar de Zelanda, hubo tortura. Viento, caídas. Ahí perdió Quintana minuto y medio, más de lo que al final le ha sacado Froome. El viento se llevó el Tour del colombiano, aunque aún no lo sabía. Luego no se atrevió a abofetear a Froome hasta el último puerto de la penúltima etapa de montaña. Al día siguiente ya era demasiado tarde en Alpe d'Huez.

Destrozar y resistir

Froome fue mejor que Quintana en la primera mitad de la carrera: en Zelanda, en Huy, en el Muro de Bretaña... Y, sobre todo, en La Piedra de San Martín. El Sky lo tenía planificado semanas antes del Tour: querían destrozar la carrera ese día y luego resistir. Han acertado. Brailsford, pese a tener a casi todos sus corredores acatarrados, los dosificó al servicio de Froome. Poels y Porte, por ejemplo, se guardaron para el Alpe d'Huez, donde salvaron a su líder. A Froome le impulsaron los ánimos de los que le admiran y también los insultos de los otros. «Es muy educado, trata bien a todos. Pero en la bici tiene carácter», define Brailsdord. Froome es inglés y africano. Bombín y colmillos.

Así ha ganado este Tour que le vio sufrir «hasta la muerte» ante Quintana en los Alpes y penar por los insultos y las dudas. No ha sido un Tour clemente con el maillot amarillo. Vestidos de líder se retiraron por caída Cancellara y Martin. Y menos piedad ha tenido aún con Froome. Se enfrentó con Nibali, que aprovechó una avería para atacarle. Se midió también con Contador, quinto al final y disminuido por el cansancio del Giro. Se pegó con la nueva generación del ciclismo francés, los irregulares Pinot y Bardet, triunfadores en los Alpes. Estuvo al nivel de Purito Rodríguez, ganador de dos etapas, en el Muro de Huy. Y se pegó contra el Movistar de Quintana, un futuro ganador de Tour, y de Valverde, el número uno del mundo, el ciclistaque al fin ha podido subir al podio del Tour. Del más difícil. De la edición que Froome ha merecido por planificación y carácter. Lo ha ganado contra todo, rivales y ambiente. Los que dudan lo harán siempre. Es la maldición del ciclismo.

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