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«Nadie se aguanta como es»

«Nadie se aguanta como es»

último Premio de la Crítica por la aclamada nocela 'En la orilla', cierra hoy en la Fundación Pedro Cano de Blanca la V edición del ciclo 'Río de letras'

Antonio Arco

Miércoles, 7 de mayo 2014, 12:09

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«El 'sálvese quien pueda' está ahí, tiene mucho éxito», dice Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, 1949), un náufrago que se reinventa a sí mismo una y otra vez y que nada libre y sin red en los mares abiertos de la mejor literatura. Y lo dice a propósito de 'En la orilla' (Anagrama), todo un éxito, llegado tras el de 'Crematorio', que también acaba de recibir el Premio de la Crítica, que otorga desde 1956 la Asociación de Críticos Literarios. Una novela donde se ve claramente que hay mucha gente a la que, salvo su propio pellejo, todo le da absolutamente igual. Una situación que, a veces, realmente llega a ser asfixiante. «Es que es cierto que hemos vivido una etapa», explica el escritor, «en la que todos querían participar de la gran tarta, años en los que hemos asistido a un gran banquete. Y, bueno, se decidió no mirar y ahora se ha decidido lo contrario».

Conviene no olvidar. «Todos escuchábamos eso de 'yo lo consigo por éste, yo lo consigo por el otro', 'yo le invitó a usted a café', 'invíteme usted a unas gambas'...», recuerda Chirbes, con quien apetece conversar, salir a pescar, compartir lecturas, beber al caer el sol. «Iba uno por la calle -añade- y se veía lo que estaba pasando, se veía la corrupción, pero todo el mundo lo consideraba normal. Ahora, de repente, nos hemos vuelto todos muy puros y hemos descubierto que eso no estaba bien. Pero es que ese dinero regaba a todo el mundo, aunque a unos muchísimo más que a otros, eso está claro». Tajante: «A todos: a banqueros, a vendedores de coches, a los restaurantes...; la cantidad de comidas que se han dado a cuenta del dinero europeo o del español es enorme».

Hoy, Rafael Chirbes, presentado por la profesora Encarnación García de León, clausurará por todo lo alto -a las 20.00 horas, en la Fundación Pedro Cano- la V edición del ciclo literario 'Río de Letras', organizado por el Ayuntamiento de Blanca y que comenzó, el pasado 12 de marzo, con la participación del escritor y académico José María Merino.

En 'En la orilla', la novela que no deja de ser recomendada por cada nuevo lector que la disfruta, el hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba pone en marcha la narración. Su protagonista, Esteban, se ha visto obligado a cerrar la carpintería de la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él. Mientras se encarga de cuidar a su padre, enfermo en fase terminal, Esteban indaga en los motivos de una ruina que asume en su doble papel de víctima y de verdugo. La narración te atrapa, no dejas de leer. Chirbes está bendecido por el misterio.

No va de nada el novelista, no acepta etiquetas, no asume poses, no exporta eslóganes, es reservado y uno de los lujos de la actual literatura en español. Y le fastidia que se digan de él cosas como «¡Chirbes denuncia!» o ¡Chirbes se levanta contra...!». Y todo eso le fastidia mucho porque, según precisa, «no solo no me levanto contra... sino que a veces ni me levanto».

Es un autor extraño, singular y recomendable, pese a que la lectura de sus obras a veces te deja malherido, directamente en carne viva o con deseos de embarcarte en el ballenero Pequod y desaparecer del mapa. De él dijo Vázquez Montalbán: «Chirbes, una isla que se esfuerza por serlo». Sus novelas son la vida que pasa desnuda y descarnada por tu lado. Te gusta, te agrede, te conquista, te abandona. No da lecciones a nadie, y a veces se desconcierta por «no saber qué posición tengo, no saber quién soy en este maremágnum. La sensación de no saber quién soy ni dónde estoy es lo que más me desazona».

¿Qué nos pasa?

Nos pasa que se nos han caído todos los dioses y no tenemos otros para sustituirlos. Se ha vuelto todo una maraña muy espesa, por lo menos para mí. No sé, igual es la edad, que emborrona la perspectiva y hace que todas esas ilusiones que tiene uno de joven desaparezcan y todo se vuelva demasiado complicado.

Chirbes tiene pocas cosas claras, por eso recibe con una sonrisa el que, por ejemplo, le digan: «'Usted hace novelas claramente de denuncia', 'usted hace no sé qué'. ¡Pues yo qué sé lo que hago! Yo hago novelas para aclararme un poco en ese maremágnum del que hablábamos». Y continúa: «Mi desconcierto es, en realidad, el desconcierto que reflejo en las novelas. Cuando me entrevistan me piden que tenga las cosas claras; y no, yo escribo libros porque no tengo las ideas claras».

¿Qué cosas verdaderamente importantes ha aprendido?

Ninguna; creo que importantes, ninguna. Más bien le diría que desaprendo más que aprendo. Lo que sí he aprendido es a ponerlo en duda todo, incluido el ponerme en duda a mí. Y también que uno debe construir el propio relato de su vida y no admitir que se lo den ya construido; no hay que aceptar que te den una visión del mundo ya construida, sino que hay que ir construyéndosela poco a poco.

Chirbes no quiere olvidarse de dónde viene: «Es muy importante saber de dónde vienes y quién eres. Es decisivo no tirar tierra sobre las huellas de tu camino. Me fastidia mucho la gente que inventa su biografía, los que reniegan de su pasado, los que cambian de amigos por conveniencia, por afán social. Marca mucho la clase social, si vienes de arriba o de abajo; eso hace que veas el mundo de una forma u otra».

¿De qué tiene la sensación?

De que todo es inestable. La inestabilidad lo domina todo.

¿Se ríe de sí mismo?

¡Sí! Ves que esto tan grande y tan tremendo que somos es también esto tan pequeño y tan tonto que somos, y se tiene uno que reír de sí mismo. No tienes que tomarte demasiado en serio.

¿Qué le da miedo?

Me da miedo no manejar mi propio cuerpo, mis propios movimientos, no ser yo quien toma las decisiones sobre mí mismo. Me da miedo la falta de libertad.

¿Cómo convive con su prestigio literario?

Tengo la sensación de que todo esto no va conmigo. Yo creo que no he escrito ni una sola novela buena. [Risas.] Cuando escribía, antes tenía más subidas y bajadas, lo mismo decía que me estaba quedando cojonudo que luego me parecía que era una porquería. Ya no, ahora escribo como los bueyes arrastran el carro. Luego, cuando se publica la novela, alguien llega y te dice: 'Ha tenido mucho éxito su libro'. Y yo qué sé, si yo en lo que estoy pensando es en que tengo que ir a comprar naranjas porque me tengo que hacer un zumo, o en que no tengo nada en casa porque he estado de viaje y algo me tendré que comprar para comer hoy.

A Chirbes le pasa que «igual me quiero mucho que me quiero poco. A veces, como no te cuentes una milonga a ti mismo te ahorcas. Nadie se aguanta como es, la gente se mata porque no es quien quiere ser. La verdad es que no sé si me quiero poco o si me quiero tanto que no me aguanto». Lo que sí sabe es que no le gusta «la gente que tiene una mala leche horrorosa, la que no deja tranquilo a nadie». A él lo que le apetece es «que me dejen en paz». A través del teléfono se escuchan, mezclados con su voz de trueno, los ladridos de sus perros Tomás y Ramonet, sus más fieles compañías.

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