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Sílvia Pérez Cruz y Raül Fernández, el sábado. :: p. sánchez / agm
Ni seguridad ni sorpresa: El fin
CRÍTICA DE MÚSICA

Ni seguridad ni sorpresa: El fin

Cartagena Jazz despide su 34 edición con una velada de alta intensidad emocional

JAM ALBARRACÍN

Lunes, 24 de noviembre 2014, 00:49

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Final de la trigesimocuarta edición del festival Cartagena Jazz con dos propuestas de alta intensidad emocional y baja velocidad de ejecución. Si la Policía agarra, ya a De Biasio, ya a Sílvia & Raül en día recaudatorio, los multa pero por defecto de velocidad. 'Slow' total: la pesadilla del DJ. A cambio, sus prestaciones armónicas, interpretativas y de transmisión de sentimientos dejaron al público con un magnífico paladar, especialmente por lo que afecta al directo del dúo catalán.

Vi a varias personas salir levitando del teatro a la finalización de uno de los conciertos con las ovaciones más largas que recuerdo. Lógico dada su gran calidad, pero también su impacto, pues el de Sílvia Pérez Cruz & Raül Fernández Miró fue un concierto de muy buen trato pero también bastante truco. Una apuesta ganadora consistente en reunir a una cantante dotada con un registro vocal con el que sueñan los ángeles, un repertorio de primera mundial sin aparente nexo o hilo conductor más allá de la propia interpretación y un guitarrista -y productor- que ofrece rupturas ruidistas a modo de pátina intelectual o (supuestamente) vanguardista, aunque la mitad de las veces sin una especial inspiración armónica. ¿Funciona? Totalmente. ¿Es para tanto? Marque la casilla que proceda.

Porque, insisto, si uno pone en el mismo equipo a Leonard Cohen, a García Lorca, a Enrique Morente, a Edith Piaf, a Miguel Hernández, a Caetano Veloso (por más que 'Tonada de luna llena' sea original de Simón Díaz), a Fito Páez y a María del Mar Bonet, no vencer por goleada es como que el Madrid empate en Éibar. Otra cuestión será el valor artístico de esa victoria, desde luego, holgada. Claro que, análisis al margen, sería de locos no disfrutar con 'Compañero (elegía a Ramón Sijé)', con ahora sí un inspirado Raül, seguramente el punto de inflexión de un concierto que fue a más.

Cuando arrancaron por Albert Pla ('Papá, yo vull ser torero' / 'La sequía' / 'La platja') Sílvia volvió a brillar a modo -lo hizo toda la noche en realidad- porque es en ese campo de un cierto impresionismo naíf donde ella picotea con mayor gracilidad cual dulce pajarito de canto tierno, íntimo y delicado. Creo que artísticamente ella dará más de sí, se le debe exigir que por fin firme un trabajo de la envergadura de su voz, algo que todavía no ha hecho. 'Pequeño vals vienés' -Cohen, Lorca y Morente juntos, ahí queda eso- fue una gran despedida, antes del bis. Quien juega bien sus cartas suele ganar, pero no es el creador de la baraja.

Previamente, la belga Melanie de Biasio ofreció un concierto bello, oscuro, sensorial y de atmósfera tan atractivamente ingrávida como carente de cualquier factor melódico. De desarrollo pausado, ambientación por momentos inquietante y texturas levemente 'jazzies', el que pareció que podría ser uno de los conciertos del festival no terminó de cuajar pese a su plausible riesgo artístico y belleza escénica, acaso por la excesiva dureza de su musicalidad minimalista, tal vez por la ausencia de un pequeño salvavidas de melodía al que agarrarse, seguramente porque todo ello hizo que acabara deviniendo excesivamente lineal y cercano a una jornada de meditación trascendental. Cuánto daño ha hecho el yoga.

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