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Pete Doherty, vocalista y líder de The Libertines, durante su actuación del sábado en el festival SOS 4.8.
The Libertines, entre lo mejor y lo peor de la segunda noche

The Libertines, entre lo mejor y lo peor de la segunda noche

La banda londinense liderada por Pete Doherty ofrece una primera media hora de pura seducción que no consigue mantener al final del concierto. Los murcianos Second, con Juan Antonio Ross en el escenario, protagonizaron otro de los momentos álgidos de la jornada

JAM ALBARRACÍN

Lunes, 9 de mayo 2016, 00:41

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Está acabando la segunda jornada del Estrella de Levante SOS 4.8 cuando un tipo con una camiseta de los Smiths me aborda: ¿Qué ha sido lo mejor de hoy? The Libertines, le respondo. ¿Y lo peor? The Libertines, vuelvo a contestar. El tipo baja la cabeza imitando sin éxito al Joe Dallesandro que luce en su pechera y se larga pensando que le tomo el pelo, pero nunca he hablado tan en serio.

El redivivo grupo londinense liderado por Pete Doherty y Carl Barât ha ofrecido una primera media hora de concierto de pura seducción, ese rock and roll desaliñado de espíritu punk con actitud de buenos-chicos-por-el-mal-camino y uno recuerda por qué enamoraron al mundo del rock en los primeros dos mil. Quizá la guitarra de Doherty no tenga la afinación más precisa, tal vez hayan entrado tarde en una par de ocasiones, seguro que llevan loco al ala-pívot negro que tienen por baterista, ¡pero cómo mola! Tocan 'Boys in the band' y Londres luce orgullosamente herida, con la poesía decadente de 'What Katie did' mueren varios gatitos y desaparecen 200 frases de Coelho de Facebook, todavía 'Can't stand me now' resulta irresistible en su mezcla de rabia, desprecio y vulnerabilidad, suena 'Horror show' y nadie advierte que será un título premonitorio.

Pero lo acabará siendo. Ha habido la típica fase de bajada de tensión de los conciertos pero la recuperación nunca llega, por más que Carl y Pete se morreen cantando en el mismo micro. Les ha dado el bajón y el médico no está cerca. Pienso en el daño que ha hecho Springsteen con sus conciertos de tres horas, pero aquello en lugar de acabar (¡ya, por favor!) se prolongará en una especie de pesadilla de 25 minutos, con los chicos haciendo el gamba cual borrachos en fiesta privada hasta que a la organización no le queda otra que cortar el sonido. No, eso no es punk, eso es un esperpento. Menos mal que la memoria es selectiva.

Antes, Amaral ofreció un concierto antagónico en todos los sentidos al de los ingleses. Era el estreno en España de la gira de presentación de su último trabajo, 'Nocturnal', y es de ley señalar que el 'show' se advierte muy mejorado, en cuanto a escenografía, del de giras anteriores. El sonido es poderoso, la iluminación imponente, la interpretación precisa, la conexión con el público elevada, la voz de Eva infalible. Todo está en su sitio excepto la gran ausente: la magia. Llámenme 'mindausgauskas', pero son esos intangibles los que separan un concierto (o un grupo) bueno de uno grande. Y el de Amaral es bueno, pero ni una cuarta de grande que la primera mitad de los jodidos niñatos de los Libertines.

Sorpresa

La esperada sorpresa que siempre depara el festival había llegado por la tarde con el estimulante directo de Kassassin Street, pandilla de jovenzuelos de Portsmouth que pusieron a bailar al respetable con su propuesta, quizá no demasiado original, pero con ese punch que solo se tiene en los inicios. Por no tener, ni álbum tienen, pero sí una vida que late excitante en trallazos como 'Hand in my pocket', 'Yeah, it's on' y 'Radio Silence'. Entre The Charlatans, Primal Scream y Kasabian.

Los murcianos Second protagonizaron otro de los momentos altos de la segunda jornada del SOS 4.8. Ampliando su formación con Juan Antonio Ross, la banda liderada por Sean Frutos dejó pequeño el escenario Inside y su colección de himnos fue coreada por el numeroso público en un directo poderoso que finalizó en auténtica apoteosis con la interpretación de la enorme 'Rincón exquisito'. La de Blonde Redhead fue una situación incómoda. Su propuesta es ciertamente interesante, indie del que justifica el término de texturas vaporosas y envolventes muy en la onda de los grupos de los noventa del sello 4AD. ¿Dónde está el problema? Pues en que un festival no es el mejor marco para cerrar los ojos y deslizarse por sus toboganes ensoñadores. Me gustaron, ojo. Más incluso que Of Montreal, bailables, divertidos y menos alocados que en otras ocasiones, pero que nunca lograron justificar su condición de (casi) cabezas de programa. Sobre las tres de la madrugada el técnico de sonido de Triángulo de Amor Bizarro decidió reventar los tímpanos de los presentes y cuando estaba a punto de estallarme uno decidí que su propuesta aguerrida mola, pero no hasta el punto de poner en juego mi salud.

Finalizó pues la novena edición del festival murciano y caben varias conclusiones: que el reajuste de escenarios tuvo sus pros (dos escenarios principales en la práctica) y sus contras (menor movilidad del público, lo que se traduce en menor movilidad económica). Y sobre todo que pese al recorte presupuestario, la afluencia de espectadores apenas si decreció, concretándose en unas 28.000 personas por día. La próxima edición será la décima y la efeméride merece un esfuerzo por parte de todos. Caer de la élite festivalera sería un error mayúsculo.

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