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El escritor Javier Marías, fotografiado ayer en Madrid. :: juan carlos hidalgo / efe
Javier Marías no quiere el Cervantes

Javier Marías no quiere el Cervantes

«Una novela con moralina es desastrosa, y las mías ni son morales ni tienen tesis», dice al presentar 'Así empieza lo malo'

MIGUEL LORENCI

Jueves, 25 de septiembre 2014, 02:19

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Rencor. Odio. Venganza. Culpa. Deseo. Impunidad. Silencios y dilemas morales. Mentiras y memorias falseadas. Pero sobre todo, el perdón y su oportunidad. Estos son los mimbres con los que Javier Marías (Madrid, 1951) ha tejido su nueva novela, 'Así empieza lo malo' (Alfaguara). Es la decimocuarta en la larga carrera de Marías, escritor y académico que lleva 42 años fabulando, acumulando lectores y reconocimientos. Es el escritor español más premiado internacionalmente y uno de los más apreciados y leídos, como acreditan los ocho millones de copias de sus libros publicados en cuarenta y dos lenguas y más de medio centenar de países. Pero en su extenso palmarés no figurará el premio Cervantes ni se embolsará sus 125.000 euros.

El escritor se autoexcluye de la carrera por la máxima distinción de las letras hispanas, al que es candidato recurrente. Puesto que su novela gira en torno al perdón, «¿perdonaría Marías que le otorgaran el Cervantes?». La pregunta dibuja una sonrisa en el por lo común circunspecto escritor, que admite que, formulada así, tiene su guasa. «Tiene miga, dicho de esa forma, pero ya dejé muy claro cuando rechacé el premio Nacional de Narrativa que no aceptaría más premios dotados con dinero del Estado».

«¿Y quién pone el dinero en el Cervantes?» repregunta el académico. «El Estado», escucha. «Pues ahí tiene la respuesta; pero descuide que no me lo darán», zanja la cuestión el también nominado al Nobel, premio cuyos fondos aporta la fundación homónima. «En las quinielas aparece cualquiera y que yo figure en ellas no significa que vayan a dármelo» ironiza.

Antes ha explicado el autor de 'Todas las almas' y 'Corazón tan blanco' que si sigue escribiendo, imaginando y publicando novelas «es porque aún estoy preso del mismo desasosiego y de las mismas inquietudes que con tenía 19 años me llevaron a escribir 'Los dominios del lobo', su primera novela, publicada en 1971.

Vuelve a tomar prestada una frase Shakespeare, un pasaje de Hamlet, para titular esta nueva ficción que entronca con 'Los enamoramientos', que publicó en 2011 y mereció el premio público que rechazó en 2012. El amor juega de nuevo un papel clave en esta reflexión literaria sobre el deseo y la arbitrariedad del perdón, que se publica al mismo tiempo en todos los países hispanohablantes y en la que se pregunta por la ausencia de juicios y la impunidad de algunas dictaduras y el silencio que cubre los grandes crímenes contra la humanidad.

Desvela la intimidad de un matrimonio de muchos años en el Madrid de 1980 a través de los ojos de un tercero, Juan de Vere, un joven de 23 años que entra a trabajar a las órdenes del director de cine Eduardo Muriel, y que contará mucho años después la misteriosa desdicha conyugal y el enconado rencor del que fue testigo.

Aborda otra vez «mis temas recurrentes», admite su autor. «Es un libro sobre el deseo como uno de los motores más fuertes en la vida de las personas, que a veces lleva a pasar por encima de cualquier lealtad, consideración e incluso respeto en el trato a los demás» explica.

Sin juicios

Pero el tema que se impone «es la impunidad y la arbitrariedad del perdón». «Y es que la idea de justicia que la gente reclama a veces tiene mucho que ver con que el acto en sí nos afecte o no», agrega. «Siempre tenemos una visión incompleta, siempre nos movemos de manera tuerta por el mundo», resume Marías. Advierte, con todo, que esta, como el resto de sus novelas, «no es moral ni tiene tesis, pero presenta dilemas morales y ambigüedades con ausencia de juicios». «Nunca juzgo, porque una novela con moralina o moraleja es desastrosa, y las novela son lo opuesto a los juicios de un tribunal, en los que se dicta sentencia tras escuchar a las partes». «Como en cualquier novela que valga la pena, las mías presentan ambigüedades morales, pero es ridículo que un novelista tome partido y dé lecciones», asegura.

«No sé aún si las cosas se deben saber, pero a veces hay que calibrar si se deben contar o no, en especial en la vida de las personas o a nivel político», plantea Marías , cuya novela habla de las biografías que se construyen con falsedades y, de algún modo, de los pactos de silencio que se fraguaron en la Transición que dio paso a la democracia.

«En la vida no hay nada impecable, y la Transición tampoco lo fue. Claro que no se pasó factura. La gente no estaba por el juicio general a los franquistas y, aunque daba un poco de rabia, creo que lo que se obtenía por esa concesión compensaba con creces», apunta. «Obtuvimos un país más o menos normal en el que no te llevaban a la cárcel por expresarte, con partidos, elecciones y una ley de divorcio, con cierta normalidad y posibilidad de crítica, y eso es un logro en un país como éste donde los periodos de normalidad se cuentan por trienios y donde mis artículos habrían estado prohibidos». «Lo ganado con la transición a pesar de las imperfecciones han sido cuatro décadas de normalidad», insiste.

«Esta es una novela de la vida privada de las personas, con una historia tenue pero que tiene un posible dimensión política», admite. En esas vidas privadas a veces se impone el silencio, «como se impone muchas veces sobre las grandes atrocidades de la historia, sobre esas vilezas colectivas a veces silenciadas o con poco castigo», explica. El personaje de Muriel se plantea así cuán pocas personas fueron juzgadas por el Holocausto para responderse que «no se puede llevar al banquillo a un país entero». «A veces la Justicia se asusta y se inhibe y permanece con las manos atadas ante las multitudes, de modo que la cantidad es la mayor disculpa para la impunidad», sostiene Marías que coincide con su personaje en que «no se puede llevar a juicio a todo un país tras una dictadura».

Admite que hay «más erotismo y humor» que en otras de sus narraciones y vuelve a convertir en personaje a Francisco Rico, inteligentísimo erudito y compañero en la RAE «que ha pasado de recriminarme las apariciones a pedirme más papel».

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