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Ute Lemper, durante su actuación del viernes en el TCM. :: V. VICÉNS / AGM
La danza de los elegidos
CRÍTICA DE MÚSICA

La danza de los elegidos

Ute Lemper borda su actuación en el Teatro Circo Murcia, en la que rindió homenaje con su voz al poeta chileno Pablo Neruda

JAM ALBARRACÍN

Domingo, 23 de noviembre 2014, 01:30

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Han transcurrido cinco minutos del espectáculo -llamarlo concierto sería reduccionista- y Ute Lemper ya ha dictado sentencia. El escenario se ha convertido en arcilla para que ella lo modele, la seducción ha tomado cuerpo y el patio de butacas se ha rendido a sus pies. Todavía queda un centenar de minutos para el disfrute, que no para la valoración. El 'show' muestra tal grado de magnificencia que, acaso para justificar mi trabajo, intento encontrar posibles grietas. ¿El hastío de lo perfecto? Ni siquiera: la perfección es estática y esto fue pura danza, la danza de los elegidos.

Tras coquetear con músicos, espacio e instrumentos -el mejor su propia voz de los mil registros- e introduciendo los temas de manera narrativa a menudo en un aceptable español, Lemper comenzó por Piazzolla ('Yo soy María') y el clásico 'Lili Marleen', de Norbert Schultze, «una canción sobre soldados separados por fronteras pero unidos por la música», antes de entrar en el que sería el grueso del espectáculo, los poemas de amor de Pablo Neruda incluidos en su último disco, 'Forever'. Una apuesta arriesgada para la que no dudó en alternar inglés, francés, alemán y español, en una especie de cumbre vocal europea saldada con acierto porque hasta cuando cantaba en 'no-idioma' su voz es tan excelsa y su personalidad tan apabullante que el resto queda en segundo plano.

Del poemario de Pablo Neruda interpretó entre otras 'Madrigal escrito en invierno', la bellísima 'La nuit dans l'île', 'Ausencia', 'Tus manos' y una excelente 'If you forget me' -en realidad dos piezas en una, a cual más inspirada-, el verdadero momento álgido de la velada álgida en sí misma, por fin con el contrabajo al mando y sabor a club de jazz, ante una primera parte más entregada a sonoridades cercanas al cuarteto sinfónico de cámara. Durante su interpretación una grácil Ute Lemper comenzó a mover los brazos mecida en poesía, como una de las ninfas de aquellos mascarones de proa que el poeta chileno coleccionaba allá en las soledades de la Isla Negra frente al Pacífico. Oh, belleza.

Tras despedir a Neruda y ya en la recta final del espectáculo, la alemana retomó parte de su cancionero más habitual. Preciosa 'Avec le temps' de Jaques Brel; espectacular 'Lola', de Friedrich Hollaender con un portentoso solo de voz-trompeta; infalible 'Mack the Knife', de sus (nuestros) siempre admirados Kurt Weill y Bertolt Brecht, con el auditorio silbando su inolvidable melodía de manera mejorable. Ute Lemper tiene el poder de la fascinación. Resulta imposible apartar la vista de su magnetismo escénico, visual, vocal, musical e interpretativo. Tiene ese halo estelar tan infrecuente y en su caso tan indiscutible. Uno se deja atrapar y, entre ensoñaciones, intuye lo magnífica que podría ser Europa si se basara más en el arte y menos en la soez prosa del comercio. Cántala otra vez, Ute.

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